¿Qué podemos creer del conflicto en Libia?

  • Los hechos objetivos y el sentido común no siempre son suficientes para detectar la propaganda de las guerras. Los episodios horribles ocurren en todos los conflictos, pero ¿es verdad todo lo que se cuenta?
En cuatro meses los opositores al régimen han conseguido formar un gobierno en el este del país.
En cuatro meses los opositores al régimen han conseguido formar un gobierno en el este del país.
Reuters
Tom Fenton, Antibes (Francia) | GlobalPost

¿Podemos creer todos los titulares que llegan sobre el conflicto en Libia?

La respuesta es "no", según Lord Arthur Ponsonby, un político británico de una época anterior.

Ponsonby publicó un libro en 1928 exponiendo historias atroces sobre la Primera Guerra Mundial como las mentiras de la propaganda anglo-francesa, incluyendo la afirmación de que los soldados alemanes asesinaron a los bebés belgas. Él sigue siendo recordado por su cita: "La verdad es la primera víctima de la guerra".

La propaganda es una de las más antiguas armas de guerra. Todos los países la utilizan para satanizar al enemigo y fomentar el apoyo público.

¿Recuerdas la historia de que los soldados iraquíes que invadieron Kuwait en 1990 sacaron a los bebés de las incubadoras y los dejaron morir en el suelo del hospital? Los medios estadounidenses la reciclaron una y otra vez en los tres meses previos a la primera guerra contra Irak.

Fue sólo después de la guerra cuando la opinión pública estadounidense supo que la historia del asesinato de los bebés era parte de una campaña dirigida por una empresa de relaciones públicas estadounidense y pagada por Kuwait. Los periodistas y las agencias de noticias que se hicieron eco de la historia fueron demasiado perezosos y demasiado ingenuos para comprobar la veracidad de los hechos, que eran falsos.

Y, por supuesto, sabemos cómo el público estadounidense fue engañado para conseguir su respaldo de la segunda guerra contra Irak con la historia de que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva.

Sin embargo, podrías pensar que los medios de comunicación occidentales podrían haber sido un poco escépticos cuando salta a la luz una historia sobre que el líder libio Muamar al Gadafi estaba ordenando a su ejército que violase mujeres. El momento en el que salió la historia, justo cuando flaqueaba el apoyo estadounidense a la guerra contra Gadafi, debería haber llamado la atención. Aún más sospechosas eran las informaciones sobre que cientos de mujeres habían sido violadas y que Gadafi había incluso ordenado que se suministrara Viagra a sus soldados.

Sin embargo, la historia fue noticia en los principales periódicos de EEUU y se difundió en todo el mundo por las principales emisoras como la BBC y la CNN. Tanto el fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional como la secretaria de Estado Hillary Clinton hicieron declaraciones públicas que parecían dar credibilidad a la historia.

No podemos estar seguros de que la historia no sea cierta. En todas las guerras son frecuentes los episodios horribles de violaciones. Pero hasta ahora nadie ha aportado pruebas convincentes de la existencia de una campaña del Gobierno libio ordenando violaciones masivas. Un excelente análisis de Russ Baker da una detallada investigación de historia de las violaciones.

Los gobiernos en tiempos de guerra no siempre utilizan artimañas para promover afirmaciones dudosas. A veces, simplemente hacen declaraciones audaces y esperan que el público las "compre" por su valor nominal.

La Administración de Obama dijo al Congreso el 15 de junio que la participación estadounidense en la guerra contra Gadafi no equivale a las "hostilidades" definidas en la Resolución de Poderes de Guerra de 1973. Esa ley requiere que el presidente busque la aprobación del Congreso dentro de los 90 días siguiente a enviar a las tropas al extranjero para entrar en combate.

Dado que la guerra aérea de la OTAN en Libia comenzó en abril, EEUU ha gastado una cifra estimada de 7 millones de euros diarios en bombardear a las fuerzas de Gadafi y en armar, repostar y dirigir a las fuerzas de la OTAN que intervienen en el conflicto. La afirmación de Obama de que esto no equivale a hacer la guerra (porque la participación estadounidense es a "bajo nivel") y que no hay tropas estadounidenses en tierra (de las que tengamos conocimiento) "desafía el sentido común".

En esta ocasión, muchos políticos, tanto republicanos como demócratas, están haciendo preguntas e incluso el New York Times está expresando tímidamente sus dudas.

Por último, los periodistas occidentales que informan bajo severas restricciones desde Trípoli, están informando de que la propaganda del enemigo de la OTAN es al menos parcialmente cierta. Ellos han estado bombardeando edificios para hacer ver que las bajas civiles son inevitables en una campaña de ataques aéreos contra objetivos militares que están ubicados cerca de los centros de población.

Los hechos y el sentido común son los mejores antídotos contra la propaganda. Por desgracia, a veces los periodistas parece que tienen una falta de ambos en tiempos de guerra.

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