En plena crisis diplomática

Marruecos se prepara para el centenario de Annual... con los focos sobre Melilla

A diferencia de lo ocurrido hace un siglo, en esta ocasión es Marruecos quien tensa la línea de la diplomacia con estrategias de guerras híbridas, como fue el lanzamiento de su población a la frontera con Ceuta.

El alto comisario, general Dámaso Berenguer visita Monte Arruit, donde perecieron o fueron hechos prisioneros los hombres de la columna Navarro tras el desastre de Annual.
El alto comisario, general Dámaso Berenguer visita Monte Arruit, donde perecieron o fueron hechos prisioneros los hombres de la columna Navarro tras el desastre de Annual.
EFE

22 de julio de 1921. Más de 10.000 soldados españoles perdieron la vida en el que sin duda fue el mayor desastre de un ejército occidental en el continente africano hasta la fecha. Por aquel entonces el papel de España en Marruecos era radicalmente diferente al actual. El "vecino y amigo" de ahora era una de las potencias protectoras de un sultanato incapaz de ejercer el dominio en su territorio. Francia y España se repartieron la zona con una suerte dispar: piedras y polvo para los españoles, minerales y agricultura para los franceses. Si todo hubiera acabado ahí, el negocio no habría salido mal para un país como España, que añoraba volver a ser un imperio tras las trágicas pérdidas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas ante los Estados Unidos.

El 'regalo' francés ocultaba una sorpresa entre tanta piedra y polvo. El Rif marroquí, la parte que le correspondía a España, contaba con irreductibles tribus en forma de cabilas que, a su vez, en tiempo de guerra, formaban "harcas", una especie de Yihad contra el invasor que unía a múltiples tribus contra un enemigo en común. La más combativa de todas, la de los Beni Urriaguel, vería crecer al azote de españoles primero y franceses después: Abd el-Krim.

Evidentemente, en la actualidad la situación tanto en la zona como en los dos países que protagonizaron estos sucesos es radicalmente diferente. Hoy, Marruecos y España, pese a los recientes desencuentros y los históricos contenciosos relativos al Sahara occidental, o las tensiones fronterizas de Ceuta y Melilla, son vecinos, socios y aliados en múltiples áreas como la cooperación antiterrorista, la lucha contra la inmigración ilegal o el desarrollo económico de la zona que tiene entre sus récords la de ser la frontera con mayor diferencia de renta per cápita del mundo.

Pero volvamos a 1921. Antes de la fatídica fecha del 22 de julio, la situación en la zona ya era de todo punto insostenible. La rivalidad entre dos generales, Berenger y el general Silvestre, había llevado a que este último se lanzara a una campaña alocada para, desde Melilla, llegar a Alhucemas, ‘pacificando’ a su paso cualquier atisbo de resistencia. La verdad es que la acometida de Berenguer se resumía en ir de victoria en victoria, pero, a la vez que sumaba triunfos añadía kilómetros y kilómetros a una línea cada vez más larga y, por lo tanto, difícil, casi imposible, de defender. Este hecho táctico unido a la escasa preparación de una tropa de reemplazo y de una situación de corrupción y dejadez que, posteriormente, el informe Picasso, se encargaría de desvelar fueron el cóctel perfecto que llevó a la derrota final.

A diferencia de lo ocurrido hace un siglo, en esta ocasión es Marruecos quien tensa y alarga la delgada línea de la diplomacia, recurriendo a estrategias más propias de guerras híbridas, como fue el lanzamiento masivo de su población a la frontera con Ceuta o los ‘apagones’ continuos de la vía de comunicación del embajador de España, Ricardo Díez Hochleitner, en las actividades que el Gobierno marroquí prepara en Rabat con el resto de delegaciones diplomáticas acreditadas ante el reino alauita. Estira tanto la cuerda que, al igual que la línea de Silvestre, puede romperse en cualquier momento y no es descartable que pueda llegar a utilizar otra maniobra híbrida ante la cercanía del triste aniversario, en el que se teme que Rabat redoble la presión sobre el Gobierno español con la amenaza de una acción en Melilla similar a la ejecutada en Ceuta.

Como en todos los conflictos, suele haber un momento clave, un detonante que hace estallar todo por los aires y que desencadena el infierno entre vecinos. Fue así hace un siglo y se repitió cien años después. En 1921 fue un simple gesto, el cruce del rio Amekran por parte de las tropas del General Silvestre, el que levantó a todas las cabilas de la zona este del Rif. Abd el -Krim, educado en las mejores universidades españolas de la época y sabedor de la impetuosidad del militar nacido en Cuba, le advirtió de la catástrofe que se desataría sobre su ejército si osaba vadear el río. En realidad, la advertencia se transformaba en una invitación para que Silvestre lo hiciera. Dicho y hecho, el general atravesó el río, estiró aun más sus líneas y abrió la caja de Pandora de las cabilas rifeñas. Hay que ser muy bueno para lanzar un órdago y que no te lo vean. Algo parecido ocurrió hace unas pocas semanas, cuando Rabat afirmó que “habrá consecuencias” por acoger al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, en un hospital de Logroño. Y vaya si las hubo. 10.000 marroquíes, la misma cifra simbólica que los caídos en Annual, trataron de cruzar a nado el centenar de metros que separa el espigón de Castillejos de la orilla ceutí. Una acción que, aun a día de hoy, se resiente en la ciudad y que estará siempre presente, como espada de Damocles, durante el tiempo que dure la desescalada diplomática y política entre ambos países.

Tras el episodio del río Amekran, las cosas se pusieron feas para los españoles. Annual no fue batalla de un día. Por el contrario, fue precedida por una serie de decisiones y enfrentamientos que condujeron directamente al desastre. Entre ellos, Sidi Dris y unos días después Igueriben, supusieron el inicio de la tragedia para las tropas de Silvestre y para el mismo general que murió (o se suicidó) defendiendo Annual, probablemente cuando fue consciente del enorme error que había cometido al dejarse llevar por su bravura (y la búsqueda de reconocimiento por parte de Alfonso XIII).

Igueriben fue el antecedente del desastre. Una defensa heroica por parte de 355 españoles que se veían superados por miles de rifeños dispuestos a acabar con todos y cada uno de esos soldados y recuperar el territorio perdido, no para el sultanato de Marruecos, sino para empezar a soñar con una república independiente del Gran Rif, liderada por el clan de los Beni Urriaguel. Tras algunos días de asedio, con los expertos tiradores rifeños apostados bajo la denominada Loma de los Árboles, el 14 de julio, la posición, sin suministros, sin munición y sin más apoyo que los pocos barriles de agua agujereados que les proporcionó la columna del teniente de Caballería, Joaquín von Lindeman, encaraba la suerte final. Silvestre, desde Annual, se desesperaba al ver como sus soldados eran masacrados uno a uno en una especie de tiro al pato al que los españoles respondían con firmeza, manteniendo la posición, comiendo sus propios cordones y suelas de las alpargatas y machacando las mondas de patata que les quedaban para obtener algo de agua con la que humedecerse los labios.

El espectáculo para Silvestre fue horripilante. Sus hombres caían inmisericordemente ante él. Pese a los intentos, no era posible enviar ninguna otra tropa de apoyo a la posición. El comandante Benítez, al frente de la defensa de Igueriben, se revolvía en su puesto: “Parece mentira que dejéis morir a vuestros hermanos, a un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros”. Estas palabras, llegadas a través de un mensaje, fueron las que conmovieron a Silvestre, quien autorizó a rendir la posición a Morales. Quizá fue el empecinamiento o el valor el que le llevó a responder al general: “los oficiales de Igueriben mueren, pero no se rinden”. Y así lo hizo Benítez que cayó, como la mayor parte de sus hombres, en Igueriben. Era el comienzo del desastre de Annual. El episodio que abriría una brecha entre españoles y marroquíes y que 100 años después llevó a miles de rifeños a lanzarse a unas aguas tan enfrentadas como convulsas, casi tanto como España y Marruecos.

Probablemente el 22 de julio próximo España recuerde a las víctimas de Annual de una manera discreta. No hay que olvidar que Annual supuso una derrota que posteriormente fue compensada con el desembarco de Alhucemas y la huida - y combate - de Abd el -Krim a la zona bajo control francés. Cien años después, Marruecos tendrá que decidir si celebrar una victoria en el Rif, una zona que continúa siendo un foco donde el reino de Mohamed VI no llega, como tampoco lo hacía, 100 años antes, cuando el sultán de Marruecos pedía ayuda al “amigo y vecino” español.

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