Nada, una niña contra todo

  • El día 8 acabó el calvario de Nada en la selva boliviana. Durante siete meses Nada, de nueve años entonces y de origen marroquí, fue agredida sexualmente por su secuestrador, durmió en el suelo, trabajó de sol a sol y sufrió las picaduras de todo tipo de insectos. Gracias a su inteligencia y capacidad de adaptación, logró sobrevivir.

Sagrario Ortega

Madrid, 22 mar.- El día 8 acabó el calvario de Nada en la selva boliviana. Durante siete meses Nada, de nueve años entonces y de origen marroquí, fue agredida sexualmente por su secuestrador, durmió en el suelo, trabajó de sol a sol y sufrió las picaduras de todo tipo de insectos. Gracias a su inteligencia y capacidad de adaptación, logró sobrevivir.

Cuando los agentes de la Guardia Civil y de los Mossos d'Esquadra la liberaron en la zona selvática de El Chapare, la niña presentaba picaduras por todo el cuerpo, tenía garrapatas y otros signos de un deteriorado estado físico del que seguramente podrá recuperarse.

Pero son las heridas psicológicas las que más tardarán en curar, como dice a Efe el teniente José Miguel Hidalgo, miembro del equipo de Homicidios y de Secuestros de la Guardia Civil, uno de los "ángeles de la guarda", como la propia Nada les definió, y que acompañó a la menor de vuelta a España después de pasar también, como el resto de los agentes, su particular calvario en la búsqueda de la pequeña.

Será la investigación policial y judicial la que determine por qué los padres de la pequeña, que acaba de cumplir diez años, la autorizaron a pasar una semana de vacaciones con el que luego sería su secuestrador, Grover Morales -en España se hacía llamar Raúl Hernán Miranda Pérez-, un vecino de L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) al que conocían desde hacía pocos meses.

El juez, que tendrá que aclarar si hubo algo más que un engaño, ha imputado a los padres por un delito de abandono, en tanto que Nada ha pasado a disposición de un centro de atención a la infancia y la adolescencia de la Generalitat de Cataluña.

Fue el 27 de agosto del pasado año cuando Grover y la niña partieron desde el aeropuerto madrileño de Barajas con destino a Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Unos días más tarde, el 5 de septiembre, los padres de la menor denunciaron su desaparición en una comisaría de los Mossos en L'Hospitalet.

Comenzó entonces un periplo policial encaminado a localizar al secuestrador, un hombre con antecedentes por abusos sexuales en Bolivia, donde, según fuentes de la investigación, había violado a sus dos hermanas de madre, de 11 y 13 años.

Grover es un hombre devoto de la Asociación Evangélica de la Misión Israelí del Nuevo Pacto Universal, que exige a los que quieren ser líderes tomar a una menor virgen de 10 años, motivo por el que pudo querer secuestrarla para casarse con ella.

Sea como fuere, explica Hidalgo, Grover estaba obsesionado con los menores desde muy joven, como muestra la violación de sus propias hermanas.

No fue fácil localizarle. Los investigadores sabían que llevaba un teléfono móvil español, pero por un fallo en la investigación de los agentes bolivianos, Grover supo que se le estaba buscando, se deshizo del aparato y huyó con la niña de Cochabamba, donde hasta entonces residían en una vivienda infrahumana.

Ambos se adentraron en una zona selvática de difícil acceso, también para la Policía boliviana, escasa de medios técnicos. Por ello, se pidió una comisión rogatoria para que los Mossos y la Guardia Civil pudieran echar una mano en la búsqueda, aunque debido a la burocracia los agentes españoles no pudieron viajar hasta el 27 de enero.

Ya en Bolivia, lograron localizar, el día 30, la casa de Cochabamba que el secuestrador y la niña habían habitado al menos en dos periodos, el último de ellos desde finales de diciembre y hasta el 29 de enero, justo el día anterior a la llegada a la vivienda de los investigadores españoles.

Grover y Nada, relata el teniente Hidalgo a Efe, abandonaron la casa porque el hombre necesitaba dinero y volvió a la selva para trabajar en las plantaciones de coca.

Tras varias batidas, lograron localizar en Villa Unión, en la zona de Ivirgarzama y Entre Ríos, algunas chozas en las que la pareja había vivido, pero no se encontraban en el lugar.

La climatología complicó a los agentes la búsqueda. Las lluvias provocaron inundaciones y corrimientos de tierra y desbordaron los ríos, por lo que decidieron volver a España ante el peligro que ellos mismos corrían y la dificultad que en esas condiciones entrañaba su labor.

"Dimos una tregua al tiempo", continúa el teniente de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.

Ya de vuelta a Bolivia, los agentes tuvieron conocimiento de que Grover se había puesto en contacto telefónico con una persona desde una cabina en medio de la selva, cuya batería se recarga con placas solares y desde la que apenas se puede llamar entre 15 y 20 minutos diarios.

Nunca pensaron que el secuestrador se había adentrado tanto, ya que hasta ese lugar al menos había que caminar 18 horas. Los agentes lograron cruzar dos ríos, pero fue imposible salvar un tercero. Tampoco parecía buena idea aproximarse con un helicóptero, ya que se escucharía el ruido y Grover podría escapar.

Finalmente, y a través de agentes de narcóticos, se negoció con sindicalistas cocaleros que controlaban los poblados, a quienes se les convenció de que sus propias familias corrían riesgo con la presencia del secuestrador.

Una cuadrilla de ocho o diez hombres retuvieron a Grover a la fuerza en la caseta donde vivía y entregaron a Nada a las mujeres hasta que agentes españoles y bolivianos la rescataron en un helicóptero y arrestaron al secuestrador.

La niña estaba "machacada" físicamente, con "picaduras por todos los lados y garrapatas". Grover la obligó a caminar kilómetros y kilómetros por montañas y a través de la selva.

Lo primero que preguntó a los agentes es si creían que iba a perder el curso, porque su único deseo es "estudiar, estudiar y estudiar", cuenta Hidalgo.

Durante esos siete meses Nada no tuvo ni un solo juguete y durmió en el suelo "como todo el mundo", según les dijo a los guardias.

Una niña lista, prosigue Hidalgo, que se adaptó muy rápido a la situación y que desde el primer momento fue consciente de que no iba a volver a su casa.

Grover, un hombre violento, se deshizo de su pasaporte y acusó a la pequeña de perderlo, pero ella sabía que no había ocurrido así.

Nada ha sobrevivido "por lo viva e inteligente que es". Porque es "superlista y adaptativa a cualquier tipo de medio", asegura Hidalgo, quien la define como una niña "normal y muy cariñosa".

Fue una lucha de Nada contra todo. Una lucha que no ha acabado y que esta niña merece ganar. "Se merece un buen futuro", como desea emocionado el teniente Hidalgo. Irá a verla para devolverle el "besazo enorme" con el que Nada se despidió de uno de sus ángeles de la guarda.

Mostrar comentarios