Los "nostálgicos" de la dictadura no encuentran eco en el Brasil democrático

  • Grupos de partidarios de la antigua dictadura brasileña reeditaron hoy, con escaso apoyo, una marcha que, en 1964, fue la antesala del golpe que el 1 de abril de ese mismo año instauró un régimen militar que se prolongó hasta 1985.

Eduardo Davis

Brasilia, 22 mar.- Grupos de partidarios de la antigua dictadura brasileña reeditaron hoy, con escaso apoyo, una marcha que, en 1964, fue la antesala del golpe que el 1 de abril de ese mismo año instauró un régimen militar que se prolongó hasta 1985.

A través de las redes sociales, varios miles de personas habían garantizado su participación en diversas manifestaciones convocadas para recordar la multitudinaria "Marcha de la Familia con Dios", que el 19 de marzo de 1964 tomó las calles de Sao Paulo y sirvió como preludio para el golpe que derrocó al presidente Joao Goulart.

Sin embargo, apenas unos 2.000 de "nostálgicos" de la dictadura, como los llama la prensa, se congregaron en Sao Paulo, mientras que un puñado de personas lo hizo en Río de Janeiro y otros pequeños grupos salieron a las calles en Recife y otras ciudades del país.

En Recife, junto a unas veinte personas, el teniente retirado Hildernardo Ferreira de Souza declaró que el país "precisa erradicar la corrupción" y aseguró que eso sólo será posible "con la vuelta de los militares".

En las convocatorias que circularon esta semana por las redes sociales se invitaba a sumarse a una "segunda edición de la marcha que en 1964 expulsó al comunismo de Brasil y evitó que el país fuera el patio trasero de Cuba".

El empresario Piero Pagni, uno de los organizadores, dijo hoy a periodistas que la dictadura fue "uno de los mejores períodos de la historia de Brasil" y aseguró que durante los 21 años que duró imperaron la "ley y el orden" en el país.

Según Pagni, la "única manera" de que Brasil "recupere la moral y el respeto" es "una intervención militar en el Gobierno federal", al que acusó de haber sido "copado por los comunistas".

En las escasas pancartas que alzaron los manifestantes se leían diversas frases que tildaban de "comunista" a la presidenta Dilma Rousseff, quien en su juventud estuvo vinculada a grupos que se alzaron en armas contra la dictadura.

Otras pedían directamente una "intervención militar ya", a fin de implantar el "orden" y el "progreso" que, aseguraban, le proporcionó al país una dictadura que, en sus 21 años, dejó miles de muertos, unos 400 desaparecidos y llevó a millares al exilio.

Por otra parte, otros pequeños grupos que se calificaron como "antifascistas" también tomaron las calles, pero para manifestarse contra los partidarios de la dictadura y exigir que sean juzgados los culpables de delitos de lesa humanidad ocurridos entre 1964 y 1985.

Los responsables de torturas, secuestros y otros delitos durante la dictadura están amparados por una amplia amnistía dictada por el propio régimen en 1979, que benefició a los militares y también a los guerrilleros y cuya "constitucionalidad" fue ratificada por la Corte Suprema hace cuatro años.

En Río de Janeiro, los manifestantes que protestaban contra el golpe de 1964 se concentraron frente a la sede de un antiguo centro de detención y torturas, que pretenden que sea convertido en un museo dedicado a las víctimas de la dictadura.

El Gobierno no se pronunció sobre ninguna de estas marchas, pero el ministro de Defensa, Celso Amorim, garantizó la semana pasada a periodistas extranjeros que "ningún militar activo participa de esa convocatoria" y garantizó el compromiso de las Fuerzas Armadas con la democracia.

El cincuentenario del golpe también ha tenido repercusión en la cultura, que fue uno de los ámbitos más golpeados por la censura y las persecuciones, que llevaron al exilio a muchos intelectuales y artistas, como los cantantes Gilberto Gil, Caetano Veloso y Chico Buarque.

Este viernes, Gil se presentó en Río de Janeiro junto a Milton Nascimento, otro cantautor perseguido por la dictadura.

A ellos se unió la cantante estadounidense Joan Baez, que en la década de 1970 mantuvo críticas posturas frente a las políticas de la Casa Blanca, las dictaduras y la guerra de Vietnam, y también fue víctima de la férrea censura del régimen militar brasileño.

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