Los incendios se apagan en invierno: Un tópico con fundamento

  • Que "los incendios se apagan en invierno" es uno de los tópicos asociados al verano, cuando el fuego muerde los montes españoles, pero ¿cuánto de verdad se esconde tras esa recurrente frase?.

Raúl Casado

Madrid, 10 feb.- Que "los incendios se apagan en invierno" es uno de los tópicos asociados al verano, cuando el fuego muerde los montes españoles, pero ¿cuánto de verdad se esconde tras esa recurrente frase?.

Los expertos lo tienen claro: el fuego se apaga cuando se produce, pero las labores de vigilancia y de prevención se prolongan durante todo el año, y tan importantes como las brigadas que luchan contra las llamas durante el verano son las cuadrillas que podan, desbrozan y limpian durante el invierno.

En España no se puede hablar de riesgo "nulo", ya que también durante los meses más fríos se registran numerosos incendios (en la Comunidad Valenciana han ardido este año más de un centenar de hectáreas) pero lo cierto es que en su mayoría son conatos que no llegan a convertirse en grandes incendios, y que el riesgo es muy bajo durante los meses más fríos.

Las cifras abruman pero ilustran: el pasado año se registraron en España casi 16.000 incendios, una tercera parte de los cuales fueron siniestros que arrasaron más de una hectárea, y en total la superficie asolada por el fuego ascendió a 210.000 hectáreas.

La evidencia demuestra que la mayoría de aquellos incendios no se apagaron en invierno; pero ¿cuántas hectáreas más hubieran ardido si no se hubieran llevado a cabo labores de vigilancia, de desbroce, de limpieza de caminos?; si no se hubieran mantenido expeditos los caminos forestales...; si no se hubieran despejado debidamente los cortafuegos...; o si no se hubiera tenido a punto la maquinaria necesaria para combatir las llamas?.

José Carrillo es agente forestal desde hace más de treinta años y jefe ahora de este cuerpo en la comarca segoviana de El Espinar. "Una vez terminada la campaña de incendios empezamos a preparar la siguiente", ha explicado a EFeverde.

Las podas o los desbroces que se realizan durante el invierno contribuyen a eliminar el material combustible que se acumula en los montes, ha subrayado Carrillo, quien ha destacado la trascendencia de esos "clareos" en los lugares más sensibles al fuego.

Las consecuencias de lo que hoy ocurre en el monte tienen que ver con la despoblación rural, porque los recursos del monte -la leña, las piñas, las jaras o las ramas secas- tenían valor hace décadas y resultaban útiles para los habitantes de los pueblos, y la presencia de estos habitantes en ese entorno les convertía en los mejores vigías del monte.

Un argumento este último que se sustenta en otro de los tópicos más recurrentes del medio ambiente: que se protege más lo que se ama, y que sólo se ama lo que se conoce.

José Carrillo relata cómo algunos elementos modernos -y cita la caldera o el gasoil- han desplazado profesiones tradicionales como la del "gabarrero" que limpiaba el monte porque obtenía un rendimiento económico de esas leñas muertas, de los árboles caídos o de los troncos muertos.

Esta profesión -conocida con ese nombre en la Sierra de Guadarrama pero muy popular hasta hace varias décadas en todas las serranías españolas- sólo pervive en fiestas tradicionales, algunas de ellas muy arraigadas en los pueblos donde este oficio llegó a tener un peso muy importante en la economía local.

Esas labores las realizan en la actualidad profesionales con una formación muy especializada y específica, que cuentan con las infraestructuras tradicionales de protección y vigilancia (torres o maquinaria pesada), pero que han incorporado las nuevas tecnologías y han convertido los GPS o los datos de los satélites de observación en herramientas cotidianas de trabajo.

Durante los últimos años los agentes forestales han reforzado además sus competencias y actúan como "agentes de la autoridad" y como "policía judicial", y entre las funciones que desempeñan destaca la extinción de los incendios, pero también la prevención y la investigación.

Todas estas labores permiten a las administraciones públicas afrontar con mayores garantías -en verano- la campaña de alto riesgo de incendios forestales, pero miles de personas trabajan contra el fuego durante todo el año.

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