Un pueblo mexicano comienza a repoblarse gracias a la presencia de militares

  • Los habitantes de Ciudad Mier, un pueblo del noreste de México asolado por la violencia extrema del crimen organizado, han comenzado a regresar a sus hogares gracias a la construcción de un cuartel militar en la localidad, aseguraron ciudadanos y autoridades del municipio.

Juan Alberto Cedillo

Ciudad Mier (México), 4 sep.- Los habitantes de Ciudad Mier, un pueblo del noreste de México asolado por la violencia extrema del crimen organizado, han comenzado a regresar a sus hogares gracias a la construcción de un cuartel militar en la localidad, aseguraron ciudadanos y autoridades del municipio.

"Ahora nos estamos acostumbrando a vivir cerca de los soldados", dijo a Efe un ciudadano de Mier, considerada como "Pueblo Mágico" por las autoridades turísticas mexicanas y ubicada en el estado de Tamaulipas, fronterizo con EE.UU.

A finales de 2010 Ciudad Mier sufrió el éxodo de casi la totalidad de sus 6.300 habitantes, que huyeron despavoridos por la violencia del narcotráfico hacia municipios vecinos y Estados Unidos.

"La situación era bastante difícil, nos sentíamos como si estuviéramos en una guerra", declaró a Efe Alberto, un comerciante del centro de la localidad.

Ciudad Mier -situada en la región conocida como la "Frontera Chica" de Tamaulipas-, al igual que buena parte del noreste de México, sufrió una inusitada ola de violencia tras la ruptura de la alianza que mantenían el cartel de las drogas del Golfo y la organización criminal Los Zetas, en marzo de 2010.

Alberto aseguró que durante unos seis meses el intercambio de tiros entre grupos rivales se produjo casi a diario y que algunos enfrentamientos duraban hasta ocho horas, al término de los cuales las calles quedaban cubiertas por una "alfombra de casquillos" de bala.

"Dudo que haya otra parte del país que haya vivido lo que padeció este municipio", sostuvo.

El general de brigada Miguel Gustavo González Cruz, comandante de la octava Zona Militar, con sede en la ciudad de Reynosa, en Tamaulipas, señaló que "en la Frontera Chica hay una gran cantidad de brechas y pasos informales que facilitan el tráfico de drogas y de personas hacia Estados Unidos, así como el tráfico de armas y mercancía diversa hacia México".

El general recordó que los enfrentamientos entre el cártel del Golfo y Los Zetas forzaron a unos 7.000 habitantes de Ciudad Mier y de caseríos vecinos a trasladarse a un albergue en el municipio de Miguel Alemán.

Para controlar la situación de inseguridad, la Secretaría de la Defensa Nacional ordenó la construcción de un cuartel en Ciudad Mier, que alberga a unos 500 soldados y cuya presencia ya "logró reducir los enfrentamientos entre las bandas delictivas", indicó.

Tras la llegada de los militares aproximadamente 4.800 personas volvieron al pueblo, reabrieron algunos negocios y se ha reactivado paulatinamente la economía local, agregó el alto mando militar.

El general González Cruz destacó que ya se está edificando otro cuartel en el municipio de San Fernando, donde fueron masacrados 72 inmigrantes centroamericanos indocumentados el año pasado, y uno más en Ciudad Mante, otra de la áreas más conflictivas de Tamaulipas.

Además, "los niños han comenzado a regresar a clases", manifestó una maestra de la escuela de nivel básico del pueblo que está siendo remodelada por los militares.

La profesora contó que antes en las escuelas los niños ya sabían que al escuchar el primer disparo se tenían que tirar al suelo "pecho a tierra", una medida de protección que repetían indistintamente los pobladores en viviendas, comercios y oficinas de Ciudad Mier.

"Con la llegada de los militares y la construcción del cuartel, hace unos cuatro meses nos sentimos más seguros", agregó.

En cambio, un comerciante del centro de la ciudad, puntualizó: "La gente del pueblo no ha regresado al cien por ciento y la economía está todavía crítica, pero era peor meses atrás".

La pequeña población mexicana tiene otros retos pendientes, como reconstruir el sistema de drenaje que quedó destruido tras el paso del huracán Alex en julio del año pasado, lo que obliga a los ciudadanos a surtirse de agua con camiones cisterna.

La localidad comienza a normalizar su vida, pero las huellas de la violencia aún están presentes en casas y negocios, en la fachada de la parroquia -donde aún se pueden observar perforaciones de bala y cristales rotos-, o en las puertas cerradas de decenas de negocios y viviendas abandonadas.

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