Luto, evocación a Kirchner y ausencia de autocrítica en asunción de Fernández

  • Con una catarata de elogios a su propia gestión, evocaciones a su marido y antecesor, el fallecido Néstor Kirchner, y algún que otro regaño a dirigentes oficialistas, la presidenta argentina, Cristina Fernández, asumió hoy su segundo mandato con un impecable aspecto y sin abandonar su riguroso luto.

Maricel Seeger

Buenos Aires, 10 dic.- Con una catarata de elogios a su propia gestión, evocaciones a su marido y antecesor, el fallecido Néstor Kirchner, y algún que otro regaño a dirigentes oficialistas, la presidenta argentina, Cristina Fernández, asumió hoy su segundo mandato con un impecable aspecto y sin abandonar su riguroso luto.

Los incesantes aplausos, los cánticos peronistas y los papeles blancos y celestes, los colores de la bandera argentina, que sobrevolaron el Parlamento abrieron la ceremonia de asunción del segundo mandato de Fernández, de peinado impecable y con un vestido negro hasta las rodillas, sin mangas y cubierto de encaje.

Su hija menor, Florencia, el gabinete de ministros y el flamante vicepresidente, el hasta ahora ministro de Economía, Amado Boudou, se sumaron a la fiesta peronista con cánticos, los brazos en alto y los dedos en V.

Tras estrechar fríamente la mano del vicepresidente saliente, Julio Cobos, quien finalizó su mandato como uno de los principales opositores al Gobierno, Fernández ingresó al recinto para jurar en su cargo y pronunciar un discurso de más de una hora en el que no escapó al llanto al recordar a Kirchner, fallecido el 27 de octubre de 2010.

Fernández rompió el protocolo al evocar a su esposo durante la jura y recibir la banda presidencial de manos de su hija menor, en un emotivo gesto en el que no pudo disimular el llanto.

La presidenta juró su cargo sobre la Biblia pero cambió la fórmula final: si así no lo hiciera, que "Dios, la Patria y él (Kirchner) me lo demanden", dijo.

"Por no dejar" sus convicciones, "dejó la vida", afirmó en alusión al exmandatario (2003-2007) poco antes de cerrar su discurso con lágrimas en los ojos, y arropada por sus hijos, quienes también exhibieron gestos de emoción.

"Ay Dios", se le escapó a Fernández al iniciar su discurso ante un recinto repleto de legisladores, funcionarios, militantes, presidentes de la región y artistas, como el premiado productor Gustavo Santaolalla.

En una intervención centrada en temas económicos y en los logros de su Gobierno, la presidenta no se resistió a lanzar algún que otro "regaño", como cuando el timbre que convoca a sesiones parlamentarias sonó por error y la obligó a interrumpir su discurso.

"Julián, esto no pasaba cuando estaba Cobos", afirmó con sorna la mandataria al dirigirse al nuevo presidente de la Cámara de Diputados, el ex ministro de Agricultura Julián Domínguez, que sustituye a Cobos.

También le pidió al legislador oficialista Eric Calcagno que no levantara la mano cuando lo mencionó en su intervención. "No soy la maestra", aclaró.

Muy cerca de la presidenta, Boudou y los ministros de su Gabinete siguieron toda la ceremonia con atención, como también su hermana Giselle Fernández y su madre, Ofelia Wilhelm, que no perdieron ocasión de aplaudirla.

También allí se encontraban Florencia, vestida con un vestido blanco y azul y una imponente adorno negro en su cabeza, su hijo Máximo, de luto, con traje y corbata negra, y la novia de este, Rocío García, con un vestido color crema y negro.

Desde uno de los principales palcos escucharon atentamente el discurso los presidentes de Brasil, Dilma Rousseff; de Bolivia, Evo Morales; de Paraguay, Fernando Lugo; de Uruguay, José Mujica; y de Chile, Sebastián Piñera, así como el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón.

Entre los asistentes también estaban las presidentas de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, que escoltaron en el palco a Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos.

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