Ante la buena estrella de Feijóo

Mañana empieza todo para Sánchez que prioriza a la OTAN y olvida a Andalucía

Salvo milagros de última hora, Juan Espadas se puede quedar lejos de su objetivo, sin conseguir los 33 escaños que sacó Susana Díaz en 2018, sería una catástrofe difícil de digerir incluso en clave nacional.

Pedro Sánchez y Espadas
Mañana empieza todo para Sánchez que prioriza a la OTAN y olvida a Andalucía.
CONTACTO vía Europa Press

Como decía Jorge Luis Borges, “la democracia es el abuso de la estadística”. Superadas las encuestas de estas semanas y todo tipo de resultados y conjeturas sobre los candidatos y los partidos, llega hoy domingo el único momento crucial, que se repite más o menos cada cuatro años, y en el que los políticos quedan postergados a un lado para que los ciudadanos den su “único” paso adelante, el que los convierte a la sazón en la soberanía nacional, y el que les hace decisivos a la hora de introducir su papeleta. Tampoco es mucho el trabajo de la ciudadanía, pero sí es decisiva su complicidad y su participación para elegir a los “buenos” representantes. Es el gran juego de la política y la democracia, algo denostada en estos tiempos raros en los que el populismo intenta hacerse un hueco; pero ahí sigue ella haciéndose imprescindible para garantizar, al menos, cierta libertad y un relativo funcionamiento social y económico.

En el equipo de Pedro Sánchez, hace tiempo que han apelado al viejo truco de la zorra, decir que ¡las uvas no están maduras! y despreciar este triunfo electoral porque básicamente, y salvo milagros de última hora, no podrán alcanzarlo por mucho que lo deseen, y porque Juan Espadas se puede quedar lejos de su objetivo, sin conseguir los 33 escaños que sacó Susana Díaz en 2018, sería una catástrofe difícil de digerir incluso en clave nacional. Las derrotas siempre son huérfanas pero en este caso tienen un padre que va más allá del candidato andaluz, y se llama Pedro Sánchez, que ha puesto mucho de su parte para que las cosas no salgan bien en el PSOE. Quizá lo que más ha perjudicado sea la imagen del presidente dando mítines en Andalucía a la vez que arropaba a Bildu y ERC, dos “amistades peligrosas” que no se digieren bien por estas tierras, sin olvidar su actitud con el Sáhara y Marruecos, y los graves problemas de bolsillo que también tendrán su factura.

De ahí, que el Gobierno de la nación decida pasar página inmediatamente y centrarse en otras cuestiones más optimistas, aunque esas también escasean porque la situación del país se está convirtiendo en funesta tirando a nefasta, empezando por la economía inflacionista, siguiendo por el debilitamiento de las instituciones públicas y rematando los precios de la electricidad o de los carburantes. El único “descansillo” que le queda al presidente para tomar un poco de aire es la organización en Madrid dentro de diez días de la cumbre de la OTAN. Algo que al él le entusiasma y cree que le podrá dar un rédito político por la presencia de destacados mandatarios, entre ellos el deseado Joe Biden. Sin embargo, no parece que ello despierte la pasión de los españoles y se olviden de los problemas reales.

El Ejecutivo, guiado por Sánchez, tiene claro que sus objetivos están puestos en septiembre, una vez finalizado el susodicho encuentro de la OTAN y la llegada de las vacaciones. Intuyen que su verdadero éxito y explosión definitiva llegará con las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023, que son la prueba de fuego de cara a las generales de finales del próximo año. Por ello intentan menospreciar el resultado de las autonómicas de Andalucía, señalando que ha sido el PP quien ha llevado a cabo su estrategia de adelantar los comicios para crear un clima de opinión favorable, pero según el PSOE los equilibrios territoriales realmente no han cambiado y el PP no ha ganado ningún nuevo gobierno. Consideran que todo su “éxito” se circunscribe a Ciudadanos, cuyos votantes se recolocan en la papeleta de los populares. Veremos si también algunos socialistas moderados deciden apoyar la mayoría de Moreno Bonilla para que no gobierne con Vox, algo que intuyen las encuestas.

En Moncloa y en la calle Ferraz confían que ese mes de mayo será su gran oportunidad y podrán recuperar su fuerza en las urnas y eso les dará el impulso que precisan para la recta final que señalan para el final de la legislatura de 2023. Aunque discretamente también admiten que la situación es cada día más dura y que se complica por momentos, pero que algo hay que hacer para distraer la atención de la derrota, que se asume porque no hay más remedio pero perder Andalucía una vez más escuece mucho, sobre todo por lo que representa en la tradición política socialista.

Gobernar con las manos libres

Cuando le hablas a Moreno Bonilla del “síndrome Arenas”, traga saliva y luego te explica que él vivió de cerca esa situación y que en esa ocasión se pecó de excesivo triunfalismo en 2012, y que los 50 escaños que consiguió Javier Arenas no sirvieron de nada porque la izquierda se unió contra el PP. No es que llegue la hora de devolver la pelota al PSOE, eso ya sucedió en 2018 cuando Moreno Bonilla formó gobierno con tan solo 26 escaños, gracias al apoyo de un “Ciudadanos” que hoy puede quedar fagocitado por la propia dinámica electoral.

Ahora llega la hora de conseguir la mayoría y poder gobernar en solitario, eso abriría un nuevo estilo de gobierno, algo distinto, sobre todo porque Vox no es Ciudadanos y ambos estilos diferenciados acabarían notándose a la hora de hacer política. Si Moreno consiguiera esos 50 diputados que consiguió Arenas hace diez años, el presidente en funciones de la Junta se daría un canto en los dientes. No tendría la mayoría absoluta, que está en 55, pero sería una ventaja muy amplia para que Vox exigiera formar gobierno, y más si las izquierdas en grupo no superan esa diferencia particular.

Vista en perspectiva, la campaña electoral ha ido a favor de Moreno Bonilla que no ha sufrido un gran desgaste político, ni tan siquiera en los temas difíciles como el paro; aunque quizá ha sido así porque en esa cuestión las cosas han mejorado algo a pesar de la gran dificultad que tiene Andalucía para crear empleo estable y no solo discontinuo. Sin embargo, el principal problema que los votantes han podido oír durante estos días de campaña ha sido si Vox es un partido indeseable para la humanidad o más bien el “monstruo de las galletas”, y poco más.

Todo giraba en torno al partido de Abascal y de Macarena Olona, de ver cómo podía ser desactivado estratégicamente por los demás rivales. Salvo Yolanda Díaz que se planteó una posible abstención para dejar libre al PP de la presión de los verdes, los demás partidos de izquierda han estado especulando sobre las maldades de Olona y sus teorías sobre la enseñanza de “la masturbación” infantil en los colegios. Contenidos muy ligeros pero muy poco útiles o sustanciales, quizá porque lo que desean los electores, o más bien los políticos es no debatir de grandes cuestiones no sea que les pillen en algún renuncio o en su ignorancia supina. No es por nada, pero el nivel de los políticos cada día es más lamentable. Bueno, y el de los periodistas también, sin ninguna duda.

Estos comicios van a tener una proyección nacional por mucho que no le guste a Sánchez y a su equipo de creativos.

La clave de futuro de la izquierda no pasa tanto por señalar las cosas buenas o malas que haga el PP en la Junta o donde sea, sino por colgarle el sambenito de que ellos son la pareja de hecho de Vox. Si Feijóo, a la sazón Juanma Moreno, queda libre de todo pecado en las eleciones andaluzas y no se ve obligado a pactar con Vox, a pesar de mantener el pecado venial de Castilla y León, la izquierda en general y el PSOE en particular tendrán más problemas para explicar y justificar sus “miedos” de que viene la derecha del brazo del lobo. De todos modos, aunque Moreno consiga su mayoría soñada, nada cambiará y la constante será la misma porque hoy por hoy utilizar el reclamo de Vox parece la única idea “brillante” que tienen los estrategas de Moncloa.

La vida de Sánchez pende de un solo hilo: identificar al PP con Vox, y a Feijóo con Abascal; todo lo demás se pierde en el limbo de la política. Esa es su gran aspiración y su gran apuesta, que de momento, y hoy domingo lo veremos, puede que deje mucho que desear ya que los votantes le han podido perder el respeto a la presencia de Vox, o lo han reconvertido en apoyo directo al PP, ambas cosas poco productivas para los intereses socialistas.

A partir de mañana no todo será igual por mucho que los derrotados quieran disimular y minimizar estas elecciones. Estos comicios andaluces van a tener una proyección nacional por mucho que no le guste a Pedro Sánchez y a su equipo de creativos. Ni la extrema izquierda, enfrentada entre sí y descompuesta con tantas siglas y cambios de líderes, tiene tampoco un futuro interesante ni en el sur ni más arriba de Despeñaperros, y menos si añadimos la pesadilla moral del caso Mónica Oltra, una carga de profundidad que solo acabará cuando ella abandone su cargo, mientras tanto será el eco de un lamento que todos los ciudadanos oirán a diario.

Por otra parte, está también el polo opuesto -aunque los extremos casi siempre acaban tocándose-, y la extrema derecha de Vox tiene pendiente explicar aún su papel político, altisonante en cuanto a las formas y el tono; o más bien obstruccionista con la pretensión de asaltar los cielos por la vía directa como en su día quiso hacer Pablo Iglesias, y así le fue a Podemos y a él mismo. Es cierto que en algunos casos el PP ha necesitado del apoyo de Vox, pero en el fondo quien más necesita del partido de Feijóo es el partido de Abascal, que dado su tamaño debe aprender a jugar sus cartas con habilidad e inteligencia, tomando nota de cómo les ha ido a otros partidos y políticos que ayer eran mucho y hoy viven de las vacas flacas, como Rivera, Iglesias, Casado, etc.

En política y en todos los órdenes de la vida se agradece mucho saber escarmentar en cabeza ajena y no romperse la cornamenta embistiendo con más testículos que neuronas. Mañana empieza todo para Andalucía y para España, veremos quién toma buena nota de ello y cambia algunas cosas, las que sean precisas, o quién se empecina en su obstinado estrategia de no cambiar nada hasta que llegue la derrota final. 

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