La nieve bloquea el pequeño comercio

Madrid, sin pan por el temporal y a la espera de género: "Esto es una locura"

Falta de productos, tiendas cerradas, dificultades de acceso... La nieve suma otro factor de incertidumbre al comercio que solo ha tenido unos ganadores: los locales de alimentación que abrieron el fin de semana.

Local barrio Guindalera
Teresa, en la puerta de su negocio, Alimentación Martínez, en Guindalera.
Beatriz Jiménez Nácher

En la esquina de la calle Pilar de Zaragoza con la de Coslada, en Madrid, dos jóvenes colocan varios cartones en el suelo. Hoy (por ayer, lunes) se han resbalado cinco personas a lo largo de la mañana, la última, una mujer de unos cincuenta años a la que le pudo más el susto de levantarse que el de caerse. "Parece que hayan puesto jabón", murmura otro vecino a regañadientes mientras tantea el peligro. Los cartones eran de una chica asiática que está al frente de una tienda de alimentación, una de las pocas que no han cerrado este fin de semana en el barrio de la Guindalera, a pesar de la fuerte nevada provocada por la borrasca Filomena.

No le queda pan. Ha sido lo más demandado por los clientes y, a pesar de tener género almacenado, no ha sido suficiente: "Hemos vendido porque lo teníamos de hace días", explica la joven a La Información. Durante la jornada de ayer, circularon imágenes y vídeos donde se mostraba cómo la comunidad asiática de tiendas de alimentación intentaba abastecer sus locales transportando cajas de pan en el Metro, el único medio de locomoción viable en una ciudad paralizada.  En la calle Cartagena, Teresa tampoco tiene pan. Heredó la tienda de sus padres: "Somos un comercio tradicional de toda la vida, no abrimos los fines de semana. Con la pandemia contratamos a un chico para hacer reparto a domicilio y es así como hemos aguantado", explica bajo una mascarilla de estampado floral.

 Con la nieve no puede repartir a sus clientes de siempre, en su mayoría personas mayores, que no dejan de llamarla por miedo al desabastecimiento. "Hoy es el primer día que abrimos desde el viernes, no ha llegado nada. Esta mañana me han llamado de Mercamadrid y me han dicho que el pedido no llegaba. Ellos tampoco han recibido mercancía", asegura mientras empieza a atender a una clienta. Sabe que no tendrá pollos hasta que llegue el reparto de Unide, otra cooperativa que también les suministra, pero "por suerte aún queda ternera".

La fruta lo ve más complicado. Hasta que la M-30 no esté despejada no podrá coger la furgoneta e ir a comprar al por mayor, y sabe que seguramente la situación se alargue hasta el miércoles. No está angustiada. Después de décadas al frente del comercio, y también con la pandemia, conoce muy bien a la gente del barrio, una clientela que roza la complicidad. "Las señoras mayores se agobian mucho, les llamo y les digo 'tú ya tienes compra'. Tienen otra manera de planearse". Suena la campana de la puerta e irrumpe un hombre en ropa de deporte. Se saludan joviales, él tiene algo que contarle: "Tere, te voy a enseñar un vídeo: estuve esquiando en la estación de buses de Avenida de América, ya verás".

En las calles colindantes a Francisco Silvela solo se escucha el ritmo de las palas achicando nieve. Una señora entra en un 'chino' a pedir una, pero sale con las manos vacías. La escoba con la que intenta rescatar su coche ha sido sepultada, como todo lo visible en la calle, por la nieve. En la plaza de Diego de León una frutería árabe tampoco tiene pan. Solo les queda fruta, y "se conserva muy bien gracias al frío", asegura el hijo del propietario. Enfrente, un Carrefour Exprés que abre todos los días de 10h a 22h tiene una gran afluencia de compradores.

Su responsable, Herminio, explica que ha sido el mejor fin de semana desde que empezó la pandemia. "El sábado vendimos muy bien al estar todo cerrado. Abrimos una hora más tarde pero, eso sí, nos quedamos prácticamente vacíos", puntualiza. Han recibido un lote de carne por la mañana, pero el domingo se acabó todo el pan. Por suerte, uno de sus dos proveedores les ha traído barras y muchos clientes se han marchado con la suya bajo el brazo. Cuenta que no tendrán fruta hasta el miércoles y que, por un lado, es la "mayor venta" que han tenido en mucho tiempo pero, por otro, se prolonga la incertidumbre: "Estamos desabastecidos". 

Si de algo se ha inmunizado el sector de la alimentación durante la pandemia es a la incertidumbre. Mientras algunas tiendas se han visto beneficiadas el fin de semana de la nevada, cafeterías y restaurantes se resienten al ver, mes a mes, cómo sus sillas se vacían. La nevada es "una locura más", explica un empleado de la panadería Granier de la Avenida de América. En lo que va de año ha perdido entre un 50%-60% de ingresos, porque su clientela, en su mayoría ancianos, "ya no se queda a merendar". Con la nieve, los trabajadores que van a las oficinas de la zona tampoco han ido a tomar café. 

No les queda masa de pizza, tampoco tendrán pan para este martes. El último reparto que tuvieron fue el sábado, han ido "estirando" la masa madre y la han ido horneando para el fin de semana pero necesitan más género. "Han dado la noticia de que llegará, pero ¿cuándo? No sabemos". En el local de Unide de enfrente de la parada de la Avenida de América, están en la misma situación. Para ellos, el termómetro de la normalidad ha pasado, en corto plazo, a ser otro, más allá de la Covid. Y ese otro termómetro es la nieve. Como explica el responsable, "a las 18:30 tengo que decirle al repartidor si hay nieve o no y, depende de lo que diga, viene o no viene. Tiene que meter el camión aquí, pero si hay nieve se puede quedar atrancado". 

La ambigüedad que trae 'Filomena' no es extraña. La nieve también lleva implícita una espera. A la espera de productos, a la espera de la normalidad, a la espera de un mundo previrus que se acaba de teñir de blanco repentinamente. Una señora mayor está a la espera de cruzar el paso de peatones. Una vecina le ayuda a descender la calzada porque se acaba de revisar la vista y, entre tanto charco derretido y pupila dilatada, no distingue el blanco del gris. La espera no es extraña en Madrid. Pero, al menos, con la nieve, está más acompañada.

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