Las prisiones rumanas luchan contra la tuberculosis y el VIH

  • La UE ya ha entregado a Rumanía dinero para atacar algunos problemas de salu.  El ex dictador Nicolás Ceausescu escondía los problemas con la tuberculosis ya que es una enfermedad que afecta principalmente a los pobres yCeausescu siempre se negó areconocer el problema o su existencia.
Las prisiones rumanas luchan contra la tuberculosis y el VIH
Las prisiones rumanas luchan contra la tuberculosis y el VIH
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Michael J. Jordan | GlobalPost

(Jilava, Rumanía)–  Las cárceles siempre han sido consideradas un caldo de cultivo para el contagio de VIH o la tuberculosis (TB). Rumanía, que ya tiene la tasa más alta de tuberculosis entre los 27 países de la Unión Europea, ahora teme que el consumo de heroína con agujas infectadas desate un brote de VIH.

Verónica Broasca, activista de la Asociación Rumana contra el Sida, dirige el programa de asistencia en prisiones. Su misión: entrar en las cárceles rumanas y ofrecer ayuda a los drogodependientes, ya sea para entregarles jeringuillas esterilizadas o realizar tratamientos de metadona.

Antes de marchar, Broasca deja condones, lubricante y folletos sobre el VIH en la sala de visitas de la prisión. Reconoce que los funcionarios de prisiones tienen una actitud bastante progresista, pero también colaboran por miedo a que los internos les lleven a los tribunales. Ha habido algunos casos contra cárceles por no ofrecer una atención médica adecuada a los reclusos.

"Los presos conocen sus derechos", dice Broasca. Los responsables de la prisión "nos dicen que les demandarán si no ofrecen la atención [médica] necesaria".

La UE ya ha entregado a Rumanía dinero para atacar algunos problemas de salud como la tuberculosis. Irónicamente, la UE ha sido criticada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) por la escasa efectividad del tratamiento contra la TB mientras Rumanía ha reducido drásticamente la tasa de incidencia".

"Entendieron que tenían un problema, que necesitaban ayuda internacional y que los recursos estaban disponibles", afirma el italiano Giovanni Battista Migliori, director del Centro para la Tuberculosis y Enfermedades Pulmonares de la OMS, que ha trabajado con Rumanía desde 1995.

La situación representa un cambio de actitud considerable. El ex dictador Nicolás Ceausescu escondía celosamente no sólo los secretos de Estado. La tuberculosis era el pan de cada día de la medicina rumana. Pero como se trataba de una enfermedad que afecta principalmente a los pobres, Ceausescu –obsesionado con la imagen del régimen- siempre se negó a reconocer el problema o su existencia.

Mihai Apavaloaei recuerda que mientras estudiaba medicina en los años 80 tenía prohibido diagnosticar la "tuberculosis". Hoy es el comisario del hospital de la cárcel de Jilava –la más grande de Rumanía- y habla libremente de los desafíos que afronta.

La prisión se sitúa en una antigua fortificación del siglo XIX, en una zona inhóspita en las afueras de Bucarest. Se dice que el agua potable está tan contaminada que los internos tienen que lidiar con gusanos.

El Fondo Mundial de la Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria aportó dinero para construir una zona aislada donde atender a los pacientes tuberculosos. También capacitó al personal para prevenir y controlar su propagación.

Apavaloaei se declara encantado de los progresos conseguidos. Las autoridades rumanas reconocen públicamente que no pueden controlar las prácticas sexuales de riesgo o el contrabando en las prisiones, pese a que están prohibidas. Es por eso que los funcionarios de prisiones prefieren no intervenir y dejar la tarea a activistas como Broasca.

La dinámica prisión-recluso va aún más lejos. Apavaloaei señala que cualquier interno que pida hablar con él puede presentar una reclamación si el director del hospital no les atiende.

"La democracia es buena", afirma, con una sonrisa. "Pero hay situaciones en que la gente se aprovecha. Como no la tuvieron durante tantos años, ahora abusan".

Pero esto no significa que todo sea una maravilla en el sistema penitenciario.

Sergiu Stupu, presidente del sindicato de funcionarios de la prisión de Jilava, indica que están bastante bien pagados si se consideran los estándares rumanos. Sin embargo, algunos están tan desesperados por ganar un dinero extra que aceptan trabajos en los cuales están en contacto con pacientes infectados con TB o VIH. La recompensa: reciben un 50 por ciento más de salario.

Es una ruleta rusa, pero Stupu señala que a los funcionarios les gusta correr riesgos.

"Es una lotería. Se arriesgan, quizás me contagie, quizás no. Creen que sólo afecta a los que no tienen suerte".

De hecho, a pesar de la mejora en los métodos de detección y tratamiento, conductas arriesgadas como ésta plantean dudas sobre la efectividad de las campañas de TB y VIH en la sociedad rumana.

"Hay mucha ignorancia al respecto", afirma Adrian Mocanu, director de la oficina estatal de la TB en Bucarest. "Incluso conozco algunos doctores que abren las puertas con los codos [para no contagiarse]".

Broasca y Apavaloaei creen que la creciente adicción a la heroína hará aumentar el contagio de VIH, tanto en las prisiones como en la sociedad en general. En Bucarest, una ciudad de 2 millones de habitantes, sólo hay tres farmacias que venden jeringuillas. Es por eso que los drogadictos se intercambian las agujas contaminadas.

A pesar del progreso en la lucha contra la TB, Rumanía tiene aún mucho camino que recorrer, afirma Migliori. El país ahora contabiliza unos 120 casos por cada 100.000 habitantes, pero aún es alta. Italia, por ejemplo, registra 7 casos por cada 100.000 habitantes.

Rumanía necesita ayuda extranjera para combatir las enfermedades infecciosas. Los miembros de la UE de la ex Europa del Este han visto como los recursos no siempre llegan a su puerta. Rumanía tendrá que arreglárselas para aprovechar el impulso actual, afirma Migliori. "Pero sin ayuda externa, será difícil". 

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