Un mal momento político

Sánchez rompe los puentes con Feijóo y da alas (otra vez) al independentismo

Su debilidad política y las constantes peleas con sus “socios” de investidura hacen que el panorama actual del presidente del Gobierno no sean nada halagüeños pese a que marque las distancias con el PP.

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Sánchez rompe todos los puentes con Feijoo y da alas al independentismo.
Agencia EFE | EFE

No cabe duda de que el presidente del Gobierno vive un mal momento político por la crisis del CNI y el espionaje del caso Pegasus a los independentistas. También siguen, por muchas ayudas al gas y la gasolina que se intenten poner, los múltiples problemas económicos de la inflación que empañan gravemente su imagen y su supervivencia en Moncloa, sin olvidar el debate no zanjado por la cuestión del Sáhara o los conflictos con Unidas Podemos, miembros del propio Gobierno aunque no lo parezca, por la entrega de armamento español a Ucrania.

Su debilidad política -el PSOE no tiene más de 120 escaños en el Congreso- y las constantes peleas con sus “socios”, hacen que el panorama actual y el futuro de Pedro Sánchez no sean nada halagüeños, incluso a simple vista pueden parecer aún más fatídicos si tenemos presente las inmediatas elecciones de Andalucía del 19 de junio, que dan a los socialistas como perdedores frente a un Juanma Moreno que consigue reeditar, según todas las encuestas, su éxito electoral. Y ese nuevo triunfo, aunque sea autonómico, siempre provoca un efecto simbólico y mimético en el resto de España, y más si es en una gran región como Andalucía.

Sin embargo, no hay que olvidar que este presidente es la reencarnación viva del ave fénix, que renace de sus propias cenizas, como ha demostrado en múltiples ocasiones. Desde que fue “expulsado” de su propio partido por sus enfrentamientos con la gestora de aquel momento, hasta conseguir la compleja misión de echar con una moción de censura a todo un presidente, como fue el caso de Mariano Rajoy; sin olvidar el pacto de coalición con Unidas Podemos y el apoyo de socios políticos tan poco habituales en la gobernanza del país, como son los soberanistas y la extrema izquierda.

Su habilidad para el manejo y el subterfugio de la política a corto plazo hace que dos días después de montar una gran crisis y cesar a la directora del CNI, Paz Esteban, y sin necesidad de ofrecer las cabezas de Margarita Robles o Félix Bolaños, haya aplacado bastante las iras de sus socios en Cataluña, Esquerra Republicana, y las heridas empiecen a cicatrizar, incluso de cara al encuentro -todavía por decidir- entre los dos presidentes, Sánchez y Aragonés. Aunque digámoslo todo, el mérito no es tanto por el buen hacer de Moncloa sino del propio interés político de los separatistas, que siguen apostando por este Gobierno ante la disyuntiva de que sea el Partido Popular con la ayuda de Vox quienes gobiernen la nación. O como dice la portavoz del PP, Cuca Gamarra, “los partidos independentistas huelen la debilidad de Sánchez y quieren sacar partido de ello”.

Es cierto que para una gran mayoría de ciudadanos a Pedro Sánchez se le está poniendo cara de Zapatero, es decir, de político en vías de ser derrotado por las circunstancias y que va camino de iniciar su etapa final. Pero como él mismo reconoció el jueves pasado, está dispuesto a resistir y además “toreando” a dos manos: con acuerdos a izquierda y derecha, como ha hecho esta misma semana en el Congreso, que tras despreciar a la oposición consiguió que le apoyaran en la "Ley de Seguridad Nacional", para que esta saliera adelante y poder tumbar las enmiendas a la totalidad que pretendían plantear ERC, PNV, Bildu y Más País. En este apoyo al Gobierno no sólo estuvo el PP, sino también Vox y Ciudadanos, que consideran necesario tramitar la aprobación de esta norma.

A raíz del cese de la directora del CNI y de los desplantes entre Pedro Sánchez y la oposición, los puentes entre PP y PSOE están aún más rotos, pero eso no quita que no se intente mantener los acuerdos de Estado, e incluso se planifique para esta próxima semana nuevas reuniones entre los dos partidos buscando consensos en temas fundamentales. Mientras Sánchez no cambie de opinión y siga con su idea de agotar la legislatura, o al menos de mantenerla mientras le interese, el juego político le exigirá recurrir, con mayor frecuencia, a la famosa “geometría variable” tan propia de los gobiernos minoritarios, y que tanto ha utilizado él para superar sus obstáculos políticos.

Sin embargo, una cosa es sufragar las leyes importantes que interesen a la sociedad, al menos desde la óptica de la oposición, y otra muy distinta apoyar a un agónico presidente para salvarle de su angustia. Núñez Feijóo no ignora que debe defender el interés general, aunque le cueste, pero sin ofrecer un cheque en blanco a un presidente que no está dispuesto, como ha demostrado en varias ocasiones, a pactar nada con los populares, y siempre elige como primer opción -como ya ha hecho en el último Plan Nacional por Ucrania- el respaldo de Bildu antes que del PP.

Las últimas votaciones del Ejecutivo han sido de infarto, aunque por ello han adquirido cierta experiencia a la hora de buscar urgentemente “compañeros” de viaje para aprobar cada ley. De ahí, que Moncloa tenga previsto que las normativas que le puedan “gustar” a la derecha sacarlas con su respaldo, mientras que las que sean de izquierda, hacerlo con sus socios habituales, aunque con estos deban negociar o pagar algún peaje extra. De momento, es bueno saber que el Gobierno, incluso con todo en su contra, ha conseguido aprobar su agenda legislativa, de ahí el triunfalismo que lució estos días Sánchez al recordar que la Ley de Seguridad Nacional también se había aprobado a pesar de todo, y después de una semana tan dura e intensa para él y su Gabinete. Pero tampoco olvidemos que todos esos logros han sido posibles gracias al abuso de los decretos, más de 40 aprobados en diez meses.

A pesar de que los independentistas han reverdecido estos días gracias a sus batallas y críticas al Gobierno, y a que les han servido en bandeja de plata la cabeza de la directora del CNI, Paz Esteban, para amainar sus iras, Moncloa quiere mandar el aviso a ERC de que sus 13 escaños en el Congreso son importantes pero no imprescindibles y que hay otros partidos dispuestos a sumarse. Esto tampoco significa que Sánchez y su Ejecutivo estén fuertes, todo lo contrario, siguen muy débiles y camino de hundirse si siguen los problemas, principalmente los económicos; el político siempre intenta hacer de la debilidad virtud, y no digamos un presidente incapaz de empatizar y tocado por la fría soberbia .

Hoy por hoy, Sánchez ha conseguido con astucia y “necesidad” sacar adelante sus leyes con el apoyo de los partidos de izquierda y de derechas, según la tendencia y las necesidades de los votos. Algo que, guardando las distancias de la época, también hizo en su momento José María Aznar en su primera presidencia en Moncloa, durante la cual recurrió al apoyo constante de nacionalistas como Jordi Pujol, entonces en la Generalitat, y a sus votos de Convergencia i Unió (CiU), o a los del PNV o los partidos canarios. Eran otros tiempos lejanos, pero la necesidad de sobrevivir en el poder era la misma; es más, gracias a esa política de pactos con los nacionalistas Aznar consiguió mayoría absoluta en el 2000. No creo que Sánchez llegue a tanto, pero al menos dará la batalla para mantener su cama y su colchón una temporada más en la Moncloa.

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