Los juegos peligrosos de Pedro Sánchez

    • El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, baraja seriamente la posibilidad de una alianza con los podemitas.
    • En la noche electoral, después de llenar su mochila con 69 escaños, Pablo Iglesias se despojó de la piel de político moderado.
El líder del PSOE, Pedro Sánchez
El líder del PSOE, Pedro Sánchez

En la noche electoral, después de llenar su mochila con 69 escaños, Pablo Iglesias se despojó de la piel de político moderado y se presentó con el objetivo de sus primeros tiempos populistas que no ha aireado durante la campaña: el cambio de nuestro sistema político, que se concreta entre otras cosas en la celebración de un referéndum en la “nación” catalana, que habría de ser convocado lógicamente en las demás “naciones” de la España que él define sin rodeos como “plurinacional”.  Llevó el agua a su molino e interpretó que “España ha votado un cambio de sistema” y que por lo tanto “toca hablar de reforma constitucional”. Hay que recordar que cuando se dio a conocer, Pablo Iglesias definía la Constitución como el “candado de 1978”, rechazaba la Monarquía, denigraba el himno nacional y despreciaba a la clase gobernante. Hace unos meses escondió esas cargas explosivas, pero le ha faltado tiempo para, una vez cerradas las urnas, recobrar lo que realmente le interesa: tirar abajo la Constitución de la actual democracia.

El riesgo que un líder así pueda suponer en esta legislatura para la integridad de España y la convivencia de los españoles es limitado, pues su cuota electoral, siendo fenomenal para un primerizo, se queda en el 20 % del Parlamento. Pero se agiganta si otro partido le ayuda a incrementar su peso mediante el pacto sobre sus políticas. Y, contra lo que parecía en la noche electoral después de escuchar las primeras impresiones de los socialistas, lo que parece ahora es que su secretario general, Pedro Sánchez, baraja seriamente la posibilidad de una alianza con los podemitas. Susana Díaz dijo que lo primero es la unidad de España, otros barones como García­-Page, Fernández Vara y Javier Fernández no quieren ver al PSOE en experimentos, e históricos como Felipe González no paran de advertir de los riesgos de esa dictadura con disfraz de democracia que es Venezuela, ejemplo ascendiente de Iglesias. Pero Sánchez ha empezado a ir a lo suyo.

Si no permite que gobierne el Partido Popular, bien mediante un voto de apoyo o una abstención estratégica, es porque va a intentar encaramarse él a la Presidencia del Gobierno, pero con su exigua cuota electoral, la más baja del Partido Socialista desde 1977, necesitará el apoyo de Podemos y de algún otro grupo menor, por ejemplo Esquerra Republicana y Convergencia, que aplauden con entusiasmo el fervor populista por el referéndum. O sea, que Pedro Sánchez ha empezado a jugar con fuego. Vamos a ver si la operación le sale, porque Podemos ya ha dicho que prefiere a un independiente en la Presidencia, pero su decisión de recurrir a los poderes de Pablo Iglesias le puede suponer una hipoteca que acabe costándole/costándonos bien caro.

Esos juegos peligrosos de Sánchez comienzan con el propósito de quebrar la costumbre establecida en la política española de permitir gobernar al partido que ha ganado las elecciones aunque no haya obtenido mayoría absoluta. Adolfo  Suárez gobernó dos legislaturas sin mayoría absoluta, Felipe González otras dos, José María Aznar una y Rodríguez Zapatero dos. De los doce Gobiernos de la democracia, siete los formaron partidos ganadores sin mayoría suficiente que necesitaron pactos. Pedro Sánchez quiere romper ese hábito de nuestra democracia para ponerse él. Si su partido se lo permite, introducirá un peligroso germen de inestabilidad en la política española. Que acabarán pagando él y su partido, pero también España.

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