Una sociedad griega empobrecida camina con rabia hacia las urnas

  • Rosa, psicoterapeuta de 40 años, una década atendiendo a drogodependientes en un centro público de rehabilitación en Atenas. Los recortes anticrisis del Gobierno han dejado su salario de 1.120 euros mensuales en sólo 630.

Yannis Chryssovergis

Atenas, 27 abr.- Rosa, psicoterapeuta de 40 años, una década atendiendo a drogodependientes en un centro público de rehabilitación en Atenas. Los recortes anticrisis del Gobierno han dejado su salario de 1.120 euros mensuales en sólo 630.

Este es el destino que comparten miles de griegos convocados a elecciones anticipadas el 6 de mayo en un clima de fuerte tensión social e ira por la conducta de los políticos en los últimos tiempos.

"Con este dinero tengo que pagar las facturas de electricidad, teléfono y agua; dar de comer y vestir a mi hija y pagar los desplazamientos en coche para los programas de rehabilitación, que me suponen unos 100 euros mensuales en gasolina", se queja en unas declaraciones a Efe.

"Además, tampoco puedo trabajar paralelamente como psicoterapeuta privada ya que a los funcionarios no se nos reconoce ese derecho", añade.

Rosa es una más entre millones de griegos que han visto como en los dos últimos años el salario medio se ha reducido en torno a un 30 %, al tiempo que aumentaban la cantidad y el importe de los impuestos y el precio de los servicios básicos.

Por ejemplo, el precio de los transportes se ha elevado hasta un 50 %, y seguirá subiendo, la electricidad y el agua un 10 % y el gasóleo para calefacción un 40 %.

También se ha introducido un copago de 5 euros por visita médica y pagos de hasta 500 euros por los análisis, al tiempo que el Gobierno estudia reducir la cobertura de las recetas médicas.

Según un reciente estudio de la Universidad de Patrás, el 70 % de los encuestados asegura no tener dinero suficiente para comprar medicinas y casi el 60 % afirma haberse saltado análisis médicos por problemas económicos.

Uno de cada tres griegos vive por debajo del umbral de la pobreza relativa (ingresos menores de 4.264 euros anuales para un hogar de un solo miembro) y el número de personas sin hogar supera ya los 20.000, algo desconocido en el país hasta hace pocos años.

El sentimiento de desesperación es mayor por cuanto la caída ha sido muy abrupta, mientras que anteriormente la economía griega crecía por encima de la media europea y, aunque el grueso de las familias no tenía grandes ingresos, podía disfrutar de comodidades gracias a la facilidad con que se obtenían créditos.

Actualmente, según un informe de la Comisión Europea (CE), cada griego debe de media unos 33.000 euros.

Y el problema, que añade más desesperación, es que no se percibe ninguna recuperación económica.

Desde Pascua, los nuevos contratos privados firmados gracias a las leyes aprobadas por el Gobierno de Lukás Papadimos (que han reducido el salario mínimo y han eliminado la necesidad de respetar los convenios colectivos) incorporan reducciones salariales de hasta un 15 %.

Aun así, la troika que forman la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional ha pedido que el coste laboral se reduzca un 15 % más hasta 2014 y nuevos recortes del gasto público por valor de 11.500 millones de euros.

La espiral austeridad-recesión no se ha calmado con los recortes (que rechaza casi el 80 % de los griegos) sino que ha aumentado.

El descenso del poder adquisitivo, sumado a las deudas y a la sequía de crédito bancario, han provocado el cierre de más de 100.000 negocios y, de acuerdo a la Confederación Nacional de Comercio Griego, en Atenas, una de cada tres tiendas ha bajado definitivamente la persiana.

Además, la tasa de desempleo ha llegado a máximos históricos y en enero se situaba en el 21,8 %.

Esta situación ha generado "un clima de rechazo general al sistema político", según el profesor de la Universidad de Salónica y consejero del instituto demoscópico VPRC, Cristóforos Vernardakis, que hace muy difícil predecir el resultado electoral.

Aun así, todos los sondeos coinciden en que la rabia social provocará que el nuevo Parlamento esté muy fragmentado (con hasta 10 formaciones) y que ningún partido supere el 25 % de los votos.

"La pobreza está ahora muy extendida, por eso no se puede hacer una clasificación de la intención de voto con criterios de ingresos. Toda la gente está muy enfadada y de ahí sale la intención de voto a favor de partidos extremistas y la fragmentación del panorama político", explicó Vernardakis a Efe.

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