Los refugiados, tarea pendiente de Corea del Sur

  • El Gobierno de Corea del Sur una creciente minoría de refugiados de otras nacionalidades lucha por sobrevivir en medio de la indiferencia.
Corea del Sur aumenta el apoyo para la integración de refugiados norcoreanos
Corea del Sur aumenta el apoyo para la integración de refugiados norcoreanos

Aunque el Gobierno de Corea del Sur dispensa una cálida atención a los miles de norcoreanos que alcanzan el país tras huir de la represión, una creciente minoría de refugiados de otras nacionalidades lucha por sobrevivir en medio de la indiferencia.

Yiombi Thona, ex agente de inteligencia amenazado de muerte en su patria, la República Democrática del Congo, malvive hoy en Seúl a pesar de que obtuvo el estatus de refugiado en 2008 después de seis años de papeleo y miseria desde su llegada al país, en 2002.

"Corea del Sur es uno de los países de acogida más hostiles", opina en declaraciones a Efe Thona, que llegó a Seúl por casualidad tras huir a China ayudado por un compatriota y solicitar asilo en la primera embajada que encontró.

Mientras Corea del Sur acoge cada año a entre 2.000 y 3.000 norcoreanos, desde 1994 el país ha recibido un total de 2.915 solicitudes de asilo de personas de otras nacionalidades.

De ellas solo 250, el 8,5 por ciento, han sido aceptadas, según datos del Ministerio de Justicia.

Choi Won-geun, gerente de la asociación de ayuda a refugiados Nancen, critica que "el solicitante de asilo en Corea del Sur debe esperar para alcanzar su estatus de refugiado alrededor de un año y, hasta entonces, no puede trabajar legalmente ni recibe asistencia alguna del Gobierno, excepto un seguro médico".

Según la ONG, el Gobierno surcoreano ignora a los refugiados para prevenir la inmigración ilegal en un país donde pocos cuestionan la habitual expresión "los coreanos, primero".

En el caso de los norcoreanos que huyen del hambre y la represión de una de las dictaduras más férreas del planeta, el Sur les recibe con unos 18.000 dólares en efectivo, alojamiento, programas de integración y pequeñas pagas mensuales, además de la ciudadanía surcoreana.

El resto de refugiados, procedentes de países asiáticos como Pakistán o Myanmar (Birmania) y de África, sobrevive en su mayoría de la caridad o trabajando ilegalmente de noche por sueldos ínfimos en pequeñas fábricas textiles o siderúrgicas de la periferia de Seúl.

"Aunque Corea del Sur pertenece desde 1992 a la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de la ONU, no la respeta en la práctica", considera Choi, cuya ONG acondiciona estos días en la capital su nuevo centro, que provee asesoramiento -y, en la medida de lo posible, arroz y techo- a estas personas.

Yiombi Thona, que a sus 45 años sueña con regresar algún día al Congo, creía que el estatus de refugiado le permitiría vivir como cualquier otro extranjero residente en Corea.

"Aunque obtener el asilo en 2008 me permitió traer a mi mujer y mis tres hijos, hoy no puedo firmar un contrato de trabajo, alquilar una casa a mi nombre, comprar un teléfono móvil o abrir una cuenta bancaria", relata.

"La ley dice que puedo, pero me lo deniegan", insiste Thona, que habla perfectamente coreano e inglés y estos días trabaja en un centro sanitario gracias a la solidaridad de un amigo, aunque sigue sin llegar a fin de mes.

Caso aparte -por extraño y desafortunado- es el de los norcoreanos con padre chino, que acuden a ONGs como Nancen porque Seúl les niega tales beneficios al ser considerados como ciudadanos extranjeros en su propio país, Corea del Norte, y no reconocidos por China.

"Como mucho, logramos que Corea del Sur los considere apátridas y puedan vivir aquí", relata Choi Won-geun mientras atiende continuas llamadas en su pequeña oficina.

Nancen, que cuenta con 6 trabajadores, tres de ellos regulares, y se financia con las cuotas de 300 particulares y pequeñas empresas, hace cuentas imposibles para gestionar estos días unos 80 casos diferentes.

"El dinero no solo se va en comida, techo y burocracia. Muchas veces tenemos que pagar multas para sacar de la cárcel a solicitantes de asilo que las autoridades han detenido por trabajar ilegalmente", comenta Choi.

Sin embargo, el gerente de Nancen confía en que pronto Seúl deje de mirar a otro lado, "porque cada vez son más los solicitantes de asilo, desde 350 en 2009 y más de 400 en 2010, hasta los aproximadamente 700 que, según nuestros cálculos, se registrarán este año". 

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