Los 'affaires de canapé' de los políticos españoles

    • Mucho menos mujeriegos que los franceses, los políticos españoles han protagonizado también sus escarceos amorosos, aunque para conocerlos haya que escarbar un poco en la historia.
    • Manuel Azaña, Emilio Castelar y Miguel Primo de Rivera tuvieron amantes durante su vida política.
Un revista del corazón dice que Hollande tiene una relación con la actriz Gayet
Un revista del corazón dice que Hollande tiene una relación con la actriz Gayet
Pedro García Luaces
Pedro García Luaces

François Hollande dio esta semana una de las ruedas de prensa más comprometidas de su carrera al tener que explicar sus supuestas visitas al domicilio de la actriz Julie Gayet, aunque lo cierto es que a los medios franceses les bastó con su petición de respeto a la privacidad. En realidad, lo que los franceses querían saber era si la primera dama seguía ejerciendo como tal, puesto que en Francia, aún sin existir tal figura, cuenta con un pequeño presupuesto público e incluso con personal a su servicio. En cuestiones íntimas, lo que Napoleón venía a llamar 'affaires de canapé', los franceses son absolutamente respetuosos. Y eso que material no les falta.

Desde Giscard D'Estaing–a quien se le han atribuido distintas relaciones extramatrimoniales, incluso un posible romance con Lady Di– hasta Miterrand– que tuvo una hija con su amante de tres décadas, Anne Pingeot–, pasando por Chirac–se le atribuyó un romance con Claudia Cardinale– o Sarkozy–sustituyó a su mujer por Carla Bruni–, todos los franceses que han llegado a lo más alto del poder político han tenido, o al menos se les ha atribuido, algún laurel en forma de 'affaire'.

En España ocurre más bien lo contrario. Todos los presidentes recientes, desde Suárez hasta Felipe González –divorciado, pero con una vida sentimental discreta– pasando por Calvo Sotelo, Aznar, Rajoy y Zapatero han sido lo que se dice unos 'santos varones'. Con la excepción, quizás, del romance entre Boyer e Isabel Preysler, sorprendente en su momento, puede afirmarse que la vida íntima de nuestros políticos se ha mantenido al margen de los rumores públicos, quizás por la falta de curiosidad de los periodistas, quizás porque no había realmente material para especular.

Algo similar podría decirse del general Franco en la etapa inmediatamente anterior, tan casto que ni siquiera en su época de legionario en Marruecos se le conoce mayor desahogo que el de quedarse en su tienda leyendo y meditando. Claro que no se puede decir lo mismo de su compañero de armas, el fundador de la Legión José Millán Astray, hombre dado a las andanzas amorosas, justificadas en parte si atendemos a que su mujer, Elvira Gutiérrez de la Torre, le anunció en la noche de bodas que había hecho la promesa de mantener su castidad de por vida. En todo caso el rijoso Astray, que pudo anular su matrimonio y buscar una nueva esposa, decidió mantener a doña Elvira como 'madre y amiga' y buscarse a sus amantes fuera de casa.

Sin que sepamos si sus conquistas eran realmente muchas o pocas, Millán Astray se comportaba como un 'gallito' entre sus hombres y alardeaba de haber besado a todas las mujeres que conocía, incluidas nueve monjas de clausura y tres abadesas. Su conquista más conocida fue la cabaretera argentina Celia Gámez, todo un mito erótico de la época, aunque la mujer que le robaría decididamente el corazón fue Rita Gasset, prima del conocido filósofo y 25 años más joven que él. Cuando José pasaba de los 60 años y Rita no llegaba a los 35, la joven quedó embarazada y Millán Astray tuvo que separarse de Elvirita y llevarse a su novia a Lisboa, para que pariera allí a la hija de ambos, Peregrina, según las indicaciones de Franco, que prohibió al legionario que le diera un escándalo semejante en España.

Si nos remontamos a la etapa republicana, habría que mencionar la supuesta homosexualidad de Manuel Azaña, así como de sus escarceos con el hermano de su mujer, su cuñado y amigo Cipriano Rivas Cherif, con quien el republicano habría convivido durante dos años en París. Mucho más conocida que la de Azaña fue la homosexualidad de Emilio Castelar, uno de los más brillantes oradores que dio nuestro Parlamento y que llegaría a presidir aquel ensayo mal cocinado que fue la I República.

Durante años, Castelar se abandonó a sus labores políticas e intelectuales –como buen orador, era también un ávido lector y un notable escritor– teniendo quizás contados enamoramientos, pero siendo lo suficientemente discreto como para no dar que hablar con ellos. Sin embargo, ya en la vejez y tras los múltiples sinsabores de su actividad política, quizás en una de las Españas más inestables de la historia reciente, cometió el error de abandonarse al amor y al capricho de sus amantes, siendo objeto de algunas pequeñas extorsiones que enturbiaron su hasta entonces inmaculada hoja política.

De los hombres que han tenido verdadero poder en España – sin contar los de sangre azul –, quizás el más mujeriego haya sido Miguel Primo de Rivera. Hombre carismático incluso para sus rivales, el general protagonizó algunos de los más sonoros escándalos de la época, desde su frustrada boda con la joven Niní Castellanos –que ella anunció ingenuamente– contada en exclusiva por César González de Ruano, hasta el más grave escándalo de La Caoba, una conocida mujer de alterne detenida por tráfico de cocaína y que el dictador quiso salvar graciosamente.

Primo de Rivera era –como otros hombres de su época, entre ellos el general Sanjurjo– un asiduo cliente de La Caoba, pero al intentar emplear su influencia para ponerla en libertad se encontró con un magistrado de plausible rectitud, el juez Prendes Pando, y con un presidente del Alto tribunal que, lejos de reprender al levantisco, elogió su integridad, dejando en evidencia al dictador, que presionó con denuedo para que ambos dimitieran, aunque lo único que logró fue un escándalo formidable.

Otra de las amantes oficiosas del general, cuya etapa en cuanto a costumbres morales se dio a conocer como la 'dictadura alegre', fue la actriz y cupletista Raquel Meller, la artista más internacional que por entonces tenía España. Cuenta Fernando Bruquetas que en una ocasión, don Miguel de Unamuno se encontró en el vagón de un tren con Meller y esta le dijo entusiasmada que era una gran admiradora de su obra y que le leía asiduamente. Al contarle aquella anécdota a Ramón Gómez de la Serna en el Ateneo, este le vio ligeramente apesadumbrado y para animarle comentó que Meller era una mujer realmente famosa, a lo que don Miguel respondió: "Lo que me preocupa es que esa señora me entienda".

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