La división con sus socios de acentúa

Sánchez deshoja la 'margarita' con UP y plantea aplicar la solución McNamara

El presidente necesitará mano izquierda y paños calientes para doblegar ciertas voluntades de sus apoyos políticos, de ahí que haya sugerido ampliar hasta 2029 la fecha para alcanzar la inversión comprometida. 

Sánchez y Díaz
Sánchez deshoja la “margarita” con UP y plantea aplicar la solución McNamara. 
EFE

Qué lejos queda Joe Biden y toda esa inmensa cohorte de primeros ministros internacionales que se pasearon felizmente por Madrid estos tres días. Ahora, apagados los focos de la cumbre de la OTAN, llega la hora de volver a la dura y cruda realidad de la política doméstica española. Pero antes, hay que añadir que gracias a Putin y a su invasión de Ucrania la Organización del Atlántico Norte ha conseguido reverdecer su potencial y emerger de nuevo tras una década de baja intensidad y cierto descontrol. Este encuentro en la capital de España pone fin a ese concepto de unidad global que se instauró tras la caída del Muro de Berlín, y desde ahora cambiará en buena medida el actual Orden Mundial, renovando las prioridades geoestratégicas de Occidente.

Tanto es así, que un entregado y entusiasta Pedro Sánchez ha decidido confirmar su nuevo talante armamentista y olvidarse de lo que dijo cuando era secretario general del PSOE, en una entrevista en 'El Mundo' en octubre de 2014: “Falta más presupuesto contra la pobreza y sobra el ministerio de Defensa”. Ahora, Sánchez es otro, como diría la exministra Carmen Calvo, y su actitud también es otra y habla sin miedo de aumentar hasta un 2% del PIB el gasto de Defensa para cumplir con las exigencias marcadas por la Alianza Atlántica. Actualmente España contribuye con el 1,01%, lo que supone unos 10.150 millones de euros aprobados por los presupuestos del Estado. Ese nuevo 2% supondría destinar cerca de 12.000 millones más.

Y aquí empiezan los serios problemas para un presidente de Gobierno necesitado de cambiar el curso de su propia historia y darle la vuelta a la 'tortilla' para que sus socios de coalición -Unidas Podemos- aprueben sus decisiones con la OTAN y con Joe Biden y su deseo de reforzar la capacidad militar de la base naval de Rota (Cádiz), sin que por ello dejen de apoyar los presupuestos de 2023. Esto también incluye a los independentistas, Más Madrid y a los de Bildu, que tampoco están por la labor de ampliar el gasto armamentístico. El líder del PSOE necesitará mucha mano izquierda y muchos paños calientes para doblegar ciertas voluntades de sus apoyos políticos, de ahí que haya sugerido ampliar el tiempo señalado de 2024 -previsto en la cumbre de Gales- hasta 2029 para alcanzar el tope de la inversión comprometida, es una manera de soltar la inversión en una especie de “cómodos” plazos que son menos indigestos y menos “agresivos” para los pacifistas.

La guerra política del líder del PSOE con sus aliados sigue abierta y lo seguirá durante tiempo si no consigue cerrar ciertas actitudes díscolas y rebeldes “sin pausa” dentro del Ejecutivo

Con cuchara pequeña y sorbo a sorbo, el presidente considera que Podemos cederá y seguirá apoyándole sin mayores problemas, algo no fácil de conseguir porque el problema está en casa desde hace tiempo y sus líderes, salvo Yolanda Díaz, no parecen muy dispuestos a cambiar en estas cuestiones, que podrían entenderse como una traición al ideario político de los morados. Sánchez desea que la propuesta que tiene previsto realizar a las Cortes Generales sea un "acuerdo de país" que "trascienda las cuestiones ideológicas", porque con la agresión de Vladímir Putin "se ha puesto en riesgo la seguridad de Europa y de España”, según sus palabras, y en esa dirección quiere que todos remen a favor.

Ese mensaje y esa petición de 'acuerdo' no iban dirigidas a la oposición para que apoye estas medidas, porque sabe que las apoyarán sin grandes problemas, sino a sus propios socios. Y quiso subrayar de manera especial que se dirigía a los miembros que están “a la izquierda de la izquierda del PSOE”, a los que pidió una seria “reflexión” para que sean conscientes de que tras el ataque a Ucrania el mundo ha cambiado y las alianzas entre países también, entre ellas está el claro ejemplo de Suecia y Finlandia, dos países tradicionalmente neutrales que han decidido entrar a formar parte de la OTAN, algo que para Sánchez debería ser un ejemplo para sus socios, o al menos una relativa aproximación. Ya conocen el viejo adagio: 'Si vis pacen, para bellum', si quieres la paz prepárate para la guerra.

Pero la guerra política del líder del PSOE con sus aliados sigue abierta y lo seguirá durante tiempo si no consigue cerrar ciertas actitudes díscolas y rebeldes “sin pausa” dentro del Ejecutivo. Una cosa es discrepar a puerta cerrada en el Consejo, y otra muy distinta ir por ahí anunciando que todo lo que hace este Gobierno -aunque ellos estén de cuerpo presente en el mismo- es una porquería militarista. Algo parecido dijo ya la ministra Ione Belarra en un foro telemático del movimiento europeo por la paz: "Hay que ser claros y contundentes: con balas no se come, con bombas no se cura y con tanques no se apagan incendios", sin olvidar otras muchas posturas y frases decisivas como cuando toca hablar de los más de 30 muertos en la valla de Melilla.

Estos encendidos enfrentamientos que Sánchez intenta controlar de alguna manera, como cuando vimos a Irene Montero no responder a los periodistas dejando que lo hiciera por ella la portavoz, Isabel Rodríguez, están planteando inevitablemente un crucial dilema: ¿mejor seguir con Unidas Podemos o mejor romper por la “malas” y seguir sin ellos? No son pocos los asesores que creen que a pesar de la debilidad numérica de escaños del PSOE podrían seguir manteniendo el poder y mejorar su imagen más centrista, de una izquierda menos radical y más apta a los desafíos racionales que se avecinan de cara a las próximas elecciones de mayo de 2023. Sin embargo, existe el peligro de que la oposición -principalmente el PP- con la caída de Podemos exigiera un adelanto electoral, algo que en Moncloa no contemplan por ahora. En el otro extremo, los morados tampoco se plantean dejar el Gobierno, cómo iban a abandonar un buen sueldo y unas buenas alfombras mullidas, aunque las medidas que adopta el Gabinete al que pertenecen sean contrarias a sus ideales.

Por otra parte, y desde el punto de vista del presidente, no es tan fácil desprenderse de su “brazo extremo izquierdo”, aunque le incordie constantemente y ponga en peligro sus planes, ya que ellos mismos forman parte de su estrategia política, que consiste en dejarles hacer para que se muestren parcialmente extremistas y tú, en consecuencia, parecer -aunque no lo seas- más moderado ante los radicales. Lo malo es que los votantes acaben culpándote de tu connivencia con tu socio radical y piensen que tú eres tan extremista como son ellos, algo que tampoco resulta tan descabellado.

En definitiva, es la eterna disyuntiva de saber si los socios son más una carga para el PSOE o si en realidad son una ayuda para los intereses políticos del Gobierno. Sin olvidar la necesidad que siempre se tiene de saber romper amarras en el momento más oportuno con el 'vecino' de coalición, haciéndolo a poder ser un cuarto de hora antes de que lo haga él.

En este caso concreto acerca de qué es lo mejor que se puede hacer con los miembros del Gobierno de Unidas Podemos, si dejarlos dentro del Gobierno o fuera del Ejecutivo, todo apunta a que Pedro Sánchez optará por aplicar la vía continuista, es decir, el llamado 'dilema McNamara'. El que fuera secretario de Defensa norteamericano bajo la presidencia de Lyndon Johnson (1963-1969), Robert McNamara, aconsejó a su jefe de la conveniencia de no prescindir del sibilino y todopoderoso director del FBI, Edgar Hoover, con una sentencia que ha pasado a los anales de la teoría política: “Es mejor tener al indio dentro de la tienda meando hacia fuera, que tenerlo fuera meando hacia dentro”. Con UP pasa lo mismo, quizá estén mejor controlados desde dentro y sometidos en cierta medida a las decisiones del presidente, que incordiando desde fuera y en dirección contraria y permanente de orinar hacia la “tienda” de Moncloa. 

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