Mentiras y trucos del caso que lo cambió todo

  • Hace sólo unos días se cumplía el octavo mes de la desaparición de una adolescente. El pasado 24 de enero una chica de 17 años se retrasaba a la hora de regresar a su casa y sin saberlo le ponía nombre a uno de los casos más intrigantes, más extraños y más complicados de los que ha tenido que ocuparse la Policía en la historia reciente de nuestro país. Marta del Castillo había desaparecido.
Miguel Carcaño, asesino confeso de Marta del Castillo
Miguel Carcaño, asesino confeso de Marta del Castillo
lainformacion.com
Alfonso Egea para lainformacion.com
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Cuando parecía que los investigadores del caso habían bajado los brazos, cuando todo indicaba que el proceso de la instrucción judicial iba tocando a su fin, ayer un nuevo titular volvía a sorprender: "El juez ordena que busquen el cuerpo de Marta del Castillo en Camas". Y hace tiempo que aprendimos que en este caso nada ocurre porque sí. Con Miguel Carcaño, el asesino confeso de la joven, entre rejas, con sus presuntos cómplices, Samuel Benítez y el menor de edad Javier, alias "El Cuco", a buen recaudo, y con otros dos imputados, el hermano de Carcaño y la novia de éste, libres pero imputados, no es difícil imaginar de qué hilo ha tirado la Policía para dar con este nuevo escenario, esta nueva pista, esta nueva esperanza para una familia que lleva ya mucho esperando que Marta regrese con ellos.

La respuesta tiene nombre, se llama Rocío, apenas tiene 15 años y es un personaje secundario en esta historia que puede esconder todas las claves de tan execrable crimen. Rocío, con 14 añitos, mintió a la policía, mintió a su familia, mintió en directo y en prime time. Dijo que nada sabía de lo que su novio había hecho o no con Marta, dijo que la noche que Miguel asesinó a la joven ella no le notó nada extraño, que durmieron como cualquier noche, sin más. Pero olvidó mencionar el detalle de que Miguel, al día siguiente, le confesó con pelos y señales cómo y por qué había matado a Marta y dónde se había deshecho de su cadáver.

Aquel día dijo que lo habían arrojado al río, al famoso ríodonde Miguel un día contó que en compañía de sus amigos había ocultado elcuerpo de la joven y la vergüenza de haberla asesinado. Pero Rocío tampoco dijoese día toda la verdad.

La investigación quelo cambia todo

Voy a imaginar, por un momento, que usted salió de España el23 de enero de este año y que regresó ayer. Que allá donde estuvo no ha tenidoacceso a Internet y que nada sabe del caso de Marta del Castillo. Lo voy aimaginar para poder explicarle los hechos que han rodeado a una investigaciónque lo ha cambiado absolutamente todo.

Semanas después de la desaparición de Marta la Policía, a través de suUnidad de Menores (GRUME), detuvo a Miguel Carcaño. El chico, amigo de la jovendesaparecida, había sido la última persona que había visto a Marta con vida yse convertía en el principal sospechoso del caso cuando en la chaqueta quellevaba aquella noche se encontró sangre de la adolescente desaparecida.

Un cotejo con el ADN del cepillo de dientes de Marta fue laprimera palanca que doblegó la voluntad de Miguel, quien hasta la fecha habíasoportado frío como un témpano todos los interrogatorios a los que los agentesle habían conminado. Pero aquella confesión hoy sabemos que sólo fue la 1.0, laprimera versión pergeñada por la mente de un chaval de 18 años al que mediopaís se empeña en atribuir una mente criminal privilegiada y que realmente noes más que un buscavidas que siempre ha apostado por aquella puerta que se haencontrado abierta.

Y después de Miguel la Policía detuvo a Samuel, traicionado por su amigo,quien de él dijo que fue la mente y las manos que pensó y materializó cómodeshacerse del cuerpo. Samuel confesó, es cierto, pero lo sorprendente no esque lo hiciera, sino que con sus palabras desmontara una coartada que el tiempoha demostrado que es más que sólida.

Samuel Benítez cuenta con una auténtica manada de testigosque lo sitúan lejos del escenario del crimen a la hora que éste debiócometerse. Por cierto, un dato este imposible de esclarecer por el momento. Ydespués vino El Cuco, un chaval de 15 años a quien Miguel ha otorgadodiferentes papeles en sus declaraciones según le ha convenido. El Cuco ha sidodurante 8 meses desde colaborador necesario atenazado por el miedo, a violadorconsorte llevado por las drogas, pasando por asesino material y agresor sexualconsumado mientras amenazaba a su amigo, cuatro años mayor que él.

¿Saben una cosa? No existe ni una sola prueba física queincrimine ni a Samuel ni a El Cuco en el crimen de Marta. Sólo las palabras deMiguel. Y nunca antes las palabras de un acusado han jugado un papel tandeterminante en un caso, pero ¿qué esperábamos? La Ley lo ampara. Un acusadopuede declarar tantas veces como estime oportuno y en todas ellas puede mentirtantas veces como deseé.

¿A quién protegeCarcaño?

Pero el quid de la cuestión no es que Miguel mienta, sino,¿por qué miente? Carcaño lo tiene crudo, nada ni nadie le libra de la más altade las condenas por este caso, y ahora que sabemos que serán nueve ciudadanoslibres quienes lo juzguen, menos aún. ¿A quién protege Carcaño? La Policía está convencida deque esa persona es Francisco Javier Delgado, hermano por parte de madre ypareja sentimental de María García Mendaro, ambos imputados en la causa y ambosen libertad, una libertad, por cierto, de la que mucho habría que hablar, yaque pese a compartir los mismos cargos que Samuel Benítez, la pareja disfrutade sus días lejos de Sevilla, en otra provincia andaluza, a la espera de lo quedeparen los acontecimientos. Y lo crean o no, de la participación o posiblerelación con el crimen de los anteriormente nombrados poco más se puede rascar.

Miguel fue cambiando sus declaraciones y aportó hasta cincoversiones distintas del mismo hecho. En algunas Samuel ayudaba a sacar elcuerpo de la casa y en otras Carcaño lo exculpaba por completo, en unas Martamoría a las nueve de la noche y en otras cuando eran las diez y media pasadas.En el sumario del caso existen testimonios objetivos y demoledores, como los deun vecino de Carcaño y su novia que juraron ver a Miguel a las una y media dela madrugada del día de autos en el rellano de su casa, frente a un espejo, conuna silla de ruedas… y estaba sólo.

Si su hermano estuvo en la casa mientras mató a Marta odespués, si la novia de éste vio a Miguel allí esa madrugada porque se quedóestudiando en la habitación de su novio, esos son datos que sólo Miguel conoce,que nunca ha contado y que los afectados jamás han reconocido.

La clave está enCamas

Así que hagamos como la Policía y pensemos que todos loscaminos llevan a Camas.

En Camas Miguel durmió tras matar a Marta, allí llegó a lasonce menos diez de la noche según su joven novia, la madre de ésta y otrosmiembros del clan. Y de allí se marchó poco antes de las cinco de la madrugada,camino de su trabajo, un bingo que tenía que limpiar.

El pasado 24 de septiembre la Policía firmó un informeque estaba en la mesa del juez instructor del caso al día siguiente. En élaseguran que han vuelto a interrogar a Rocío, la novia, y que ésta ha ampliadosu confesión inicial: Miguel le contó el crimen, sí, le dijo que había matado aMarta, sí, pero no que su cuerpo descansaba ya en las aguas del ríoGuadalquivir o escondido entre la basura del vertedero de Alcalá de Guadaira… elcuerpo de Marta, según el informe policial, basado en una declaración de unamenor que ha contado más mentiras que verdades dice que Marta está a unoscentenares de metros de donde aquella noche durmió Miguel después de matarla:en Camas.

Hace un par desemanas los agentes echaron un vistazo por una arboleda cercana a la casa de Rocío. Nada. Ahoraquieren buscar en una zanja, una zona cercana a un arroyo que la Unidad Especial dela Policía deSubsuelo ha confirmado que ha sido cubierta con tierra en los últimos meses. Lahisteria colectiva ha hecho que un vecino haya recogido una sábana con restos "de color rojo oscuro" en lazona… todos quieren encontrar a Marta. Y yo desconfío, de Miguel, de su novia yde una pandilla que sólo ha conseguido incrementar dos cosas: el dolor de unafamilia y el odio de la sociedad que tiene que juzgarlos. Hoy tal vez un agentegrite que han encontrado algo, un resto, un vestigio, una prueba… habrán tenidoque pasar ocho meses para dar con una certeza en un caso que lo ha cambiadotodo.

* Alfonso Egea es periodista de investigación y autor de unlibro, que se publicará en los próximos días, sobre el caso Marta del Castillo.

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