Tensiones en el Gobierno

Sánchez se queda solo y apunta a una nueva remodelación tras las andaluzas

El presidente del Ejecutivo es el único al que le caen todos los problemas encima y el único que acude a apagar todos los incendios, que no son pocos y cada día resultan bastante más difíciles de solventar.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras dar una declaración institucional en el Palacio de la Moncloa para explicar los pormenores de la decisión de aprobar los indultos a los líderes independentistas del "procés". 22/06/2021
Sánchez se plantea remodelar Moncloa (otra vez) tras las elecciones andaluzas.
EFE

Pedro Sánchez no convence a sus socios ni aliados, ni tampoco a la oposición, que a pesar de todo es la que le apoya a la hora de sacar adelante algunas leyes. La partida política está servida, pero se está moviendo por extraños vericuetos difíciles de encajar ya que responde a segundas intenciones políticas, imprevisibles y menos evidentes, como las que esconden los partidos independentistas, que se quejan mucho por el espionaje del caso Pegasus pero acabarán claudicando y apoyando al Ejecutivo cuando la presión ambiental en Cataluña haya descendido en intensidad. Siguen pensando que es mejor un PSOE “malo y que no cumple”, que un PP con Vox que está por llegar.

Vivimos un duro enfrentamiento entre un Gobierno contestatario y acusador de las fuerzas políticas que le son adversas -no así de esos socios antes mencionados, a los que mima y protege de manera paternalista a pesar de sus críticas-, y la creciente oposición liderada por el PP de Núñez Feijóo que se resiste a entrar al trapo de las provocaciones de Pedro Sánchez, necesitado de un mayor enfrentamiento para animar y calentar a sus votantes algo desmotivados y desmoronados por las circunstancias económicas, sociales y políticas. Sánchez intenta remedar la vieja fórmula ya empleada por Rodríguez Zapatero cuando le dijo a Iñaki Gabilondo en televisión: “Nos conviene que haya tensión”.

Pero la tensión -la buena- la ministerial y gubernamental no llega, ese es el gran problema de Moncloa. Sánchez es el único al que le caen todos los marrones y el único que acude a apagar todos los incendios, que no son pocos y cada día más difíciles de solventar. Los demás miembros del gabinete -entre los quemados como Marlaska, o las ministras desaparecidas- casi no existe nadie más, si descontamos a Nadia Calviño y al encargado de todos los recados, Félix Bolaños. Hasta Yolanda Díaz parece más retraída últimamente debido a que no consigue arrancar su proyecto político, al que le ha puesto nombre, “Sumar”, pero con escaso garbo y poco don para multiplicar votos.

El presidente hace tiempo que es consciente de que su Gobierno no acaba de funcionar, que las piezas del mismo no arrancan. Desde que se deshizo de Iván Redondo, Ábalos y Carmen Calvo, el Ejecutivo es un cúmulo de lamentaciones sin creatividad; y han entrado las nuevas ministras que no han aportado una mínima cuota de imagen o de funcionamiento con cierto éxito, ni tan siquiera la portavoz -Isabel Rodríguez- consigue desarrollar con brillantez su trabajo, y eso que se la ve muy disciplinada y dispuesta a lo que haga falta. Sánchez quería utilizar la entrada de las ministras para que dieran juego feminista y esplendor político pero sin hacerle mucha sombra a él; y ha conseguido todo lo contrario, ser él tan protagonista que nadie sabe que existen 14 ministras y 8 ministros del Gobierno, y eso que hay unos cuantos de sobra, en total suman 22. La mayoría desaparecidos en combate o pendientes aún de estreno en las pantallas.

Dada esta numérica y circunstancial razón, según fuentes bien informadas del entorno de Moncloa, está previsto para después de las elecciones de Andalucía una importante remodelación de Gobierno para cambiar algunos ministros y ajustar el nuevo equipo de cara a la recta final de la legislatura, que según Pedro Sánchez será muy intensa y dura, y exige un serio revulsivo. El motivo principal es el agotamiento o desfase de la mayoría de los miembros del Gabinete y la necesidad de nuevos aires algo más competentes y políticos, pero también ayudarán los resultados que se obtengan en las andaluzas, que por el momento no pitan nada bien. Si la derrota socialista se confirma, el cambio servirá para echar balones fuera y señalar a otros culpables del fiasco.

Entre las novedades que circulan por Moncloa, hay también un nombre que suena con fuerza para desempañar nuevas funciones como probable ministro: Antonio Hernando, “amigo” -entre comillas- del presidente y ahora miembro recuperado para las tareas de director adjunto del Gabinete de la Presidencia. Hernando, socialista de la vieja escuela y con buena imagen en sectores políticos, fue desterrado durante un tiempo del paraíso “sanchista” y ahora ha vuelto a ser bien recibido por el propio Sánchez, y con su nueva incorporación podría aspirar a un papel más relevante y más necesario de cara a las elecciones generales.

El presidente Sánchez sabe que su Ejecutivo ha perdido la iniciativa política. El tema del CNI, que en Moncloa intuían que era complicado pero creían poderlo manejar con facilidad, se les está indigestando más de la cuenta, sobre todo porque lo han gestionado de manera burda y poco inteligente, creyendo que podían con sus ardides desconcertar a todos. Sin embargo, no han sabido contentar ni a unos ni a otros, ni a los separatistas que tienen que hacerse las víctimas ante sus seguidores indignados, ni al resto de la sociedad española que no comprende o no acepta que el Gobierno tenga que fingir que no podía vigilar a los políticos radicales que estaban dispuestos a atentar una vez más contra la democracia constitucional, como se vio en 2017.

Sánchez se ha embrollado en su propio anzuelo y en el difícil equilibrio de guiarse por el “sanchismo" o por el socialismo. Sabe que ambos caminos no conducen al mismo destino, que uno transita por la izquierda radical y el otro por el centro izquierda y la socialdemocracia, y que deberá optar por una postura u otra porque si se decanta por las dos puede quedar atrapado en la ambigüedad. También sabe que su cuenta atrás para un posible desastre será inminente si los resultados en Andalucía no son buenos y el PP consigue un triunfo, más o menos claro, o pactar con Vox, por mucho que eso sirva luego como excusa para el PSOE. Y por último, la necesidad de renovar la imagen y los miembros de su Gobierno es cada día mayor si no quiere morir por falta de imagen y resultados políticos; motivada en gran medida por un ramillete de mujeres feministas pero muy poco listas.

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