Sewol, el ferri que arrastró en su naufragio a todo un país

  • El trágico hundimiento el pasado abril del ferri Sewol sumió en una profunda conmoción a Corea del Sur y desató una grave crisis política, económica y social, al destapar el lado más oscuro del "milagro" económico del país.

Atahualpa Amerise

Seúl, 10 dic.- El trágico hundimiento el pasado abril del ferri Sewol sumió en una profunda conmoción a Corea del Sur y desató una grave crisis política, económica y social, al destapar el lado más oscuro del "milagro" económico del país.

La mañana del 16 de abril el Sewol, que viajaba con 476 pasajeros y tripulantes desde la ciudad noroccidental de Incheon hasta la isla de Jeju, al sur del país, se inclinó progresivamente hasta quedar completamente volcado a babor en poco más de una hora desde la primera petición de socorro.

Los pesqueros que faenaban en las frías aguas al suroeste del país comenzaron un rescate improvisado y, tras llegar la Guardia Costera, se logró sacar del agua a 172 supervivientes.

Los 304 restantes, la mayoría estudiantes de un instituto de bachillerato en la periferia de Seúl que hacían un viaje escolar, quedaron atrapados en el buque y nunca más volvieron a ver la luz.

El suceso sumió inmediatamente en un estado de shock a toda Corea del Sur, mientras en los siguientes días se desvanecían las esperanzas de encontrar más cuerpos con vida a pesar de los esfuerzos de centenares de buzos y los rezos, ruegos y lágrimas de los familiares de las víctimas.

En plena conmoción, comenzaron a surgir interrogantes: por qué se hundió el barco, quién retrasó la orden de evacuación o por qué la Guardia Costera tardó en reaccionar. En definitiva, quiénes son los responsables de la mayor tragedia humana del país en décadas.

El primer blanco de las iras fue el capitán, Lee Joon-seok, de 68 años.

Las imágenes de Lee huyendo del barco dieron la vuelta al mundo y le señalaron como el principal culpable, mientras la presidenta del país, Park Geun-hye, lo acusó de "intento de asesinato" antes incluso de que la Fiscalía presentara cargos contra él.

En todo caso, quedó pronto en evidencia que el capitán no era el único responsable, especialmente al revelarse que el Sewol llevaba el triple de la carga permitida y había sido sometido a una remodelación ilegal que le restó estabilidad, de modo que bastó un giro brusco para volcar esta nave de 6.825 toneladas.

A pesar de que el barco no estaba en condiciones de navegar, tenía todos los papeles en regla debido a presuntos sobornos de la naviera a funcionarios públicos de diferentes instituciones, según fue revelando la investigación.

En mayo, el hombre más buscado del país pasó a ser el dueño de la naviera, Yoo Byung-eun, millonario empresario, artista y líder religioso que, tras huir, se convirtió en referente de la avaricia sin escrúpulos nutrida al amparo del vertiginoso desarrollo económico de las últimas décadas.

La connivencia entre funcionarios y empresas, un secreto a voces en Corea del Sur, había ido esta vez demasiado lejos y la cruda realidad sentó como una bofetada en la cara a la sociedad surcoreana, ya con el ánimo por los suelos al ver cada día los llantos de las familias en la televisión.

La depresión colectiva de los meses siguientes al naufragio, en los que los lazos de homenaje a las víctimas tiñeron de amarillo las calles de Seúl, provocó incluso un fuerte descenso en el consumo que se tradujo en un recorte de tres décimas en el crecimiento del PIB del segundo trimestre, según datos del Gobierno.

Uno de los lazos amarillos llegó hasta la solapa del papa Francisco durante su histórica visita a Corea del Sur en agosto, en la que dedicó una generosa parte de su agenda y numerosas palabras de consuelo a los familiares de las víctimas del Sewol.

Finalmente, el capitán fue condenado en noviembre a 36 años de cárcel y los otros 14 miembros de la tripulación supervivientes recibieron penas de entre 5 y 30 años por homicidio accidental.

Por su parte, el fugitivo Yoo Byung-eun apareció muerto en extrañas circunstancias en julio, en lo que la Policía confirmó como un suicidio, mientras sus hijos y otros ayudantes cercanos fueron procesados y condenados a penas de cárcel.

Tras meses de luto, los surcoreanos han logrado superar su mayor depresión colectiva, mientras en el ámbito político se han creado nuevas leyes anticorrupción y se han reestructurado completamente los organismos de prevención de desastres y emergencias, para evitar que la pesadilla se vuelva a repetir.

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