El Estado se beneficia de la inflación

El plan Sánchez para llegar vivo a 2023 y no morir en el intento de 'frenar' el IPC

Sus frases contra los sospechosos “ricos” y empresarios que crean puestos de trabajo, no ha tenido una respuesta combativa desde de la oposición, ni del PP ni de los otros partidos contrarios a la coalición

Pedro Sánchez se ha convertido en el rey del 'power point' analógico. El papel lo soporta todo. Más si se enseña desde el púlpito del Congreso de los Diputados
El plan Sánchez para llegar vivo a 2023 y no morir en el intento de 'frenar' el IPC.
Moncloa

Pedro Sánchez tiene muchos defectos, sin duda, pero hay que atribuirle una virtud especialmente llamativa: no da un 'balón' político por perdido, y es capaz de cualquier cosa -repito: cualquier cosa- para elevar los ánimos de sus seguidores y llevarse el gato al agua. Lo vimos con la OTAN, un acto internacional pactado y firmado en su día por Mariano Rajoy, y que Sánchez supo aprovechar de manera exquisita para su gloria personal, la que más le emociona y le importa.

Ahora lo hemos visto, tras un debate del estado de la nación, enmudecido por el silencio obligado de Alberto Núñez Feijóo, el presidente del Gobierno ha conseguido un 'triunfo' especial, o más bien circunstancial, gracias a una clara escenificación populista, que carga contra unos supuestos señores que fuman puros en oscuros cenáculos y son enemigos acérrimos de los trabajadores, y a los que hay que atar en corto y subir los impuestos porque se forran con nuestro dinero. El que realmente se forra con el incremento de los precios, y a la sazón del IVA, es el propio Estado, es decir, el Ejecutivo, pero nada dice de rebajar la carga fiscal a las familias.

Las duras frases de Sánchez contra los sospechosos "ricos" y los empresarios que crean puestos de trabajo a través de sus empresas, no ha tenido una clara respuesta combativa por parte de la oposición, ni del PP ni de los otros partidos contrarios a los postulados de la actual coalición de izquierdas. El día siguiente a las elecciones andaluzas del 19-J, los socios del Gobierno repitieron uno por uno la misma frase: "No se le ocurra señor Sánchez 'derechizarse' para frenar los resultados de Andalucía". Y el señor Sánchez tomó buena nota de la advertencia y siguió la senda que le propusieron sus socios radicales: más izquierda y más radicalidad, incluso igualando los principios que propone Unidas Podemos.

Para La Moncloa este nuevo plan sirve para reafirmar la unidad de la coalición que sostiene al Gobierno, también llamado Frankenstein -calificativo inventado por el difunto Pérez Rubalcaba- ya que constituye un conglomerado de izquierdas radicales, independentistas, nacionalistas y bilduetarras, unidos en una misma alianza presidencial que persigue unos intereses muy particulares: frenar al centro derecha y a la extrema derecha, mientras garantizan sus propios objetivos partidistas, todos ellos bastante cuestionados por la amplia mayoría de la sociedad que recela de los valores de esos fines pseudo-políticos. Entre otras cosas, nadie cree que el Gobierno sea capaz de combatir la inflación, por la sencilla razón de que si la inflación se pudiera frenar regalando abonos de tren, ya no existiría. Las cosas son algo más complicadas y exigen algo más de inteligencia por parte de los gobiernos.

La hoja de ruta del líder del PSOE pasa por garantizarse llegar a septiembre sin grandes contratiempos -algo difícil de asegurar en estos tiempos convulsos y volátiles-, y de paso poder configurar una posible crisis de Gobierno -cambiando ministros “disecados” que sobreviven sin mayores beneficios- que le favorezca para llegar más activo y dinámico a la recta final de 2023. Este primer balón de oxígeno del debate acerca del estado de la nación, le permite, al menos, jugar con mayor tranquilidad durante el verano y la rentrée vacacional. Sánchez sabe que todo esto será flor de un día y que las expectativas económicas imposibilitan una relativa tranquilidad. El gran acierto político e ideológico consistirá en convencer a los ciudadanos de que la pobreza que sufren ahora y sufrirán los próximos meses no es culpa de las medidas del Gobierno español sino de Putin. Esa ha sido la cantinela de estos días, vender que el gran culpable es Rusia, y repetirlo de forma machacona tanto por parte de Pedro Sánchez como de sus ministras económicas.

Las pretendidas subidas de impuestos a las eléctricas y a las entidades financieras anunciadas estos días, son de momento eso, unas supuestas intenciones y medidas que no están contabilizadas ni programadas, aunque sí seriamente advertidas, de ahí el batacazo que se dio estos días el Ibex-35 al anunciarlas; que, sin embargo, la mala noticia no inmutó demasiado al Ejecutivo ni a Sánchez, más bien parecía que les importara muy poco esta caída en desgracia de los ahorradores españoles. Todo golpe o tropezón financiero, salvo que se pretenda sumir en la pobreza a la sociedad, con el propósito de subyugarla con subsidios, es un mal augurio y una mala noticia para todos. La prosperidad social y económica es las que garantiza la libertad de los individuos y la democracia de un país.

Dicho esto, también hay que añadir que Moncloa tiene otro frente grave que puede desangrarle electoralmente: se llama Bildu y se ha convertido en aliado ocasional en un mal momento, aniversario del asesinato a Miguel Ángel Blanco, para aprobar una Ley de Memoria Democrática que se convierte en otro enfrentamiento que también divide a la sociedad y no posee un ápice de empatía que pueda facilitar la unidad de unos y otros. Además, Bildu está dispuesta a cargarse o cuestionar todo lo que se ha construido en España durante estos 45 años de democracia, empezando por la Transición, el pacto constitucional y el propio funcionamiento de nuestra democracia.

El líder del PSOE está intentando desarmar la horma del zapato de Feijóo.

Habrá que ver en estos próximos meses, si el apoyo social de Sánchez existe realmente o es sólo un conglomerado de intereses parlamentarios que dejarán de sostener al presidente y volarán pronto de su lado cuando se acerquen las elecciones, las de mayo y las de noviembre de 2023, y no puedan obtener otros beneficios. Así es la política. Lo que más debe interesarle a Sánchez es saber si mantiene cierto reconocimiento ciudadano, o si lo ha perdido -como señalan las encuestas- en beneficio de la oposición, en concreto del PP y también, en parte, de Vox.

El líder del PSOE está intentando desarmar la horma del zapato de Feijóo, complicándole su estrategia de señor tranquilo, y a cambio subiendo el tono de voz y señalando con el dedo los posibles errores del PP. Los socialistas ya saben quién es su enemigo directo, y se dedican con esmero a cuestionar las propuestas de un Feijóo que también espera sus pretendidos "beneficios caídos del cielo" gracias al supuesto mal hacer del PSOE y su presidente. El propio Sánchez, siempre que puede, intenta desacreditar toda la actitud calmada de hombre de Estado de Feijóo, intentando buscar una especie de cuerpo a cuerpo dialéctico que el líder del PP rehúye constantemente.

De todos modos, queda claro que la actitud radical del presidente del Gobierno le ha dejado a Feijóo libre el camino del centro político, zona electoral que todas las encuestas recomiendan cuidar a la hora de pretender lograr una victoria en las urnas. Sánchez parece cómodo manejándose en una izquierda extrema con asuntos puntuales de otra índole cómo la ayuda a la OTAN, por lo demás prefiere continuar con su espacio natural algo radical, como es lógico y saludable para él y sus correligionarios. De ahí, que los más perjudicados sean Unidas Podemos y Yolanda Díaz, que pierden su parcela política en beneficio del PSOE, y ambos tienen que limitarse a recoger las 'migajas' menos vistosas como pedir una subida de impuestos del 10% para los supermercados.

Sánchez quiere contar con los apoyos electorales de Yolanda Díaz y su invento de 'Sumar', teniéndola bien atada como hasta ahora y dentro de sus parámetros electorales, es decir, sin que pueda moverse demasiado ni robarle al PSOE mucho contenido. Díaz tiene aún un peor futuro con sus 'colegas' de partido, Irene Montero e Ione Belarra, con las que no posee afinidad ni simpatías. Está muy claro que las cosas no acabarán nada bien, y mucho menos si el macho alfa, Pablo Iglesias, intervienen en la reyerta.

Aunque el abandono de los postulados de la socialdemocracia perpetrado por el presidente del Gobierno complica las posiciones de muchos votantes socialistas que confiaban que existía una vuelta a la ortodoxia del partido tras el Congreso Federal del PSOE de octubre pasado, en el que estuvo presente Felipe González y se selló cierta paz, pero tras la actitud de estos días todo indica que hay un claro regreso al más puro 'sanchismo'. Una doctrina claramente próxima a la extrema izquierda, mucho más que la socialdemocracia, que es donde el presidente se mueve más a sus anchas.

El gran problema de Sánchez es pensar que haciendo lo contrario que hizo Zapatero, o sea, aceptar la crisis y encajar los problemas, las cosas le irán bien a él. Anunciar que todos los indicadores serán horribles y que los ciudadanos al ver que el Gobierno no miente se quedarán tranquilos, es mucho desear o mucho engañarse. Es otro cuento de la lechera que tampoco cuela. Que La Moncloa anuncie a bombo y platillo, como si fuera una buena noticia, que el otoño y el invierno serán muy duros y crueles para la economía y para las olas de frío que puedan venir, si el gas ruso sigue sin aparecer, no es una saludable estrategia para frenar el malestar social y electoral de los españoles.

Los votantes, llegada la ocasión de acercarse a las urnas, son capaces de prescindir de algunos aspectos ideológicos, pero no pueden obviar que la economía es lo que determina su bienestar más directo y el de su familia, y si un Gobierno, por muchas justificaciones que tenga, no es capaz de frenar los problemas del bolsillo, la alarma empezará a sonar y las encuestas electorales empezarán a caer. Lo hemos visto hasta la fecha y lo seguiremos viendo si Sánchez no es capaz de hacer un “milagro” económico, cambiando la terrible inflación y dándoles a los españoles el bienestar económico que necesitan. La vida es dura, y aunque los políticos vivan de manera más cómoda que el resto de los mortales, nadie les dijo que tuvieran que ser eternos en el cargo si no eran capaces de solventar las dificultades.

Además, si algo hemos oído estos días de manera insistente, es que la situación económica en los próximos meses será terrible y los ciudadanos deberemos apretarnos mucho el cinturón para sobrevivir; pero de momento nadie ha oído ni escuchado que hará el Gobierno para apretarse él su cinturón, que es el nuestro. O es que acaso un Gobierno de extrema izquierda puede exigir sacrificios a su población mientras él ignora recortarlos. 

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