Shlomo Venezia publica en español su sobrecogedor testimonio de Auschwitz

  • Madrid.- Shlomo Venezia, prisionero judío de Auschwitz, fue obligado a trabajar en las cámaras de gas nazis y logró sobrevivir para contar al mundo su sobrecogedora experiencia en un libro que se publica ahora en español, convencido de que "hay que recordar para construir el futuro".

Shlomo Venezia publica en español su sobrecogedor testimonio de Auschwitz
Shlomo Venezia publica en español su sobrecogedor testimonio de Auschwitz

Madrid.- Shlomo Venezia, prisionero judío de Auschwitz, fue obligado a trabajar en las cámaras de gas nazis y logró sobrevivir para contar al mundo su sobrecogedora experiencia en un libro que se publica ahora en español, convencido de que "hay que recordar para construir el futuro".

"Nunca pensé en que llegaría hasta aquí", ha afirmado hoy este superviviente de 87 años en español, la lengua de sus antepasados, en una entrevista con Efe en la que afronta con ejemplar valentía los dolorosos recuerdos del campo de extermino, al que llegó en 1944 con 21 años.

Allí fue destinado por sus carceleros al "Sonderkommando", nombre que recibían los grupos integrados por los prisioneros judíos que eran obligados a asistir a sus verdugos en las cámaras de gas y en la cremación de los cadáveres. "Nadie se presentó voluntario -dice-; no te preguntaban".

Y "Sonderkommando" es el título del libro, publicado en español por RBA, con el que Shlomo Venezia, de ascendencia sefardí, nacido en Grecia, de nacionalidad italiana y residente en Roma -donde posee un comercio junto a la Fontana di Trevi-, ha podido aliviar el peso de su memoria y luchar contra el olvido.

En el libro, construido a través de las conversaciones que mantuvo con la escritora francesa Béatrice Prasquier, Venezia asegura que para sobrevivir en Auschwitz era necesario tener "una fuerza moral y física" especial.

Él -precisaba hoy- encontró esa fuerza en la propia muerte, que tenía a diario entre sus manos, en los cadáveres que extraía de las cámaras de gas ayudado por un bastón; en los cuerpos sin vida de las mujeres a las que tenía que cortar el pelo con unas grandes tijeras.

"Cuando llevabas una semana allí, el cerebro ya no era el mismo después de haber visto tantos muertos", explica.

Shlomo Venezia se habituó a ver la llegada diaria de trenes cargados con personas -niños, mujeres, hombres- destinados a las cámaras de gas, una suerte que ellos casi siempre ignoraban hasta el final.

Cuando llegaban a las duchas, los guardias les indicaban que debían colgar su ropa con los números que les habían asignado, para luego recuperarla. "La gente pasaba a las duchas, pero el agua no salía", recuerda el superviviente del "Sonderkommando".

Venezia calcula que pasaban entre diez y doce minutos hasta que todas las personas que habían sido introducidas en las cámaras morían intoxicadas por el Zyklon B, nombre comercial del insecticida empleado en la gasificación.

"Siempre pedías que no llegaran personas que tú pudieras conocer, tenerlas delante y que supieras que las iban a matar", afirma Venezia, quien relata en la entrevista que un día llegó al campo un primo suyo Leon Venezia por el que intentó interceder sin éxito.

"Al final me preguntó cómo iba a morir, si era una muerte rápida. 'Ni un minuto dura', le respondí", recuerda Shlomo Venezia, quien sabía que, en realidad, a su primo le aguardaba "una muerte insoportable".

Los "sonderkommandos" no estaban libres de morir. A menudo eran cambiados por otros y los antiguos eran ejecutados, porque no podían quedar testigos de la barbarie. Pero en la época en la que Venezia estaba en Auschwitz la llegada de 420.000 personas procedentes de Hungría obligó a aplazar los relevos.

Cuenta Shlomo Venezia que pasó 47 años sin querer hablar del campo de exterminio. En ese tiempo asistió con preocupación al rebrote de grupos de extrema derecha en países como Italia, hasta que en 1992 fue invitado a "regresar al infierno" de Auschwitz para acompañar a un grupo de estudiantes romanos.

"Esa experiencia me hizo liberar lo que llevaba dentro, me hizo sentirme más liviano", confiesa.

Desde entonces ha regresado a Auschwitz en 54 ocasiones y ha visto cómo se publicaba en una veintena de países el libro que recoge el primer testimonio íntegro de un "sonderkommando".

Un libro que se lee ya en las escuelas de Italia, donde Venezia asiste a coloquios con los estudiantes, a los que escribe siempre la misma dedicatoria: "Para no olvidar".

Shlomo Venezia recibe hoy un homenaje en Madrid de la Casa Sefarad. Cuando regrese a Roma sabe que tendrá que pasar "tres días solo, encerrado en casa, hasta volver a la normalidad". Es el precio que paga por mantener vivos sus recuerdos.

Carlos Gosch

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