Rivera saca los 'adoquines' y se pega con todos... pero no levanta las expectativas

  • El líder de Ciudadanos tiró de carteles, listas y efectos especiales para pelear contra PSOE, PP y Vox, que rechazaron todas sus acusaciones.
Rivera coloca todo lo que lleva al debate
Rivera coloca todo lo que lleva al debate
EFE

Albert Rivera estaba obligado a jugarse el todo por el todo en el debate de este lunes y fue el primero en lanzar un golpe de efecto con un adoquín en la mano de los que volaron en los disturbios de su tierra, “que representan el desorden público y la amenaza contra el Estado de Derecho” que supusieron las protestas de Barcelona. A pesar de que su estrategia en este tipo de refriegas es siempre la guerra contra todos los demás candidatos, contra su derecha ‘amiga’ del PP o los socialistas de Sánchez, el líder de Ciudadanos empezó el debate de estas elecciones cambiando radicalmente lo que hizo en las anteriores: en lugar de poner una línea roja y negarse a negociar con el PSOE, se comprometió a desbloquear el país desde la oposición en caso de que no haya una alternativa válida tras el 10-N. “Pero para hablar de reformas y de la unidad de España”, no para “poner más fronteras”.

Tras las primeras fricciones sobre la cohesión territorial y el separatismo catalán, Rivera aprovechó el bloque económico para volver a sacar adelante uno de sus trucos: frente a los análisis macroeconómicos de todos los candidatos sobre pensiones, deuda o paro, el líder de la formación naranja volvió a salirse del carril y plantear la prioridad que para él es su hija y la "revolución familiar" que plantean, con subvenciones para las familias numerosas. Tampoco escatimó en acusar de corrupción a PP y PSOE, sus enemigos máximos en el debate, con duras réplicas de Casado y Sánchez por sus imprecisiones. 

En un debate lleno de enfrentamientos personales y de candidatos hablando todos contra todos, para que no se entienda nadie, Riera se mostró como el más beligerante hacia un lado y otro del arco político, con un discurso que en la mayor parte de los casos se salía de la línea de los demás con críticas tangenciales en materia de comercio internacional, inmigración, medidas contra la España vacía o la lucha por los derechos humanos en Iberoamérica. 

Rivera volvió a sacar a la palestra la afirmación de que "gobernamos sobre 20 millones de españoles" para presumir de estrategia y capacidad de gestión pública con el ejemplo de las diez comunidades en las que su formación tiene responsabilidades de gobierno junto a otras formaciones, incluido el pacto con PP y Vox en Andalucía y en Madrid. Rivera tiró de la batería de reproches contra Sánchez como resultado de su gestión en esas comunidades, sobre todo en Andalucía, sin encontrar sobre ello respuesta de ninguno de sus contrincantes. Ni siquiera sobre las críticas a la parálisis de la sentencia de los ERE logró respuesta del presidente en funciones ni apoyo del PP. 

Al final del debate, Albert Rivera había llegado al cuerpo a cuerpo con todos los candidatos del resto de partido con temas elevados de tono, salvo en el caso de Pablo Iglesias, al que solo logró alterar de su mensaje académico el líder de Vox. Lo que sí hizo el responsable de Ciudadanos en su minuto final fue robarle a la formación morada su discurso del "sí se puede", convertido en un eslogan sobre la superación personal y la lucha por cumplir las metas de cada cual. Después del debate, la meta de Cs sigue siendo evitar el desplome que todas las encuestas les auguran. 

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