La misión de la Unidad Militar de Emergencias

Un día 'cualquiera' con los soldados de la UME: "Aquí ves el pánico en las caras"

Un día con soldados de la UME: "Un fuego se controla. Aquí ves pánico en las caras". / EFE
Un día con soldados de la UME: "Un fuego se controla. Aquí ves pánico en las caras". / EFE

Son las 06:00 de la mañana y el soldado C.F. trabaja desde hace una hora desinfectando la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas. Su pasado en la UME (la Unidad Militar de Emergencias), cuyos efectivos se sumaron a la lucha contra el Covid-19 el domingo 15 de marzo, está lleno de luchas contra incendios, asistencia en nevadas e intervenciones en inundaciones y otras catástrofes. A diferencia del pasado, hoy le toca combatir contra un enemigo invisible, pero infinitamente más letal que el fuego, la nieve o el agua. "A esos se les controla bien. No son más que muescas que coleccionamos, pero esto es diferente. Aquí tocas la desgracia y ves el pánico en la cara de la gente, sobre todo en los mayores”, dice.

Luis es su binomio, la unidad mínima en el Ejército -lo que denominaríamos compañero de trabajo en la vida civil-. Su origen es una compleja mezcla de España en forma de padre asturiano, madre andaluza, abuelos vascos y castellanos y crianza en Barcelona. Todo un compendio de este pedazo de tierra resquebrajada que supone nuestro país y que ahora desea, como nunca antes, que una compañía de estos hombres y mujeres de negro pise su suelo. Luis y C.F. acudirán, si así se les requiere, a cualquier punto de la geografía española.

Apenas a unos kilómetros de allí, unos cientos de UMEs levantan en tiempo récord un hospital con 5.500 camas. Las comparaciones son odiosas y no tardan en sucederse memes y chistes sobre la velocidad con la que estos tipos discretos son capaces de multiplicar por cinco la capacidad con la que los chinos construyeron sus hospitales... y todo en menos de la mitad del tiempo empleado por los asiáticos. Pese a los elogios J.C., oficial de la Unidad Militar de Emergencias, deja bien claras las diferencias: “Nosotros hemos instalado 5.500 camas y reconvertido un edificio en un hospital de campaña, con sus ventajas e inconvenientes. Ellos tuvieron que construirlo de cero”. Y es que el ingenio es parte de los valores de la UME.

J.C. relata que uno de los principales problemas con los que se encontró la Unidad fue cómo desinfectar 35.000 metros cuadrados de instalaciones en apenas unas horas antes de recibir a los miles de afectados por el Covid-19 que irán llegando en los próximos días. Es aquí donde surge el ingenio militar. ¿Cómo multiplicar la capacidad de desinfección? La UME lo tiene claro. Inventemos un término adaptado a las circunstancias actuales: “Nebulicemos IFEMA”.

Dicho y hecho. La mejor máquina para desinfectar un terreno tan grande como IFEMA es un cañón de nieve. De esta manera se puede hacer un trabajo de varias jornadas en apenas unas horas. “La colaboración de todo el mundo es increíble”, relata uno de sus subordinados, “en unas horas vimos como aparecía un camión nuestro con un cañón de nieve encima pulverizando todos los rincones por donde pasaba”. Y funcionó. Este es el ingenio que salva vidas y que, en épocas de crisis, se convierte en el I+D que resulta decisivo.

Un día con soldados de la UME: "Un fuego se controla. Aquí ves pánico en las caras". / EFE
Un día con soldados de la UME: "Un fuego se controla. Aquí ves pánico en las caras". / EFE

Mientras Luis y J.C. se centran en desinfectar y habilitar -sus respectivas misiones- Ortiz está destinado en una residencia de mayores. “Es duro de cojones, macho”, sentencia. “He estado en Líbano y te juro que no he visto la muerte tan de cerca como aquí. Lo peor es ver que podrían ser mis abuelos y no poder darles un abrazo de ánimo. Es lo peor”, confiesa.

Se conforman con enviarles gestos y saludos de cariño a través del frío cristal que les separa, pero el tiempo juega en su contra. Hay que seguir ayudando a gente y la lista de residencias es larga. Ortiz debe conducir su IVECO de cuatro toneladas, con capacidad para transportar hasta 20 personas en su interior al siguiente punto de su misión. Quizá, de todos los operativos que tiene la UME, la desinfección de residencias de mayores es la más crítica. “Conocemos el peligro que puede llevar acercarse a una persona de más de 80 años, se debe cuidar todo más aún. No me perdonaría ser el culpable de contagiar a nadie”.

Su advertencia se torna en seriedad cuando habla sobre la actuación de los que se saltan el confinamiento: “No entiendo cómo la gente no aprende que somos bombas de relojería en potencia”. “Nuestro ‘jefe’ nos lo ha metido en vena: nuestra primera misión es no enfermar”. Cumplir esa máxima es fundamental si alguien quiere ayudar en esta batalla, murmura su compañero, mientras rugen los 230 caballos de potencia del IVECO.

En el aeropuerto, la calma de un día anormal ha sido la tónica de la jornada. Los escasos viajeros que pululaban por la terminal miraban con ojos extraños al operativo de la UME. Algunos pasaban de largo en búsqueda de algún vuelo que sin duda les esperará. Otros, sin embargo, parecían intercambiar agradecimientos en forma de miradas cómplices que suponen un reconocimiento, aun dentro de la furtividad.

La principal virtud de este cuerpo no es otra que la adaptación a un territorio hostil, que puede convertir una pequeña hoguera en un incendio de proporciones cósmicas, o transformar una rotura de tobillo en una condena de muerte en una pequeña aldea de Afganistán si no se cuenta con atención médica inmediata. Sobre un total de 3.500 efectivos, la UME tiene desplegada en este momento a 1.200 hombres y mujeres con especiales cometidos en operaciones de reconocimiento y presencia (fase I) y más operativas como la desinfección y la protección de puntos de elevado tránsito, infraestructuras físicas y montaje de centros de mando y logísticos, en la fase actual, y especialmente, en la construcción y montaje de albergues y hospitales.

Los mandos de la UME son conscientes de su pertenencia al Ejército. Saben perfectamente que son los más preparados, rápidos y, principalmente, flexibles para sacar adelante una misión como esta, pero también admiten que sin el resto de sus compañeros de armas sería imposible su cometido. Así lo reconocen.

El Teniente General Luis Manuel Martínez Meijide, el ‘jefe’ de la UME, recalca, siempre que puede, el papel que tienen todos aquellos componentes de la sociedad que forman parte de la comunidad de emergencias. Sin el personal sanitario, conductores, transportistas, bomberos, policías o guardia civil estaríamos indefensos en la primera línea de batalla contra el virus o cualquier otra catástrofe.

“Perseverando para servir”. Ese es su lema y como tal resume su buen hacer. Perseverar, esa puede ser la clave para derrotar a este enemigo que no conoce de rangos ni galones. Solo conoce de la solidaridad para ayudar y de la disciplina para quedarse en casa.

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