Opiniones diversas por la retirada de vestigios franquistas en Madrid

  • ¿La plaza de Salvador Dalí supone un homenaje al franquismo? Una pregunta polémica en Madrid que se plantea también para otras personalidades, cuando el ayuntamiento 'indignado' de la capital ha iniciado el desmantelamiento de los vestigios de la dictadura de Francisco Franco.

El ayuntamiento de la capital española, controlada por una plataforma de izquierdas dirigida por la exjueza Manuela Carmena, aprobó en diciembre un texto que prevé "la eliminación de vestigios" y "el cambio de nombre de 30 calles" que recuerdan la dictadura franquista (1939-1975).

El objetivo era desarrollar la Ley de Memoria Histórica, aprobada en 2007 a instancias del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero que contempla, entre otras medidas, la "retirada de símbolos franquistas". La tarea no es fácil.

A principios de febrero, el ayuntamiento fue blanco de las críticas de la derecha por retirar varios monumentos en memoria de víctimas franquistas de la Guerra Civil entre republicanos y nacionalistas (1936-1939).

Así, la retirada, por error, de una placa en recuerdo de ocho religiosos asesinados por los republicanos, llevó a Esperanza Aguirre, líder de la oposición conservadora en el consistorio, a comparar al equipo municipal con "los que creen que la historia de España desde 1923 a 1975 es una historia de buenos y malos".

Para la derecha, las víctimas son víctimas, cualquiera que sea su bando.

Los aliados socialistas de la alcaldesa también protestaron. La delegada de Cultura, Celia Mayer, encargada de este asunto, "no ha entendido el espíritu de la Ley de Memoria Histórica", dijo a la AFP Mar Espinar, portavoz del grupo socialista en el ayuntamiento.

"No se trataba de quitar todo aquello que hubiese convivido durante el franquismo", añadió.

La ley es ambigua: prevé la retirada de "menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar", la Guerra Civil o la represión, pero precisa que no se aplicará cuando "las menciones sean de estricto recuerdo privado", o que deban mantenerse por razones artísticas o arquitectónicas.

La legislación también prevé la elaboración de un catálogo de estos vestigios.

Pero, "no hay un índice de nombres", lamenta el politólogo Jesús de Andrés, con lo que "está un poco al criterio de cada ayuntamiento".

El ayuntamiento de Madrid confió esta tarea a un grupo de investigadores de la Universidad Complutense.

Pero, la difusión en el diario El País de una lista de 256 nombres que deberían desparecer del callejero de Madrid, incluyendo al pintor Salvador Dalí (1914-1989) disparó la polémica.

Dalí fue cercano a Franco, quien le condecoró con una de las más prestigiosas distinciones españolas por su patriotismo.

La lista también causó el malestar de los investigadores de la Complutense, que desmintieron ser los autores de la misma, y afirmaron que contenía nombres de personajes "no sólo de talla de universal, sino además claramente alejados de las atrocidades cometidas en la dictadura". Rompieron con el ayuntamiento.

El Partido Popular (PP, derecha), en el poder desde 2011 se opone a la Ley de Memoria Histórica, considerando que reabre heridas del pasado y ha renunciado a aplicarla.

Pero, se mantienen las iniciativas locales o individuales.

Como la pugna del abogado Eduardo Ranz, que ha iniciado "más de 200 acciones legales en toda España", incluida Madrid, por violación de la Ley de Memoria Histórica.

Las víctimas "sienten la humillación de ver calles dedicadas a quien ordenó matar a sus tíos, a sus abuelos, a sus padres...", denuncia.

En Portugal, también se mantienen los vestigios de la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar (1933-1970), afirma Irene Pimentel, historiadora de la Universidad Nueva de Lisboa.

Los monumentos más emblemáticos, como el inmenso puente Salazar de Lisboa, cambiaron de nombre tras el fin del régimen dictatorial en 1974, pero varias personalidades ligadas al régimen siguen dando nombres a calles, como Duarte Pacheco, ministro en los años 1930, explica.

El asunto es menos polémico que en España, porque este último país vivió una "guerra civil mucho más traumática, y la represión, con muchos más muertos".

Para el politólogo Jesús de Andrés el caso español es más comparable a los Estados nacidos de la implosión de la URSS. "Se han retirado muchos monumentos al comienzo de la independencia (...) luego ha habido un periodo de olvido, y ahora vuelve" a resurgir la polémica.

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