Un año al borde del abismo

  • España ha vivido al borde del abismo económico durante 2011, un año en el que ETA dijo que abandonaba definitivamente la violencia y que termina con el PP copando el mayor poder político de la democracia.

Luis Sanz

Madrid, 16 dic.- España ha vivido al borde del abismo económico durante 2011, un año en el que ETA dijo que abandonaba definitivamente la violencia y que termina con el PP copando el mayor poder político de la democracia.

Ha sido el año de la prima de riesgo y los indignados, del paro y las cajas de ahorros y también el año de una campaña electoral casi permanente.

El país comenzó 2011 en estado "de alarma", vigente formalmente solo hasta el 15 de enero tras la huelga de los controladores aéreos, pero que en la práctica continuó después debido a la situación económica.

Los españoles tuvieron que hacer frente ese primer mes del año a un máximo histórico de 1,276 euros en el precio de la gasolina, una cifra de parados de 4.696.600 personas, la confirmación de que la economía había caído un 0,2 por ciento en 2010 y al primer aviso de lo que vendría después: el Tesoro tuvo que pagar el interés más alto de la década para colocar una emisión de bonos a 10 años.

Las expectativas de mejoría se empezaron a frustrar a mediados de año y ahora, en diciembre, España sufre ya cinco millones de parados y parece cerca de una nueva recesión.

Los recortes han sido también protagonistas de este 2011 y han afectado a todos los sectores y a todas partes del país. Frente a ellos ha ido creciendo el descontento social: concreto, como en el caso de la Sanidad en Cataluña o la Educación en Madrid, o más general encarnado en el 15M.

Y es que en ese contexto de crisis económica y de crítica a los políticos, el 15 de mayo surgió un fenómeno que cogió por sorpresa a casi todos, cuando una protesta convocada al margen de los sindicatos desembocó en un movimiento que consiguió llenar plazas de todo el país y logró expandirse incluso por otros lugares del mundo.

La "spanishrevolution" descolocó a políticos y analistas con manifestaciones caracterizadas en la mayoría de los casos por su civismo, una organización eficaz, hábil manejo de las redes sociales y el apoyo de personas de todas las edades y extracción social.

Coincidían en su indignación y la dirigían contra banqueros y políticos. Estos últimos, sumidos casi todo el año en la que puede haber sido la campaña electoral más larga de la democracia, reaccionaron con desprecio, unos, con un intento de coqueteo, otros, y todos con preocupación.

Las encuestas dicen que el movimiento de los "indignados", que ha ido dispersando su mensaje con el paso de los meses, no ha tenido una gran repercusión en las dos citas electorales de este año, pero lo cierto es que algunas de sus reclamaciones, como más transparencia o menos privilegios para los políticos, parecen haber calado en los discursos.

Políticamente, el peor parado de todo este convulso panorama ha sido el PSOE. Desangrándose en las encuestas desde principios de año, vio como en los comicios de mayo perdía gran parte de su poder municipal y autonómico, siendo apartado incluso de feudos tradicionales como Extremadura y Castilla-La Mancha.

El presidente del Gobierno trató de aguantar, mareó la perdiz a la espera de la ansiada recuperación económica pero al final tiró la toalla, anunció que no volvería a presentarse y adelantó las elecciones.

Los socialistas miraron entonces a Alfredo Pérez Rubalcaba, con quien esperaban minimizar los daños, pero el veterano político no pudo evitar que el PSOE perforara su suelo electoral en las generales ni la mayoría absoluta del PP.

La otra cara de la moneda fue el partido de Mariano Rajoy, que ha ido viendo durante el 2011 crecer el desapego ciudadano al PSOE hasta ver caer a este partido como fruta madura.

Y es que este ha sido el año de Rajoy quien, con su estrategia de resistencia, ha visto cómo asuntos como la dimisión de Francisco Camps de la presidencia de la Comunidad Valenciana por el caso Gürtel, no tenían a la larga ningún coste electoral relevante.

Por si fuera poco con la política y la economía, la tierra tembló. Un terremoto en la localidad murciana de Lorca mató a principios de mayo a 9 personas, hirió a casi trescientas y causó daños en más del 80 por ciento de las edificaciones de la ciudad.

Además, los habitantes de la isla canaria de El Hierro acaban el año con la angustia de tener un volcán bajo sus pies y la incertidumbre de qué pasará con su principal fuente de riqueza, el turismo.

Paradójicamente, en medio de tanta convulsión, ETA ha sido la única que ha dado buenas noticias en 2011.

El 10 de enero la banda declaraba un alto el fuego "de carácter general", anuncio al que siguieron otros nueve pronunciamientos hasta el del 20 de octubre, en el que los terroristas prometían el "cese definitivo" de su actividad armada.

En paralelo, la izquierda abertzale, Eusko Alkartasuna y Alternatiba se preparaban para tomar el relevo y acordaban al principio de 2011 luchar por la independencia de Euskadi por vías "exclusivamente pacíficas".

El paso atrás de ETA y la reorganización de la izquierda abertzale han tenido como resultado otra de las noticias más destacadas del año: el acceso en mayo de Bildu a un centenar de alcaldías -entre ellas la de San Sebastián- y el regreso de los abertzales al Parlamento tras 15 años, gracias a que, con la marca Amaiur, fueron la fuerza más votada en el País Vasco en noviembre.

Todavía vigilada por los mercados y con malos augurios económicos en el horizonte, España estrenará gobierno con el año y tratará de alejarse algunos pasos del borde del precipicio.

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