Rivera, el otro derrotado: de acariciar el triunfo a rediseñar toda su estrategia

  • El líder de Cs ha vivido un auténtico 'shock' que cambia su rumbo. Ante un PP regenerado y un PSOE en el poder, su futuro es ahora incierto.
Albert Rivera
Albert Rivera
EFE

De verse presidente a luchar por seguir en la brecha. El golpe de mano de Pedro Sánchez no solo ha liquidado políticamente a Rajoy sino que ha hecho probar a Rivera la cicuta de 2004 que desestabilizó en su día al PP de Rajoy tras perder unas elecciones que creía ganadas. El líder de Cs, aupado por las encuestas y la opinión pública y publicada se veía presidente, pero la jugada "hábil y arriesgada" de Pedro Sánchez ha cambiado todo. No solo eso. Obligará a cambiar el tono y el discurso de Rivera, que no podrá "ser el 'pepito grillo' del bipartidismo. Ese tiempo se ha acabado. Rivera ha estado cómodo siendo el azote del PP y el PSOE, pero ese momento político ha muerto.

Ahora, Rivera está obligado a olvidar el progresismo para ser el líder del centro derecha. Si no lo hace y el PP se deshace de Rajoy y de su vieja guardia, "se lo pueden comer vivo". Solo hay que recordar el caso de UPyD. Cs pasa de "ser la esperanza a tener que luchar por la supervivencia", destaca Juan Carlos Jiménez Redondo, profesor Titular de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales del CEU. De ahí su arisca y dura reacción, "nerviosa y tensa, en exceso gesticulante" a la victoria de Sánchez y su infructuoso intento hasta el último segundo de exigir la dimisión de Rajoy y la convocatoria elecciones. El resultado fue que Sánchez no solo le acusó de electoralismo... y Rajoy ni le llamó, dejándole completamente fuera de sitio. Del todo a la nada.

Ahora Sánchez, consciente de la debilidad de Cs intentará alargar lo más posible su estancia en la Moncloa. No solo le interesa al PSOE sino a su socio, el PNV, enemigo mortal de Cs. Y esa puede ser una de las claves del apoyo vasco al socialista: aguantar para que la 'sensación Rivera' acabe de desplomarse.

Porque el efecto Sánchez, con su conquista inesperada y temeraria de la presidencia, aunque perfectamente democrática y legal, ha puesto frente al espejo a un Rivera que cuenta ahora con poco más de 30 diputados. No le queda otra que intentar ser el líder de la oposición. Y para ello hay que ser duro. Mucho. 

No hay que olvidar que el giro de los acontecimientos puede afectar también en el futuro voto del seguidor del PP tradicional, hastiado de Rajoy, y que ahora "puede perdonar al PP la corrupción dando por hecho que ya han pagado y sintiéndose culpable por la forma en la que el presidente ha caído". Eso debió pensar Rajoy que, una vez destronado, ha teatralizado su dura caída. Y su soledad. No acudir al Congreso es todo un desprestigio institucional, pero también un mensaje: no merezco esto.

"El reproche de la corrupción deja de ser un arma para Cs porque el impacto de los ERE no será como la Gürtel", destaca Pedro Riera, doctor en Ciencias Políticas y profesor de Comportamiento Político de la Carlos III. Jiménez Redondo añade al respecto que "la imagen del PP estaba muy deteriorada ya, el PSOE tendrá una parte de la opinión pública a su favor si no se vuelve extremo e impera en él la moderación".

El líder de Cs, pues, se encuentra en una situación inesperada, con un Pedro Sánchez en el "centro del foco y afianzado como nunca como líder del PSOE". Le queda el recurso de "acusar al PP y a Rajoy de haber provocado con su inacción el gobierno Frankestein", y aprender que la política "es el arte de lo posible". 

Rivera debe ser consciente de que también estará en el ojo del huracán porque "sus relaciones han acabado mal con el PP, su gran rival en cuanto al nicho electoral, y el PSOE, con el que la vieja idea de gobernar si llegaba al poder se ha evaporado", señala Riera. Jiménez coincide en su análisis: "El bipartidismo ha demostrado ser como ese viejo rockero de 80 años que sigue triunfando encima del escenario... aunque ya esté viejo. Ese instinto por el poder le ha faltado a los nuevos partidos. Si nos damos cuenta, ya nadie habla de la nueva política", destaca.

Se enfrenta Rivera también a la capacidad del PP de regenerarse y recuperar posiciones. "Será complicado mantener el primer puesto en las encuestas y está por ver cómo reacciona el votante tradicional de derechas, que buscará el voto útil porque el centro derecha ha perdido el poder que creía garantizado", apunta Jiménez.

De hecho, "Rajoy confiaba en las municipales para retomar impulso porque confiaba en la potencia electoral y los cuadros del PP", coinciden los expertos, que aseguran que una batalla cainita entre PP y Cs puede ser letal para uno de ellos e ideal para el centro izquierda. "Rivera intentará ser el nuevo líder de ese nicho, ya que su discurso tras la victoria de Sánchez en la moción fue típico de Rajoy. Se ha acabado el Rivera de vamos a ir todos juntos de la mano. El pensamiento mágico ha saltado por los aires. Si no, acabará siendo flor de un día porque el PP sigue teniendo un colchón de votos importante y a Sánchez el poder le dará el carisma y el aura que no tenía",  advierte Jiménez. 

Malos tiempos para Rivera que ha pasado, como en su día Iglesias, de ver cercano su asalto a los cielos a quedar escorado en el camino. Y sí, a la derecha, tal vez a su pesar. No le queda otra para sobrevivir al cambio político. 

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