Porto y Basterra eran candidatos a Prisión Perpetua según el juez del caso Asunta

    • No fue un accidente, sino un asesinato con alevosía por desvalimiento, toda vez que la habían drogado hasta el punto que no pudo defenderse.
    • Porto y Basterra han sido condenados a 18 años de cárcel en base al artículo 139.1ª del Código Penal con el que han sido juzgados.
Asunta Yong Fang Porto Basterra murió asesinada cuando tenía doce años
Asunta Yong Fang Porto Basterra murió asesinada cuando tenía doce años

Papá y Mamá me dejaron ver los Simpsons, y al poco comimos juntos. Revuelto de champiñones, que me encantan. Después todo fue raro, con Papá saliendo como escondido de casa, y tumbándose en el coche, mientras Mamá se empeñaba en que fuera con ella a Teo, cuando tenía deberes que hacer. Pero ellos sabrán.

Ahora estoy mareada, pero Mamá no ha querido parar el coche, y dice que no pasa nada. Hace frío aquí en el baño de Montouto, pero dice Mamá que me eche un rato en el suelo. ¡Qué raro! Ahora Papá entra con un pañuelo en la mano...

Nunca sabremos qué llevó a Rosario Porto y a Alfonso Basterra a asesinar a su hija Asunta, ni cual de ellos le puso el pañuelo en la boca y nariz para lograr que se muriera de una vez ese corazón tan grande en cuerpo tan pequeño, empeñado en aferrarse a las cosas bonitas de la existencia.

A la pequeña Asunta la adoptaron en China cuando era solo un bebé, sonriente a fuerza de saberse en brazos más acogedores que los que abandonaba en el orfanato.

Quién lo iba a decir, cuando reía y fabulaba con los planes de futuro, todos posibles. La nena tocaba el piano, el violín, hablaba inglés, francés, chino... Amaba el ballet, la música, la Galicia que le acogió y le prestó el acento lindo que la hacía tan amable.

Pero la sentencia de este jueves firma el final triste de una historia truncada por el egoismo, a falta de un móvil con sentido en este horrible crimen. El magistrado - presidente Ilustrísimo don Jorge Cid Carballo ha puesto en papel la pena a unos padres que decidieron cambiar el deber de proteger, por el ansia de matar.

En la sentencia de 37 páginas lo único que queda claro es el abismo oscuro que puede esconder el ser humano, un abismo capaz de envenenar el corazón de unos padres adoptivos para que acaben asifixiando a su única hija, en vez de enviarla de intercambio, o dejarla al cuidado de alguien con alma.

Tres meses estuvieron queriendo matarla, midiendo cómo le sentaba a la pequeña el narcótico que le suministraba su padre entre palabras amables, engaños, fintas miserables. Mientras tanto su madre Rosario saltaba de médico en médico, de cama en cama, sabiendo de su hija por WhatsApp, y siempre desde lejos, siempre con retraso.

No fue un accidente señorías, fue un asesinato con alevosía por desvalimiento, toda vez que la habían drogado hasta el punto que no pudo defenderse. Qué cobardía doméstica, en la que llegaron a atarla con cuerdas, no fuera a moverse la nena, el pajarillo que decía Basterra.

En una cuneta, al frío, con una sombra de sangre en su rostro precioso. Así dejaron, ya muerta, a la niña a la que debieron cuidar hasta dar la vida si hubiera sido necesario. No fue un arrebato, ni una locura transitoria, ni un cúmulo de circunstancias adversas. Hay gente que antepone el mal al bien, su ego a la justicia, el odio al amor. No hay que hacer componendas.

Tampoco el magistrado se hace componendas en la sentencia, en la que deja claro que por el asesinato de Asunta sus padres hubieran sido claros candidatos a la prisión permanente revisable, ese concepto que contempla el nuevo artículo 140 del Código Penal. La mataron a tiempo, diría un cínico que supiera de leyes, como la abogada Porto.

Hay una duda que no desvela el texto de la sentencia, y es si enla cuneta de esa pista forestal del lugar de Feros, del concello de Teo, a Asunta Yong Fang le habían cerrado los ojos. La piedad, si la hubieran tenido, habría aconsejado dejárselos abiertos para que pudiera mirar por fin a las estrellas.

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