Polo magnético de la política exterior española

¿Qué se juega España en Argelia?... Mucho más que petróleo y gas

Gráfico gasoductos Europa.
Gráfico gasoductos Europa.

El Mediterráneo se está convirtiendo en el nuevo polo magnético de la política exterior española. A la situación de tensa calma vivida con Marruecos se le une su némesis geopolítica en Argelia, un país que es el más estratégico de todos aquellos con los que tenemos relaciones diplomáticas en el norte de África, incluso por encima del reino alauita.

La razón es bien conocida. Argelia nos provee de más de la mitad del gas que consumimos. Gracias a su naturaleza y seguridad de abastecimiento, nos permite contar con una fuente de energía segura y predecible. Estos dos factores proporcionan a la industria, antes de que la cogeneración desaparezca completamente de la faz de España, un patrón energético fiable para cualquier proyecto de producción. Además, proporciona un factor de respaldo imprescindible para el desarrollo de las energías renovables en nuestro país.

Los hidrocarburos suponen más del 90% del total de las exportaciones argelinas. En cierta manera es nuestra Arabia Saudí, solo que a apenas unos kilómetros de nuestras costas. Su Aramco se llama Sonatrach que, también a escala, es nuestro referente energético en la zona.

Los lazos que unen a españoles y argelinos son también físicos. El gasoducto Medgaz tiende un puente desde Beni Saf a Almería, interconectando energéticamente las dos orillas de nuestro mar. Una infraestructura desarrollada desde hace décadas con una capacidad que deja en ridículo la conexión energética que tenemos con otros países, como por ejemplo Francia, que solo se puede calificar de ridícula.

Es la teoría de las realizaciones concretas, de la 'realpolitik' que supone el intercambio comercial, y que ambos países se han ocupado de perfeccionar a través del reparto de las acciones del gasoducto, en un 51% para los argelinos y en un 49% para Naturgy. En este sentido, es de recordar que Sonatrach posee, a día de hoy, un 4% de la compañía española, siendo el cuarto accionista y reafirmando su compromiso con esta infraestructura energética.

Si hay algo que ha caracterizado a Argelia es su seguridad. Gracias a ella el suministro de gas y petróleo a Europa se ha procurado siempre y los escasos actos terroristas perpetrados contra sus instalaciones no han supuesto un obstáculo para garantizarlo, a diferencia de otras zonas de explotación de recursos energéticos como Oriente Próximo. Esta ha sido siempre su baza geopolítica que, hasta la fecha, han cumplido a la perfección.

Además de la energía hay otros campos estratégicos donde la alianza entre ambos países reafianza nuestra relación. El tratamiento de aguas residuales, las plantas desaladoras, los transportes y las infraestructuras son solo algunos ejemplos en los que la colaboración entre empresas españolas y argelinas funciona perfectamente en el marco del desarrollo económico e industrial.

Otros países rivalizan con España en su apuesta por Argelia. En 2018, China fue su primer proveedor con 8.000 millones de euros. Tras ella, a gran distancia, aparece Francia con 4.700 millones, Italia con 3.600 y España con 3.500 millones y lo que es muy importante, con un incremento superior al 15% con respecto al último año, según datos del Instituto de Comercio Exterior.

A la inversa, su principal cliente es Italia, pero seguida y muy de cerca por España con 5.000 millones de euros y todo esto pese a las licencias de importación establecidas por el gobierno argelino que afectan principalmente a nuestra industria automovilística y agrícola. En parte esta carencia y pérdida de competitividad artificial de nuestros productos se ve paliada por el acuerdo de asociación firmado entre la Unión Europea y Argelia. Bienes y servicios acceden así de manera privilegiada con respecto al resto de países no UE. 2020 será un año especialmente relevante para consolidar esta relación, puesto que las barreras arancelarias deberían decaer, permitiendo incrementar un mercado atractivo para bienes de equipo, automoción e incluso agropecuarios.

Con todos estos datos puede parecer complicado entender las razones por las que el gobierno argelino decidió aplazar la reunión que tenía previsto mantener con la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, el miércoles pasado en Argel, tal y como avanzó el diario 'El País'.

En términos diplomáticos, una cancelación de una reunión con un ministerio de Estado, con apenas dos días de preaviso, solo puede ser considerada como una protesta informal o como un acto de no conformidad con una posición política. Teniendo en cuenta el escaso tiempo recorrido en la legislatura y las acciones realizadas en política exterior, cabe deducir que la explicación a la cancelación solo puede pasar por la incomodidad argelina con nuestro enfoque con respecto a Marruecos.

Tradicionalmente, nuestras relaciones diplomáticas siempre se han escorado hacia Marruecos con quien, siendo cierto que nos unen muchos retos y desafíos en el siglo XXI, representa energéticamente una nimiedad en comparación con Argelia. El balancín diplomático requiere asumir que cualquier apoyo a uno supondrá una fuerza proporcionalmente inversa en el otro. Argel quiere dejar claro que requiere atención, incluso, o más que nunca, en un ambiente en que las protestas populares vividas en 2019 han mutado en interesantes reivindicaciones que buscan incrementar las dosis de transparencia y democracia en el Mediterráneo Sur, sin que esto suponga la catarsis total del sistema.

Argelia comparte con su vecino norteafricano muchas rivalidades que van desde las económicas a las políticas y las militares. La Unión del Magreb Árabe, que trató de crear un espacio de cooperación entre estos dos países junto a Libia, Mauritania y Túnez, agoniza sin cumplir su objetivo principal, que no era otro que la mínima coordinación de economías para reducir las desigualdades en un espacio de convivencia común. España siempre ha apoyado el multilateralismo en la región, probablemente como vía para paliar el desequilibrio que supone apoyar a unos en detrimento de otros.

La escalada armamentística que están jugando ambos países tampoco ayuda. Según el Global Fire Power, Argelia ocupa el puesto número 28 entre los ejércitos más poderosos del mundo, mientras que Marruecos aparece relegado en el puesto 57, una diferencia que el país de Mohamed VI trata de reducir a base de proyectos emblemáticos de adquisición de material de penúltima generación. Por su parte, Argelia trata de reforzar su flota submarina en previsión de controlar el Mediterráneo occidental, un aspecto en el que le tocará rivalizar con España en el control e incluso gestión del paso de Gibraltar.

Marruecos y Argelia se miran continuamente. Se vigilan teniendo en cuenta que el crecimiento o la estabilidad de uno suele convertirse en el empobrecimiento e inseguridad del otro. El gesto argelino reafirma el difícil equilibrio que España debe jugar para situarse en mitad de un pulso que libra con un brazo en Rabat y el otro en Argel y que, como en todos los pulsos, se gana más con la cabeza que con el músculo.

El próximo 4 de marzo, si no hay novedad, la ministra tendrá quien la escriba en Argel. Confiemos en que el histórico pragmatismo de nuestras seculares relaciones trasciendan del táctico cortoplacismo para abrazar la estrategia de las luces largas.

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