La guerra por 'Pegasus' sigue abierta

Robles se hace fuerte en Moncloa: cómo salvar a Sánchez sin vender a sus espías

Defensora del presidente en los peores momentos, no será fácil que el líder del Ejecutivo entregue su cabeza por mucha presión que tenga, pese a que siempre ha sido una ministra incómoda para Podemos.

Margarita Robles
Robles se hace fuerte en Moncloa: cómo salvar a Sánchez sin vender a sus espías. 
CONTACTO vía Europa Press

Margarita Robles no es muy alta, ella misma lo reconoce siempre que se lo preguntan: 1,55; pero lleva un par de tacones bien puestos que hacen que parezca mucho más sólida y estirada. Hasta los mandos del Ejército se ponen firmes y la respetan de manera especial, no sólo por ser la ministra de Defensa, también por su carácter disciplinado y firme, muy del gusto castrense, y por ser su defensora a todas horas sin remilgos ni escrúpulos. Algo que para gente desconfiada como el portavoz del PNV parece criticable e indigno: “¿Dónde está la juez progresista? Usted se ha convertido en una aplaudidora de las Fuerza de Seguridad”, le espetó Aitor Esteban en la sede del Congreso; a lo que Robles contestó sin inmutarse demasiado que ella sigue siendo esa juez progresista y “por eso respeto la Ley”.

La ministra de Defensa se ha convertido en el chivo expiatorio de sus socios de coalición y de Gobierno por el caso Pegasus, una historia que bien explicada parece un fenómeno paranormal, aunque tratándose de políticos españoles este tipo de fenómenos son bastante normales. Resumiendo el problema: el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) posee un sofisticado sistema israelí de espionaje llamado Pegasus, y según un laboratorio interdisciplinar de la Universidad de Toronto, los miembros del CNI espiaron entre 2018 y 2020 a 65 independentistas catalanes de alto 'standing', entre ellos Puigdemont, Quim Torra, Pere Aragonés, Oriol Junqueras, Laura Borras, etc.

El otro problema es que el separatismo, en este momento en horas muy bajas y falto de alegrías, tiene la oportunidad de rasgarse las vestiduras y ofenderse por el espionaje y enfrentarse al Gobierno de Pedro Sánchez exigiéndole todo tipo de responsabilidades por tamaña fechoría. Y aquí entra el juego de los alegres postureos, que se asemejan bastante a la teatralidad de los futbolistas cuando les rozan un poquito en el área de penalti. El mismísimo Pere Aragonés, presidente de la mismísima Generalitat, se personó en Madrid para pedir y exigir al Gobierno explicaciones. Explicaciones que Félix Bolaños, en correspondencia y rebajándose lo que fuera necesario, ofreció días después en Barcelona acudiendo a hablar con su homóloga catalana, Laura Vilagrà.

Al parecer, lo dicho en Cataluña por el ministro de la Presidencia, Bolaños, no sirvió de mucho y el bombo y platillo de la indignación se escenificó a gran escala el jueves en el Congreso ante el decreto de medidas anticrisis, que finalmente se aprobó gracias a Bildu, que en connivencia con ERC que hacía el papel de 'poli malo', decidió dar sus votos y salvar al Gobierno. Que digámoslo todo, prefirió el apoyo de Bildu al del Partido Popular. Y encima, lo más grave, el Gobierno “obligó" a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, a cambiar una norma por exigencia del Ejecutivo para que ERC, Bildu y la CUP entren en la comisión de secretos. Una de cal y otra de arena para un Sánchez que decide permanecer en su lado natural de la izquierda, aunque puede variar en cualquier momento y fingir su falso centralismo, o incluso tantear a Vox para ver si le apoya, como ha hecho esta semana.

Por su parte, Aragonés y Rufián, líderes de Esquerra, siguen jugando a los ofendidos, cuando realmente si de verdad lo estuvieran deberían romper toda relación con Pedro Sánchez -motivos hay más que suficientes- y abandonar su postura, pero todo el mundo sabe que pronto volverán dócilmente al redil por su comprensión -tácita- a un presidente de izquierdas que les espía por las noches pero les concede indultos por las mañanas a los presos independentistas y ofrece buenas pagas económicas a la Generalitat. Aunque es verdad, nunca se sienta a hablar con ellos en la mesa de diálogo de lo que de verdad les importa a los soberanistas.

La otra cara de la moneda, la cruz, le ha tocado a la ministra de Defensa y responsable del CNI, a la que todos los partidos de extrema izquierda condenan y quieren sacrificar en la pira de las lamentaciones. Sin embargo, ella no se corta ni un pelo y reparte estopa a todos los que se la piden: "¿Qué tiene que hacer un Gobierno cuando alguien vulnera la Constitución, cuando alguien declara la independencia?", preguntó de manera retórica Margarita Robles, en sede parlamentaria. Las explicaciones no gustaron ni convencieron al respetable elenco de partidos ofendidos: ERC, Bildu, Junts, CUP, Pdecat, Mas País, Compromis, y lo que resulta más chocante, el propio Ejecutivo -en la figura de Unidas Podemos- se personó y exige al Gobierno del que forma parte una Comisión para investigar Pegasus. Una vez más, UP parece sufrir su esquizofrenia política particular, dada su pérdida del contacto con la realidad y sus alteraciones de personalidad.

Aragonés y Rufián siguen jugando a los ofendidos, cuando realmente si de verdad lo estuvieran deberían romper toda relación con Pedro Sánchez

Hace algún tiempo, mucho antes de que Pegasus apareciera, la extrema izquierda ya exigía el cese de Margarita Robles. Desde que se firmó la coalición con Podemos, siempre ha sido una ministra incómoda para sus socios, y principalmente con Pablo Iglesias, con quien solía discrepar con mucha frecuencia. Precisamente la mano de Iglesias, según los socialistas, es la que azuza la nueva campaña contra la exmagistrada del Tribunal Supremo. Incluso algunos lo achacan a una vieja rencilla, una posible negativa en 2015 de Robles de entrar a formar parte del partido morado. Tras una comida discreta en un restaurante de la calle Ballesta de Madrid, dicen que no saltó la chispa ni hubo 'feeling', y Robles le dio plantón político a Iglesias y unas semanas después ella acabó de independiente en el PSOE. Unida a un Pedro Sánchez del que ha sido defensora y protectora en los años difíciles en los que el presidente era un cadáver político para la inmensa mayoría de los comentaristas.

Ahora, siguen las buenas relaciones entre ambos y no será fácil que Sánchez entregue su cabeza, por mucha presión que tenga; aunque también es cierto el carácter voluble de un líder algo ensoberbecido y que suele reaccionar de cualquier modo, incluso traicionando a sus “amigos”: que se lo pregunten a Carmen Calvo o Iván Redondo, defenestrados sin explicación alguna. Además, Margarita Robles, por su estilo disciplinado y su trayectoria como alto cargo de la judicatura, le otorga a Sánchez una cierta pátina de respetabilidad y sensatez que no poseen los demás ministros del Gobierno, así como tener la mejor imagen ante los votantes de centro izquierda o de derechas.

Robles, a pesar de lo mucho que ha hablado estos días, también se queja de que no puede decir todo lo que le parezca, ya que está sometida a cumplir la ley de secretos oficiales y no debe responder a lo que sus interlocutores sueltan por su boca y sin necesidad de controlarse. A pesar de ello, la ministra no se arredra, se siente muy capaz de cualquier cometido y más aún después de estar bregada en las grandes batallas políticas y con un gran conocimiento en las “cañerías”, cuando fue secretaria de Estado de Interior en los duros tiempos del GAL, con Juan Alberto Belloch de ministro. Esta claro que Robles tiene profesión, pasado e información de sobra para realizar su carrera sin necesidad de alterarse y sin tener que suplicar a nadie. Algo que quizá se plantee si las cosas se complican más de la cuenta. A pesar de ello, y en un contexto de guerra en Ucrania con Rusia, no parece lo más lógico prescindir de sus servicios.

Estos días, la ministra se ha mostrado segura en su atril en el Congreso, pero también en los pasillos de la Cámara ante los periodistas que la han acosado a preguntas. Ella insiste en que está muy tranquila y lo único que espera es que se constituya la comisión para que los hechos se esclarezcan y más de uno tenga que cerrar la boca: “En cuanto venga la directora del CNI, los presentes en esa comisión que tanto están pidiendo, se van a llevar una sorpresa cuando salgan esas informaciones”, dijo la ministra, ante el malestar esperado de los aludidos. De momento, la guerra del espionaje sigue abierta y con un futuro incierto, aunque todo huele a que ERC echará marcha atrás una vez el Gobierno le conceda unas “carantoñas” y unas cuantas regalías en forma de euros.

El problema de esta cuestión de Pegasus está en que existen dos modos claros de entender la política y las necesidades de defender la democracia: uno, el que considera el espionaje regido por un juez como algo legal si defiende los intereses del Estado y la Constitución; y otro que lo considera una ignominia sea la razón que sea. Lo curioso es que la Generalitat también ha realizado espionajes a políticos catalanes y ha buscado el amparo de los 'hackers' rusos para intervenir en las redes nacionales. En pocas palabras, el Gobierno más “progre” de España se puede acabar rompiendo por espiar a sus socios... qué no espiará o hará Sánchez con los que no son sus aliados. Miedo me da la falta de criterio y de escrúpulos de un presidente capaz de cualquier cosa con tal de conseguir sus objetivos, aunque al frente de la inteligencia haya puesto a una mujer con principios y un par de tacones.  

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