Para prever atentados, los hombres son más eficaces que las máquinas

  • Para prevenir los atentados yihadistas, los servicios de inteligencia deben recurrir más a la experiencia de sus recursos humanos que a los "big data", pero hay que saber que es imposible evitar todos los ataques, estima Alain Chouet, exjefe del servicio de "inteligencia de seguridad" de la Dirección General de Seguridad Exterior francesa.

- PREGUNTA: ¿Los sistemas de vigilancia masiva, llamados "big data", previstos en la nueva ley de seguridad francesa habrían podido impedir los atentados de París?

- RESPUESTA: Probablemente no. Los sistemas de vigilancia masiva tienen interés para detectar la constitución de redes, determinar los índices de alerta relativos a ciertas modificaciones de comportamientos individuales o colectivos, identificar el entorno de estructuras sensibles, pero no permiten detectar las intenciones, sobre todo cuando se trata de adversarios que dominan también perfectamente las herramientas electrónicas y de comunicación.

Esto se ve claramente en Estados Unidos, cuyo sistema sumamente intrusivo de vigilancia masiva no permite hacer frente a las derivas casi semanales de individuos que ametrallan ciegamente escuelas, campus universitarios, supermercados e iglesias. Y tampoco permitió prever los atentados cometidos por los hermanos Tsarnaev en el maratón de Boston, cuando unos y otros habían evocado sus proyectos por teléfono o en redes sociales.

Por lo demás, el general Alexander, jefe de la NSA, debió reconocer (ante una comisión del Congreso) que la recolección masiva de datos por su administración no permitió desbaratar "más que uno o quizá dos atentados terroristas". Los sistemas de vigilancia masiva sólo tienen utilidad si cuentan con un sistema humano de orientación, de análisis y de peritaje que permita distinguir en la masa enorme de informaciones lo que es pertinente para identificar amenazas.

- P: En Francia se ha anunciado un refuerzo significativo de los servicios ¿Cuáles deben ser las prioridades?

- R: La primera prioridad es sin duda devolver toda su importancia a la colecta de información por fuentes humanas capaces de infiltrar las estructuras hostiles o de acercarse suficientemente a las mismas para recabar información.

Esa tarea cercana tiene que acompañarse de expertos de apoyo y análisis. Por supuesto, el problema es que la experiencia humana indispensable para organizar tales sistemas no se construye de un día para otro, que necesita muchos años de formación, que es cara y que no puede trasladarse a otros tipos de amenazas. Por ello, aparece como una carga insoportable cuando la amenaza parece haber pasado.

- P: ¿Es realista pensar que un día se podrá detectar y contrarrestar toda amenaza, especialmente yihadista, contra los países occidentales?

- R: No. Salvo que se instaure una dictadura que vigile estrechamente a cada ciudadano, ningún servicio de seguridad del mundo puede garantizar la elaboración de una red suficientemente fina para impedir todo acto de violencia cometido por individuos o pequeños grupos. Si eso fuera posible, incluso la criminalidad común podría ser prevenida.

Por lo tanto, hay que reflexionar más allá de las amenazas inmediatas. Persiguiendo, con razón, a los ejecutantes de la violencia yihadista, los servicios de seguridad occidentales se agotan en una carrera sin fin, porque siempre se encontrará, entre los 1.500 millones de musulmanes del mundo, una decena de exaltados, de psicópatas capaces de ejercer esa violencia. Persiguiéndolos sin fin se atacan los efectos de la violencia y no las causas.

Y esas causas residen en la difusión desde hace 30 años, por un cierto número de regímenes fundamentalistas árabes, de una ideología salafista extremista y de una lectura wahabita del islam, porque consideran que eso puede protegerlos al mismo tiempo de la voluntad de poderío del Irán chiita y de las evoluciones nacionalistas y democráticas que podrían cuestionar su legitimidad.

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