Así cayó Rivera al abismo: los momentos clave detrás de la debacle de Ciudadanos

  • El partido naranja tocó su techo el pasado mes de abril cuando logró 57 diputados. Varios hechos explican por qué ahora tienen solo diez.
Albert Rivera, tras su dimisión como líder de Ciudadanos
Albert Rivera, tras su dimisión como líder de Ciudadanos

Ciudadanos vive un drama político desde la noche del 10 de noviembre. La pérdida de 47 escaños al pasar de 57 a 10 diputados en tan solo seis meses de diferencia evidencia que su discurso de los últimos meses no ha convencido en absoluto al electorado que les dio su apoyo el 28 de abril. Un éxito en las urnas que acabó por ser contraproducente para Albert Rivera y los suyos, especialmente por varias decisiones que no les favorecieron en las semanas siguientes a las primeras generales de este año. Decisiones que explican esa caída al abismo del ya expresidente, que dimitió el pasado lunes por los malos resultados.

La no investidura de Arrimadas

El más alejado en el tiempo ocurrió hace casi dos años en Cataluña. Inés Arrimadas ganó las elecciones de diciembre de 2017 por delante de los partidos independentistas, pero tenía muy difícil acceder a la presidencia de la Generalitat por los pactos entre quienes impulsaron el 'procés'. La líder catalana decidió no presentarse a la investidura por este motivo, evitando dar la batalla al candidato de Junts per Catalunya, que acabó siendo Quim Torra.  Esto se vio como un error y una "catástrofe" en varios sectores de Ciudadanos, como apuntan fuentes consultadas por La Información.

Las mismas fuentes sitúan este momento como uno de los que marcó el devenir, ya que desde entonces se perdió toda la influencia que consiguieron tras años de esfuerzo. A esto hay que sumar la partida posterior de Inés Arrimadas a Madrid para ejercer de 'número 2' de Rivera a todos los efectos. El liderazgo catalán pasó a manos de Lorena Roldán, que no ha conseguido el predicamento entre la militancia de su predecesora y que no se salió de la línea dura. Lo que suponía insistir en la línea 'derechizada' marcada por los reproches al Gobierno de Pedro Sánchez y contra el soberanismo catalán. Todo en medio del auge de Vox.

Los pactos con PP... y Vox

Los resultados de las autonómicas y municipales pusieron a Ciudadanos en una encrucijada. Especialmente en el ámbito de las comunidades, donde tenía la llave. Este dilema se produjo en medio de esa estrategia por acaparar el voto de la derecha, lo que coincidía con el gran poder obtenido en todos esos procesos electorales. Ese rechazo a Pedro Sánchez acabó por inclinar la balanza para que se pactara con el PP en las comunidades de Madrid y Murcia. Una alianza que necesitaba del respaldo desde fuera de Vox, tal y como pasaba en Andalucía. La oposición a los socialistas era tal que Ignacio Aguado justificó su 'no' a Ángel Gabilondo con que quería "liquidar" a los madrileños a impuestos y "romper con la libertad".

Lo mismo ocurrió en Murcia, donde el PSOE y los naranjas sumaban los escaños suficientes para la mayoría absoluta. Pero Rivera y los suyos optaron por mantener al PP de Fernando López-Miras en el gobierno con el apoyo de los de Santiago Abascal. Pero aún más llamativo fue lo ocurrido en Castilla y León. Francisco Igea alcanzó el liderazgo regional después de que se anularan las primarias por el 'pucherazo' que dio la victoria a la ex 'popular' Silvia ClementeLo que motivó que las sospechas sobre Cs se dispararan. Las disensiones de Igea con Madrid eran notables, debido a que se mostró partidario de pactar con los socialistas para apear del poder a los de Pablo Casado. Pero las presiones estatales acabaron por convencer el líder regional, que entregó sus votos a Alfonso Fernández Mañueco. El giro para intentar dar el 'sorpasso' al PP volvió a imponerse. Y ya empezaba a hacer mella para el futuro.

Cs no se mueve mientras PP y Vox sí

Los peores resultados en la historia del PP el 28 de abril fueron una advertencia para Pablo Casado. Desde ese momento, marcó distancias con Vox y, a pesar de los pactos autonómicos y municipales, se movió para recuperar el centro. Algo que hizo en todos los ámbitos, incluso en el de su aspecto, con esa barba que le permitía dar una imagen más institucional. Además, recuperó para puestos de salida de Madrid en el 10-N a políticas del sector moderado como Ana Pastor,a  la vez que recuperó a Elvira Rodríguez. Atrás quedaban los meses en los que el discurso era ofrecido por Adolfo Suárez Illana y Cayetana Álvarez de Toledo. Nada de esto sirvió de aviso para la dirección del partido naranja, que mantuvo sus planes. 

En el caso de Vox, Santiago Abascal estaba en una tendencia positiva para la extrema derecha. Lo que proponía siempre iba mucho más allá que sus competidores, con la idea de aglutinar el voto de quienes querían 'mano dura' con Cataluña y defendían la unidad del Estado por encima de todo. Ante esta incipiente moderación de quienes aspiraba a superar y al auge de una propuesta mucho más contundente, Rivera no se movió de su sitio. Mantuvo la línea dura y no ofreció otras propuestas distintas. El PP acabó por ganar 23 escaños con respecto a abril. Vox se disparó hasta los 52. 

La oferta a Sánchez a última hora

Tras pasarse varios meses hablando de "la banda" del presidente del Gobierno y acusarle de tener un "plan" contra España, Albert Rivera cambió de idea con respecto a Pedro Sánchez. Y lo hizo a solo un día de que expirara el plazo para evitar la repetición electoral en noviembre. Sus condiciones para una abstención conjunta con el PP no convencieron ni a Génova ni a Ferraz. Esto provocó el enfado interno en varios sectores del partido, donde se lamentaba este cambio de parecer tras todo el tiempo que Cs pasó en el 'no es no'. Pero no supuso una gran crisis como la que tuvo lugar durante el verano de este 2019, con las dimisiones de Toni Roldán o Javier Nart por su rechazo a los planes del líder. Y que fue otro momento clave para entender lo que ocurre en la actualidad.

La campaña del 10-N: del perro al adoquín

La exposición del líder para intentar que sus votantes no se desmovilizaran y optasen por otra fuerza ideada para la campaña de las generales de noviembre no funcionó. De hecho, las chanzas sobre algunos momentos, como el del perro Lucas, superaron a las críticas negativas. Esa apuesta por redes como Instagram no resultó efectiva, como tampoco lo fue el ofrecerse como defensor de los intereses de las familias y de los autónomos.

Una estrategia fallida que se evidenció aún más durante el debate electoral del 4 de noviembre. La primera intervención de Rivera fue para mostrar un adoquín de los que, según él, se habían utilizado para agredir a la policía durante los disturbios por la sentencia del procés. Además, se encontró con que tanto Pablo Casado como Santiago Abascal le replicaban todos sus argumentos, negándose a aliarse con él para desgastar a Sánchez. Al día siguiente, se conoció que lo que presentó como una parte de una acera de Barcelona se podía comprar en Amazon. 

Una semana después, y por el cóctel de todo lo anterior, Rivera anunció su marcha. Lo que ha provocado una crisis interna y que los movimientos soterrados por heredar su puesto ya hayan comenzado. 

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