Las últimas horas de Francisco Larrañaga en la cárcel filipina de New Bilibid

  • Manila.- Las últimas horas en el presidio de máxima seguridad de New Bilibid, están siendo largas y angustiosas para Francisco Larrañaga, el hispano-filipino que será trasladado próximamente a España, tras diez años en ese penal de Filipinas en el que los presos se devoran.

El abogado de Larrañaga dice que el joven será trasladado mañana a España
El abogado de Larrañaga dice que el joven será trasladado mañana a España

Manila.- Las últimas horas en el presidio de máxima seguridad de New Bilibid, están siendo largas y angustiosas para Francisco Larrañaga, el hispano-filipino que será trasladado próximamente a España, tras diez años en ese penal de Filipinas en el que los presos se devoran.

Hacia las 22:00 hora local (14:00 GMT), Larrañaga fue llamado a la oficina de la dirección de la cárcel para notificarle su inminente conducción al aeropuerto de Manila, y tras regresar a su celda para recoger el pasaporte español, su mochila y la chaqueta que le han regalado para el viaje, espera a que llegue el momento.

Larrañaga se hizo adulto subsistiendo en la cárcel de Muntinlupa, a unos 30 kilómetros al sur de Manila, y en la que ingresó cuando fue condenado a cadena perpetua y luego a muerte, por el secuestro, violación y asesinato de la hermanas Chiong en su tierra natal de Cebú, en cuya prisión pasó los dos primeros años de reclusión.

"Cuando llegué aquí no tenía barba, ahora ya tengo que afeitarme todos los días", dice Larrañaga, a sus 31 años, en su singular celda de un edificio de piedra desconchado con cabida oficial para unas cien personas, pero en el que se hacinan más de cuatrocientas.

Para llegar a la celda de Paco, que es como le llaman casi todos, es necesario contar con la connivencia de los guardianes que abren una puerta metálica tras otra, y recorrer un estrecho pasadizo entre altos muros de cemento que desemboca en el corazón del presidio.

En el interior no hay guardias, sólo presos que caminan de un lado a otro y que con aparente asombro, observan al enviado de Efe, a quien protegen varios compañeros de confianza de Paco, segundo en la escala de mando del pabellón de condenados originarios de Cebú.

El complejo está formado por vetustos edificios alargados y de una sola planta, rodeados de decenas de chamizos hechos con madera, hojalata, y plásticos, que los presos han convertido en tenderetes, y que se alternan con algunos espacios vacíos que han transformado en huertos en los que siembran hortalizas.

En uno de los puestos de venta de carne, un reo descuartiza medio cochinillo con un hacha por encargo de otro que ese día da un ágape.

A unos pocos metros, decenas de presos apuestan dinero en torno a una mesa de billar de uno de los locales comerciales del callejón que conduce al pabellón cebuano.

Los presos con tenderetes, en los que se vende todo cuanto pueden introducir en la prisión por vía legal o mediante el soborno, tienen asegurada temporalmente la subsistencia en New Bilibid, hogar de más de 12.000 reos condenados a penas superiores a los veinte años.

El pabellón al que Paco regresó en 2006 tras pasar tres años en el corredor de la muerte, del que salió gracias a que el gobierno filipino abolió la pena capital, está al final del complejo, junto al muro de más de quince metros que rodea la penitenciaría.

Ante la puerta de acceso a la nave, varios presos montan guardia para impedir la entrada a reos de aquellos pabellones con los que los cebuanos mantienen conflictos de intereses, que suelen desatar batallas que concluyen con un baño de sangre.

"A veces los disturbios duran varios días, cuando la situación se calma los guardias entran a recoger los muertos y para iniciar la investigación", explica Paco.

A mitad del largo pasillo con celdas a cada lado, de las que los presos entran y salen cuando quieren, hay una escalera de madera por la que se sube a la que Paco se ha construido con sus manos a base de tablas, a unos dos metros del suelo y bajo el tejado de la nave.

"Me gusta la carpintería y los trabajos manuales", comenta.

En la celda de Paco hay una estantería sobre la que reposan unos pocos libros, una mesa camilla también hecha por él, un par de sillas, la cama, una pecera con único pez, y en una de las paredes tiene clavada una gran ikurriña que montó con tablas de madera, para tener presente la tierra en la que nació su padre.

Paco comenzó a prepararse para su traslado a una cárcel española, al menos dos semanas antes de que le anunciaran su partida de New Bilibid, y desde entonces ha tenido colocada en una esquina la mochila nueva de color azul y la chaqueta oscura que estrenará para ese viaje.

"Mira sigo con todo recogido porque puede ser en cualquier momento", decía Paco mientras levantaba con satisfacción la pequeña mochila nueva que le han regalado y en la que ha metido un par de mudas y lo más indispensable para su aseo personal.

La espera se le ha hecho eterna, y a medida que pasaban las horas Paco hacía mayor esfuerzo para contener los nervios y tratar de dormir.

"Ayer pude todavía dormir algo, hoy ya nada", repetía inquieto.

La operación de traslado se cerró después de que un juez del tribunal regional de Cebú anulara horas antes la orden dictada en 1997 y que prohibía la salida de Larrañaga de Filipinas, y de que expirará el plazo de tiempo dado el pasado martes por ese mismo magistrado para que se presentaran alegaciones en contra y a favor de su entrega a las autoridades españolas.

Larrañaga será trasladado a España por agentes del Cuerpo Nacional de Policía, que desde hace diez días se encuentran en Manila, donde han aguardado luz verde por parte de la Justicia filipina.

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