Las calles con más contagios del centro 

Lavapiés, acorralado: "El bar generaba antes 3.200€ cada 'finde'. Ahora, 200"

Consagrado, en gran medida, a la hostelería, el barrio madrileño ve cómo el alto índice de positivos puede meterlos en el saco de las nuevas restricciones; una ruina para muchos de los negocios. 

Pilar, bar de Lavapiés
Lavapiés, acorralado: "Un ‘finde’ entran 200€ en el bar y, antes del bicho, 3.500".
Samuel Martínez R.

Casi todas las copas de cerveza están vacías, limpias y distribuidas en los estantes sobre la cabeza de Pilar. Desde que la pandemia desató la crisis más global que se recuerda, en su bar han pasado de facturar 3.200 euros en fin de semana a 200. "No hay nadie por la calle... ¿Quién se va a sentar en la terraza?", interroga la dueña del 'Maldito querer'. La pregunta es la misma que se plantea el camarero Jaman, que trabaja en uno de los restaurantes indios de la calle de Lavapiés; o Robert, su 'colega' francés que, desde hace un par de años, se gana la vida en un barecillo de la calle del Sombrerete, y cuya respuesta conocen ya muy bien a estas alturas de la película: el miedo. "La gente tiene miedo", espeta Jaman. Pero no solo miedo al contagio, que también, sino temor a no saber qué pasará; a perder el trabajo, al futuro. Y todo ese miedo, desliza Pilar, "vacía los bares". Además, por si fuera poco, Lavapiés es el barrio del centro con una mayor tasa de positivos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días, lo que lo convierte en un perfecto candidato para recibir un nuevo paquete de medidas restrictivas. 

Pilar, propietaria del 'Maldito querer': "En esta calle antes no cabía un alfiler, ahora apenas se sienta nadie en las terrazas"

"Lo que faltaba". Pilar tiene 27 años y es natural del barrio. "Vivo en la parte de arriba del bar", explica. Abrió el 'Maldito querer' hace diez años en una de las calles más vivas de todo Lavapiés, la calle Argumosa. Cómo no, funcionó hasta que, el 14 de marzo, el país quedó suspendido y todos los negocios se vieron en un limbo del que muchos no han salido. "Miro por la ventana", observa Pilar, que solo tiene una mesa ocupada, "y, desde luego, esta calle no se parece en nada a la de antes". La ve triste y no quiere ni imaginar lo que significaría para ella una nueva tanda de restricciones. Hoy por hoy, interrumpe, "ya nos estamos planteando cerrar el bar y alquilar el local", reconoce. Es lo último que querría hacer después del trabajo de diez años, pero con lo que genera "no me da para continuar". A día 22 de septiembre, ni se acuerda del "pico" de clientes que experimentó la hostelería en los días inmediatamente posteriores al confinamiento: "Todo se ha diluido". 

Mesas vacías en Lavapiés
Una gran parte del músculo económico del barrio corresponde a la hostelería. 

Samuel Martínez R.

Con 1185,29 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días, la tasa de contagios de Lavapiés se equipara a la de la Villa de Vallecas (1127,87), La Elipa (1268,87) o Numancia (1190,23), todas ellas zonas básicas de salud en las que ya se han impuesto medidas restrictivas. Las palabras que, en las últimas horas, ha venido subrayando la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso —ninguna zona de Madrid es inmune a las restricciones— caen como una losa en Lavapiés, cuyas calles han cambiado los aludes de ociosos madrileños y turistas, que no dejaban nunca una mesa libre, por un goteo espaciado de vecinos que van y vienen de trabajar y que difícilmente solucionan ninguna papeleta en la hostelería. Cuando los propietarios todavía estaban ingeniándoselas para relanzar sus tiendas y bares, unas eventuales restricciones (que podrían incluir, como ha pasado en las zonas limitadas hasta el momento, el cierre de los negocios a las 22 h) amenazan con escarpar aún más el camino de su recuperación económica.

el dato

  • Lavapiés es el barrio del distrito Centro de Madrid con una tasa más alta de contagios por cada 100.000 habitantes: 1185,29 casos.

Mesas vacías en La India de Lavapiés

La calle de Lavapiés, con el mismo nombre que el barrio, es una calle icónica. Los coloridos letreros de los restaurantes indios a lado y lado de la vía y su oferta gastronómica la convierten en una de las más llamativas y visitadas de la zona. Hasta que llegó el coronavirus, claro. "Ahora todas las mesas están vacías", tercia el camarero Jaman: "Yo solo quiero trabajar. Protegerme y trabajar". Su labor diaria, consistente en pescar comensales, es complicada ya de por sí, pero el contexto de pandemia la dificulta exponencialmente. Está acostumbrado a recibir la negativa de muchos paseantes que declinan su invitación al 'Shapla Indian Restaurant', pero "ahora es mucho más sacrificado", exclama. "A penas pasa gente por delante de la puerta" y los pocos que lo hacen "casi nunca tienen la intención de salir a comer fuera". Jaman sabe bien que unas restricciones parecidas a las que se han aplicado en Vallecas, Villaverde o Usera pondrían las cosas muy difíciles. Lo resume así: "Si no hay gente, no hay dinero". 

Jaman Lavapiés
Los restaurantes indios de la calle de Lavapiés ven cómo sus mesas no se llenan como antes.

Samuel Martínez R.

El camarero desembarcó en Madrid hace 14 años. Lo hizo, como otros muchos, para trabajar. Y es que Lavapiés fue siempre puerto de llegada para personas, primero, de toda España y, ahora, de todo el mundo. El cronista madrileño Ramón de Mesonero Romanones definió así el barrio en el siglo XIX: está "compuesto de la gracia y de la jactancia andaluzas, de la viveza valenciana y de la seriedad y entonamiento castellanos". Ahora habría que ampliar la lista para incluir a los indios como Jaman; a los peruanos como Freddy, que trabaja en una tienda de artesanía; a los venezolanos como Tomás, que, junto a María, una italiana de la Puglia, hace lo propio en 'Fratelli d'Italia', un restaurante de comida para llevar; y a los senegaleses, dominicanos, cameruneses y un largo etcétera. Todos ellos coinciden, por cierto, en algo: nunca vieron el barrio como ahora

"Creemos que las mesas de los bares nos inmunizan"

Algunos, además, están enfadados; cabreados. Es el caso de José María, un comerciante de toda la vida que "veía venir todo el 'boom' de contagios". Se niega a echarle la culpa al gobierno de la nación o al de la Comunidad: "¿Qué lo podrían haber hecho mejor? Pues sí", espeta, "pero aquí la gente se pasea sin mascarilla, en los bares ponen aperitivos para compartir y nos creemos que las mesas de las terrazas nos inmunizan". Eso, dice, "es cosa nuestra". Él sabe que las medidas que puedan llegar a aplicarse no beneficiarán a la economía de la zona, pero también ve que "si no atajamos esto, no vamos a acabar con el virus en la puñetera vida". Se declara "harto de que paguen justos por pecadores" y apostaría por una "red de policías de paisano que metiera mano a todos los que se salten las normas", a todos los que, en definitiva, "ponen en peligro la vida del resto", concluye. 

Freddy, Lavapiés
Freddy trabaja en una tienda de artesanía: "Ya han cerrado muchas tiendas".

Samuel Martínez R.

A un par de cuadras de donde se encuentra la tienda de José María, Freddy, un peruano de 37 años, despacha en un comercio de artesanía y abalorios. "Aquí mucha gente vive del día a día", murmura como queriendo mantener la concentración en los números: "Las restricciones serían un problema". Lo serían para los empleados fijos, para los eventuales y, por supuesto, también para los autónomos como Pilar, del 'Maldito querer'. Cuando ya ha servido las dos cervezas que tenía pendientes, aclara: "Si nos quieren confinar —algo que, visto lo visto, es más que razonable— que lo hagan, cerramos, y que nos den ayudas". Ahora bien, continúa, "si la solución es pedir a la gente que no salga, que no venga a los bares mientras seguimos abiertos... nos están sentenciando a muerte". Tras la barra y tras la mascarilla, y con los ojos clavados en la calle que ha visto desde que nació, cambia el gesto: "No se sienta casi nadie". Las terrazas vacías en pleno septiembre, en Madrid, son un mal augurio. Las restricciones, de aplicarse, el enésimo contratiempo.

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