La desigualdad y el voto

Cañas y hambre: dos realidades políticas y económicas que conviven en Aluche

La pandemia nos ha dejado imágenes que pasarán a nuestra pequeña historia personal. Sin duda, una de estas fotografías es la de las llamadas colas del hambre.

Efe
Varios clientes conversan en la terraza de un bar en el madrileño barrio de Aluche.
EFE

La pandemia nos ha dejado imágenes que pasarán a nuestra pequeña historia personal. La Fontana di Trevi vacía, la UME entrando en las residencias, los enfermos tirados en los pasillos de los hospitales o los ataúdes agolpados en los tanatorios. Todos estos recuerdos formarán parte de nuestro pasado para siempre. Por desgracia, se convertirán en la narrativa que varias generaciones transmitirán a sus nietos cuando les pregunten qué ocurrió en 2020.

Sin duda, una de estas fotografías es la de las llamadas colas del hambre. Sobre el fondo de esta instantánea se agolpan decenas, cientos de personas que, al menos una vez a la semana, acuden a las puertas de locales a pie de calle en búsqueda de comida. El del barrio madrileño de Aluche, regentado por la histórica y combativa Asociación de Vecinos (AVA), dio el pistoletazo de salida para una nueva carrera del Estado del bienestar: la de la iniciativa ciudadana. La que trata de llegar allí donde el Estado no está y donde, en muchas ocasiones, ni se le espera.

La red de ayuda vecinal, configurada como Grupo de Apoyo Mutuo, comenzó su reparto gratuito de comida en abril del año pasado. Desde entonces, más de 1.500 familias han podido beneficiarse de su iniciativa. En realidad, este ‘beneficio’ ha consistido en el simple derecho de poder comer a fin de mes gracias a una red de voluntarios coordinados por la AVA y a los comercios, mercados y particulares que donan o venden toneladas de alimentos y productos de higiene. Todo un lujo para las personas de decenas de nacionalidades que acuden a este local de apenas unos pocos metros cuadrados situado en la calle Quero 69 y al almacén anexo que hace las veces de base logística de la iniciativa.

Diego Crescente
Cañas y hambre: dos realidades políticas y económicas que conviven en Aluche

Diego Crescente

La pandemia ha mermado considerablemente los ingresos de un buen número de vecinos. Al menos 700 recurren, más bien dependen, semanalmente al contenido de la cesta de la compra proporcionada por la asociación. En los carritos de aquellos que acuden al local se agolpan cartones de leche, potitos, paquetes de arroz o incluso pañales: los productos más demandados de esta despensa social. A medida que la pandemia ha ido recorriendo la espina dorsal de la sociedad, el perfil del ciudadano que acude a este local también ha experimentado cambios.

Si en un primer momento el ‘usuario’ que acudía a la puerta de la calle Quero era el de una mujer inmigrante sin recursos, en la actualidad son familias enteras las que esperan este 'maná', y no todas ellas encuentran sus orígenes en Perú, Ecuador, Marruecos o Rumanía. Por el contrario, cada vez son más los vecinos del barrio, jóvenes y adultos de toda la vida, los que acuden para poder llegar a fin de mes. Los ERTE ya hace tiempo que se convirtieron en realidad, pero no todos los trabajadores han podido agarrarse a este salvavidas. Los que vuelven a los precarios trabajos que tenían antes de la crisis se asoman a una de las grandes paradojas de estos tiempos: ser pobre teniendo trabajo.

Entre cañas y hambre

Apenas a 20 pasos de distancia de la sede de la asociación la realidad se viste de otro color, este mucho más vivo que el morado que tiñe la puerta de entrada del AVA. El paso del tiempo ha hecho que el Parque Aluche, mucho antes Arias Navarro, ofrezca su esplendor lúdico en forma de terrazas, estanques y jardines. 'Costa Aluche' vendría a ser un paseo marítimo localizado en el sur madrileño. Casi una quincena de bares y restaurantes se reparten 300 metros en línea recta, en los que conviven el tapeo de unos con los carritos de la compra de otros.

Es otro de los efectos contradictorios de la crisis. La llamada ‘fatiga pandémica’ y las ganas por vivir al aire libre han llenado las sillas de estas terrazas para poder tomar unas cervezas. Esta vez sí, el consumidor, libre de la autocensura que implica llevar una mascarilla, disfruta en un parque que, en cuanto sale el sol, es el destino perfecto para degustar unos cubos de cerveza con bravas o un verdejo frío con boquerones en vinagre.

A María -nombre ficticio de una inmigrante ecuatoriana que espera en la cola- apenas le restan unos metros para llegar a la puerta de la asociación. A su lado, respetando la distancia social, varios grupos de seis jóvenes se disputan el último sorbo de Mahou en 'El Patio' o en 'El Barrio'. María lleva más de 15 años en España. Hasta hace un año podía compaginar trabajos de limpieza en hogares con el cuidado de "su abuelita". Sin embargo, la anciana de la que cuidaba falleció durante la primera ola del virus. Ahora María sobrevive gracias a su trabajo, pero también por la ayuda que le prestan los voluntarios. Sin ellos no podría llegar a fin de mes, ni, probablemente, enviar a su Guayaquil natal algo del dinero que le sobra cuando llega el día 30.

La calle Quero votó mayoritariamente al Partido Socialista en las elecciones de 2019. Enfrente, según nos alejamos de las terrazas, el PP fue el ganador

A la desigualdad económica le sigue de forma inexorable la desigualdad social. Las asociaciones de vecinos de los barrios madrileños que han sido golpeados por la crisis económica lo saben bien. Según los últimos datos ofrecidos por el INE, la calle Quero, donde se encuentra el local, presenta una renta media por hogar de 25.418 euros y una renta por persona de 11.265. A tan solo 100 metros de allí, estos parámetros casi se multiplican por dos, llegando a los 45.379 y 17.206, respectivamente de sus vecinos del otro lado del parque.

La distancia entre vecinos no es solo económica. La calle Quero votó mayoritariamente al Partido Socialista en las elecciones celebradas en 2019, seguido por el Partido Popular y Podemos. La renta suele tener una relación directa en las preferencias de voto. Enfrente, según nos alejamos de las terrazas, fue el Partido Popular el ganador. A continuación, PSOE y Vox se repartieron el voto. Dos calles, dos realidades políticas y económicas radicalmente distintas. Entre este abismo social, la calle Illescas hace de Rubicón. Es un paso intermedio que separa dos escenarios repartidos por el barrio y que encontramos en todos y cada uno de los distritos y calles madrileñas.

Este movimiento desigual no ha pasado desapercibido para las formaciones políticas que se disputan el voto de los madrileños el próximo 4 de mayo. La estampa de las cañas y hambre en Aluche se complementa con el aria ‘Nessun Dorma’ de Puccini. La caravana electoral del PSOE ha hecho parada y fonda en el intercambiador que dista 150 metros de la última terraza del parque. Entre los árboles se puede observar a Gabilondo, Ábalos, Illa y Maroto defender el derecho de todos los madrileños a tener trabajo. En la cola del hambre comentan su desgracia. "Nosotros lo tenemos, pero somos pobres", se lamentan.

El sol ya ha alcanzado lo alto en el cielo. La cola, poco a poco, se va reduciendo. Los carritos de la compra llenos dejan paso al sonido de las bandejas metálicas. Los vecinos de ambos lados del parque se reparten sus tareas en una mañana de sábado en la que muchas veces hay que elegir si ponerse a la cola o tomarse una cerveza. Al fondo se escucha a Puccini. Turandot ya ha llegado al clímax. ‘Vinceró’ resuena por el parque poniendo fin a una mañana de sábado en un barrio que no votará lo mismo que hace dos años.

Mostrar comentarios