Odinga y Kenyatta, dos viejas caras que se disputan el nuevo rumbo de Kenia

  • Los principales candidatos presidenciales Raila Odinga y Uhuru Kenyatta, viejas caras de la política keniana y cuyos padres alumbraron la Kenia independiente, batallan en las elecciones del próximo lunes por dirigir el nuevo rumbo del país.

Javier Triana

Nairobi, 28 feb.- Los principales candidatos presidenciales Raila Odinga y Uhuru Kenyatta, viejas caras de la política keniana y cuyos padres alumbraron la Kenia independiente, batallan en las elecciones del próximo lunes por dirigir el nuevo rumbo del país.

Ambas familias cuentan con seguidores incondicionales, algunos de los cuales recurrieron a la violencia, escudados en la pertenencia étnica, tras las elecciones de 2007, en el episodio más funesto de la historia de la Kenia independiente, que dejó unos 1.300 muertos.

Kenyatta, actual viceprimer ministro, es el keniano más rico del país e hijo del llamado "padre de la patria", Jomo Kenyatta, quien lideró el movimiento independentista en la Kenia colonial.

Por su parte, Raila Odinga, actual primer ministro, es hijo de Oginga Odinga, quien fue nombrado primer vicepresidente del país por Jomo Kenyatta, pero dimitió por desavenencias con el nuevo presidente, que no compartía la visión comunista de Odinga padre.

Fue el inicio de una turbulenta relación entre ambas familias, de las más poderosas del país, con Odinga padre y algunos miembros de su partido opositor en la cárcel a finales de los años sesenta.

Su hijo Raila estudió ingeniería en Alemania Oriental e incluso llamó a uno de sus vástagos como el expresidente cubano Fidel Castro.

Sin embargo, la ideología de Odinga y Kenyatta tiende más o menos al liberalismo en una sociedad conservadora y en un país en que las necesidades más básicas -educación, sanidad, infraestructuras- están por cubrir y centran las promesas electorales.

Unas promesas que el prestigioso semanario regional "The East African" considera utópicas por la imposibilidad de financiarlas y por la falta de propuestas en los programas electorales.

Las encuestas publicadas hasta ahora, que encabeza ligeramente Odinga, no acaban de dejar claro si el poder quedará en manos de la familia Odinga o de los Kenyatta, y apuntan a que ninguno obtendrá mayoría absoluta en la primera vuelta del 4 de marzo.

Por eso, sus alianzas electorales han buscado candidatos respaldados por amplios sectores de la población, y la victoria podría decidirse en una segunda ronda prevista para el 11 de abril.

Así, Odinga acordó contar con el actual vicepresidente, Kalonzo Musyoka, como aspirante a la reelección en la llamada Coalición para las Reformas y la Democracia.

Mientras, Kenyatta aunó fuerzas con William Ruto, antiguo rival político, para formar la Coalición Jubileo.

Ambos están imputados por la Corte Penal Internacional (CPI) por supuestos crímenes de lesa humanidad cometidos durante la violencia postelectoral de 2007 y 2008.

En Kenia, existe un amplio debate sobre si Kenyatta y Ruto deben concurrir a los comicios, ya que la Constitución, aprobada en referéndum en 2010, demanda los candidatos "responsabilidad pública por las decisiones y acciones".

Varias organizaciones de juristas, de derechos humanos y de la sociedad civil han solicitado a la Justicia que impidan que se presenten, pero el Tribunal Superior allanó hace poco el camino de Kenyatta y Ruto al declarar el caso fuera de su jurisdicción.

No obstante, Kenyatta cuenta con gran respaldo entre el electorado keniano, sobre todo entre su propia etnia, la kikuyu -a la que pertenece más del 20 por ciento de la población-, así como en las tribus "primas" de los embu y los meru.

Odinga cuenta con el apoyo de su comunidad, la lúo, una de las más numerosas del país, y su alianza con Musyoka (kamba) le podría granjear la simpatía de esa tribu, además de la del resto de etnias, que ven con recelo cómo los kikuyu han colocado a dos de los suyos entre los tres presidentes que Kenia ha tenido en su historia.

El discurso tribalista, que tanto rédito electoral arroja y tanto riesgo conlleva, cristaliza en "la tiranía de los números", opina el analista Muthai Nguyi, que arguye que las elecciones las ganó Kenyatta al cierre del censo electoral, en diciembre, debido al gran número de miembros de su tribu registrados.

Según su teoría, los kenianos votan a los candidatos de su propia tribu, lo que resultaría en una victoria de la alianza entre kikuyu y kalenjin (la Coalición Jubileo), liderada por el kikuyu Kenyatta.

Pero la tesis se desmonta porque hay electores kikuyu que sostienen que no votarán a Kenyatta (cuatro de los ocho candidatos presidenciales son kikuyu) o a un candidato de su etnia.

Varios diplomáticos y activistas han cuestionado la conveniencia de que la población elija a un presidente imputado por la CPI, y que podría resultar en una caída de la ayuda humanitaria, al desarrollo, de la inversión extranjera y del turismo, fondos vitales para Kenia.

En cualquier caso, el proceso de descentralización del poder iniciado con la nueva Carta Magna ha hecho que la prensa apode al vencedor, sea -salvo sorpresa mayúscula- Kenyatta u Odinga, como "el presidente con menos poder de la historia de Kenia".

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