Reino Unido pone en duda la eficacia de sus cárceles

  • Rebecca Smith avisó de que iba a suicidarse en su celda pero nadie hizo nada para evitarlo. El caso es sólo un ejemplo de la evolución de los penales británico. A raíz de la investigación sobre Smith, el debate acerca de la utilidad de las prisiones para mujeres ha surgido en Reino Unido.
Prisión de Highdown cerca de Banstead (Inglaterra). El debate sobre la utilidad real de los períodos cortos en prisión ha surgido en Reino Unido.
Prisión de Highdown cerca de Banstead (Inglaterra). El debate sobre la utilidad real de los períodos cortos en prisión ha surgido en Reino Unido.
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Thea Garland | GlobalPost

(Londres, Reino Unido). Un mes antes de que Rebecca Smith fuese encontrada muerta en su celda en una cárcel británica, con una bolsa de plástico atada alrededor de la cabeza, ella misma había dicho al personal de prisiones que se iba a suicidar ahogándose. Una investigación posterior ha revelado que tenía un largo historial de enfermedades mentales, con varios intentos de suicidio.

Durante la investigación las autoridades preguntaron por qué los funcionarios no la habían vigilado ante un posible suicidio, y por qué la habían enviado a una cárcel sin un centro de salud para internas y a más de 320 kilómetros de su familia, que le podrían haber ofrecido el apoyo moral que necesitaba.

Este reciente caso pone de relieve el actual debate en Gran Bretaña sobre el sistema judicial penal. Poco después de que asumiese el poder en mayo el gobierno de coalición, el nuevo secretario de Estado de Justicia, Kenneth Clarke, dio a entender que encarcelar a la gente no es un sistema que esté funcionando.

"No hay un vínculo que relacione el aumento de encarcelamientos con el descenso de delitos", aseguró al lanzar su campaña contra las sentencias de cárcel de corta duración.

El primer ministro David Cameron también ha definido los periodos cortos en la cárcel como "sin sentido", y ha abogado por implantar más programas de servicios a la comunidad.

El año pasado Gran Bretaña gastó 4.380 millones de libras en su sistema penal, y 20.000 millones de libras en su sistema de Justicia penal, lo que lo convierte en uno de los más caros del mundo.

El ministro británico de Justicia, Nick Herbert, dijo en un reciente discurso: "Gastamos más PIB en Justicia penal que Francia, Irlanda e Italia".

Quizás no haya nada que ilustre mejor la necesidad de una reforma que la actual situación de las mujeres encarceladas.

Desde mediados del siglo XIX no había habido nunca tantas mujeres en las cárceles británicas. La población de reclusas ha aumentado un 60 por ciento desde 1997, mientras que el número de hombres en cárceles ha crecido un 28 por ciento.

"Prácticamente todos los países del mundo, ricos y pobres, están viendo cómo su tejido social se desintegra a medida que más y más mujeres están siendo condenadas y recluidas, a menudo muy lejos de sus familias", apuntaba la Organización Mundial de la Salud en un informe el año pasado.

Si bien las mujeres tan solo representan el 7 por ciento de la población de las cárceles estatales y federales en EEUU, según datos oficiales, entre 2000 y 2008 el volumen total de reclusas aumentó un 23 por ciento. Más de la mitad de las mujeres en cárceles federales de EE UU han dicho que son madres.

En Australia, la tasa de encarcelamiento de mujeres aumentó un 209 por ciento entre 1984 y 2003, frente al 75 por ciento que aumentó el de hombres.

Un informe de la organización benéfica británica The Prison Reform Trust revela que un alarmante 70 por ciento de las reclusas británicas han tenido dos o más problemas de salud mental, y que más de un tercio dijeron que se habían intentado suicidar en algún momento. Más de la mitad de las mujeres en las cárceles británicas han sufrido violencia de género, y una de cada tres ha padecido abusos sexuales, según el informe.

Pese a estos datos, y a la evidencia de que la cárcel tiene más implicaciones psicológicas serias para las mujeres que para los hombres, las necesidades específicas de las reclusas no se están teniendo en cuenta, según argumentan los defensores de la reforma del sistema.

Según The Howard League for Penal Reform, fundada en 1886, las mujeres suman en torno a la mitad de los incidentes de autolesiones en las cárceles, aunque constituyan tan solo el 5 por ciento de la población total carcelaria. El problema parece estar además empeorando: los episodios de autoagresión aumentaron casi un 50 por ciento entre 2003 y 2007.

Basándose en el seguimiento a 14 cárceles de mujeres, Anne Owers, inspectora jefe de prisiones durante casi una década, asegura que se debería de hacer más para proteger a las reclusas vulnerables. Owers, que se acaba de jubilar, ha mostrado su preocupación sobre las medidas extremas a las que están recurriendo los funcionarios para evitar que las prisioneras se autolesionen.

"Se necesita trabajar más para crear y utilizar correctamente alternativas más viables y apropiadas al encarcelamiento", asegura. Owers cita como ejemplo un informe del Ministerio del Interior británico de hace tres años que recomendaba cerrar las cárceles de mujeres y recluir a las condenadas en instalaciones pequeñas cerca de sus familias.

Un dato que maneja el Parlamento y que subraya la necesidad de una alternativa al encarcelamiento, como podrían ser los servicios comunitarios, es que el 68 por ciento de las mujeres reclusas en Gran Bretaña están condenadas por delitos no violentos, y casi las tres cuartas partes cumplen sentencias inferiores a los 12 meses de cárcel.

Casi el 70 por ciento de las mujeres encarceladas tienen hijos. Cada año unos 17.000 niños son separados de sus madres debido a su condena a la cárcel, según The Prison Reform Trust.

Quienes abogan por una reforma del sistema plantean que las sentencias a servicios comunitarios son menos destructivos para las familias y la sociedad.

Algunos estudios sugieren que los servicios a la comunidad pueden ser más efectivos para tratar con delitos de tipo menor.

Solo el 10 por ciento de las mujeres que han cumplido condena realizando servicios comunitarios han vuelto a cometer un delito. Sin embargo, el 64 por ciento de las mujeres que pasan por la cárcel acaban volviendo a violar la ley, según datos de The Howard League

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