Netanyahu, entre los ultraortodoxos y el centro de Kulanu para armar el gobierno

Netanyahu ha dado un vuelco a lo que pronosticaban las últimas encuestas de este pasado lunes por la noche. El líder conservador ha conseguido alzarse con 30 escaños, los asientos con los que su partido, el Likud, tendrá parte de la tarta del parlamento israelí, la Knesset. El que parecía dar la sorpresa de la noche, el partido Unión Sionista, ha obtenido 24 escaños.

Visto este contexto está claro que ahora es tiempo de pactos, ante el fragmentado resultado de las elecciones. Por una parte Benjamín Netanyahu ya parece tener claro el acuerdo con sus socios más ortodoxos, tiene a su lado a Shas y a UTJ con siete escaños, y por otro a los representantes de la derecha, Yisrael Beiteinu, con seis, y el Hogar Judío con 8.

La Lista Árabe conjunta se ha quedado finalmente con catorce escaños, Yesh Atid, con once y Kulanu, con diez (estos dos últimos los partidos del centro), mientras que Meretz (de izquierdas), con cuatro. Además su lideresa ha renunciado a su cargo este miércoles al considerar desastroso su resultado.

Pero, ¿cuáles son los escenarios de los pactos y qué consecuencias tendrían?

Como ya es sabido Netanyahu se vio obligado a disolver su gobierno y convocar elecciones anticipadas, pues aun no había terminado su mandato. Este era el tercero como primer ministro, lo inició en 2013, y aun le quedaba un año de legislatura. No es un secreto que, desde que se celebrasen las primeras elecciones parlamentarias en 1949 tras la formación del Estado de Israel, no ha habido una mayoría parlamentaria clara para formar gobierno. La Knesset, la cámara israelí, está formada por 120 asientos con lo cual teniendo en cuenta la fragmentación el resultado de las negociaciones es difícil de prever.Mayorías precarias

Para tener la mayoría requerida y formar gobierno se necesitan 61 escaños, una mayoría que se puede tambalear en cualquier momento por la inestabilidad.

Si Netanyahu pacta con la derecha y los ultraortodoxos se puede llegar a acercar también a los partidos de centro por pura necesidad. Ahí jugará un papel clave Kulanu, una formación escindida de Likud y que capitanea Moshé Khalon. Este, más moderado, social y de centro, ha hecho un llamamiento a volver a las raíces primigenias de Israel, pero también exige más medidas sociales. Ahí está el talón de Aquiles, pues el primer ministro mantiene una pugna con el problema de los asentamientos judíos en los barrios árabes de Jerusalén. Además ha señalado que no habrá Estado palestino. Otro problema añadido.

Sería más difícil que Netanyahu acudiera a Yesh Atid, pues hay que recordar que el ministro de Finanzas de este gobierno saliente, Yair Lapid, fue uno de los que se rebelaron y por eso hubo que convocar elecciones anticipadas.

No obstante medios israelíes como Yediot Aharonot hablan de que la reelección del primer ministro saliente puede significar el aislamiento en materia internacional. Cierto es que la última ofensiva de Israel contra la Franja de Gaza, "Margen Protector", ha supuesto una gran perdida de popularidad de Netanyahu, pero no parece haber hecho suficiente mella a la luz de los resultados.

Por otra parte, medios como Vox también apuntan a la coalición que podría formar el otro entente. Es decir, que la Unión Sionista de Herzog, con 24 escaños, llamase a la unión a los partidos de centro, al Merezt, su compañero en la izquierda, y los ultraortodoxos. Aunque esta coalición se antoja menos factible.

Haaretz señala en sus crónicas que el propio Herzog ya aventura que lo más realista, en cualquier caso, es "hacer oposición". No opina lo mismo su compañera Tzipi Livni, que también salió del gobierno y que se aventura a enfrentarse de manera más fiera.