Un verano diferente

El vecino recupera el centro de Madrid y Barcelona ante el 'vacío' de los turistas

Los hosteleros y comerciantes de los cascos históricos de las dos grandes ciudades asumen una situación extrema al perder casi 10 millones de visitantes en cada municipio. Confían en la esperanza de la vacuna.

El olor a calamares de la calle Postas en Madrid es solo un recuerdo tras la pandemia.
El olor a calamares de la calle Postas en Madrid es solo un recuerdo tras la pandemia.
La Información

Martes, 4 de agosto. 19.45 de la tarde. Hace calor, mucho calor. El termómetro marca 36 grados, pero Adrián, un chaval de 5 años juega con su patinete en la Puerta del Sol de Madrid. Su padre, José, le observa desde cierta distancia. No hay casi turistas en un lugar habitualmente tomado por ellos. "Esto, hace unos meses, antes de la pandemia, era imposible, el lugar estaba ocupado por los turistas. Los vecinos, los pocos que quedamos, estamos recuperando espacios como este", dice. A 600 kilómetros al noreste, en la plaza San Felipe Neri, del barrio gótico de Barcelona, Joana y María, de 6 y 8 años, juegan con la pelota. Se la pasan divertidas una a la otra. Un poco más allá un grupo de madres y madres charlan animadamente mientras sus hijos meriendan. "Hacía años que no podíamos hacer esto", aseguran. "Sin turistas es otra cosa, los vecinos recuperamos el barrio".

El centro histórico de Madrid y Barcelona se habían coinvertido en los últimos años en unos parques temáticos del turismo 'low cost de chanclas con calcetines, sangría de tetra brik y paella congelada. La capital de España recibía cada año 10,4 millones de turistas y Barcelona 11,9 y la mayor parte de ellos pasaban por sus centros históricos: la Puerta del Sol, la Plaza Mayor, las Ramblas, el Mercado de San Miguel, el de la Boquería... Hoy, estos lugares, sin rastro de turistas, son un erial. Persianas de comercios bajadas, terrazas vacías, bares cerrados, ni rastro de Winnie the Pooh ni de Dora la Exploradora para hacerse fotos.... Solo ruina, mucha ruina. 

Es el sino de la política del turismo masivo fomentada durante años que se olvidó del vecino. Los ingresos han caído en el centro de ambas ciudades cerca del 80%, dicen fuentes del sector turístico. Por ahora, solo han abierto 100 de los 320 hoteles de Madrid y la ocupación no llega al 20%. "Es la ruina", dice el dueño de uno de los establecimientos más señeros del centro de Madrid, el Museo del Jamón. A los que resisten no les queda más remedio que volver a mirar al vecino, al que tenían olvidado desde hace años y así, cambiar las tapas de paella precocinada de sus cartas por aceitunas o jamón del bueno y bajar el precio de la cerveza. 

Los centros históricos se reinventan, pero con fecha de caducidad. Todos esperan, como el maná, "que haya una vacuna o un tratamiento y los turistas vuelvan", explica la dueña de una tienda de souvenirs al lado mismo de la Puerta del Sol madrileña, en el inicio de la Carrera de San Jerónimo, a pocos metros del mítico restaurante Lhardy."Estoy deseando que esto pase", dice, "deshacer toda la inversión que he hecho y volver a lo mío, a los turistas". Y es que esta emprendedora ha mudado su negocio de venta de muñecos de toros, de vestidos de flamenca y de camisetas de ‘I love Madrid’ por algo así como ‘La casa de las mascarillas’. Hasta más de 200 referencias de todo tipo de mascarillas vende ahora. "Es el sino de los tiempos", dice. Era "esto o morir".

En las cercanías de las Ramblas o de la calle Mayor de Madrid, lo que abundan son persianas bajadas, de bares, comercios... Y si uno echa la vista hacia arriba a los edificios, lo que predomina son las persianas bajadas hasta abajo. Sin rastro de vida. Pisos, turísticos, vacíos. Se calcula que en Madrid y Barcelona hay unos 10.000 pisos turísticos en cada una de las dos ciudades. Muchos de ellos han pasado al alquiler residencial, pero con fecha de caducidad, "por unos meses, hasta que vuelvan los turistas". 

El vecino importa, pero por poco tiempo. La Federación Española de Asociaciones de Viviendas y Apartamentos Turísticos (Fevitur) estima que este negocio perderá 2.900 millones hasta finales de 2020 por la crisis sanitaria y económica provocada por la Covid-19 y algunos propietarios de estas viviendas han aterrizado en el alquiler temporal a modo de "supervivencia" para cubrir los costes de las hipotecas y de los gastos derivados del piso. Ofrecen contratos de seis meses a un año. Un cambio de modelo, de objetivos y de plataformas donde anunciarse para sobrevivir al parón turístico. Son, sobre todo, viviendas de uso turístico, en zonas urbanas de grandes capitales de provincia, que buscan alivio en esta modalidad de arrendamiento hasta que el turismo vuelva a reactivarse. 

Joaquín Lozada, fundador de la compañía BarcelonaSuperHost, que gestiona 25 apartamentos turísticos, cree que "lo cierto es que por el momento no hemos detectado mucha demanda. Por lo general, la principal demanda de alquileres temporales también es de extranjeros, ya sea estudiantes, o personas que vienen a hacer prácticas por unos meses, viajes de trabajo... y esto también se ha cortado". 

Andrea, tiene 28 años, es enfermera, y lleva meses buscando una vivienda de alquiler asequible en Madrid. "Ahora, con la pandemia ya me he topado, en el centro de Madrid, con dos o tres pisos que me alquilaban sólo hasta diciembre o me hacían ‘precio covid’, 900 euros, hasta diciembre y luego ya tenía que pagar 1.300 por un piso de una habitación y 50 metros al lado de la Plaza Mayor de Madrid. Es una vergüenza", sentencia. 

En este sentido, José Antonio Aparicio, cuya familia regenta desde hace años la cervecería Plaza Mayor, en Madrid, y actualmente es el presidente del Gremio de Hosteleros de la Plaza Mayor, cuenta cómo hace unos días, comentó incluso al alcalde, José Luis Martínez-Almeida, que "en el centro de Madrid hay cientos, miles de viviendas turísticas, cuya implantación se desbocó hace unos años, y ahora hay una bolsa importante de viviendas vacías y por eso hemos planteado al alcalde que es la oportunidad para acometer una política, por ejemplo, de alquiler joven en el centro, porque el centro necesita que venga gente joven. Un alquiler accesible para profesionales, parejas jóvenes... Es una oportunidad, pero eso entra ya dentro de la política municipal y supongo que alguien la verá, si es que la ve".

Cuenta Aparicio que el centro de Madrid tiene un problema de que la población se está haciendo mayor y hace falta "que venga gente joven". A falta de turistas, una nueva política de repoblación para el centro de Madrid. Los hosteleros, en fin, pelean por defender sus negocios y miles de puestos de trabajo y de pequeñas y medianas empresas y piden "flexibilidad y menos burocracia a la hora, por ejemplo, de instaurar terrazas". Algo que les ha enfrentado a los vecinos, "a algunos vecinos", matiza el presidente de los hosteleros. "Algunos radicales pretenden vivir en un mundo idílico, etéreo, pero nosotros defendemos los puestos de trabajo y la actividad económica. Es lógico que los vecinos se molesten si a las 2 de la mañana hay un grupo de 50 personas en la calle haciendo ruido, pero en los casos puntuales, cuando haya establecimientos que incumplen la ley, que lo denuncien, como hacemos quienes sí la cumplimos. Pero de ahí a criminalizar a todo el sector va un trecho muy amplio. Y es que a nosotros, a los hosteleros, se nos ha acusado incluso de ser quienes contagiamos el virus. El centro de Madrid es lo que es", sentencia. 

Más bien era porque a las 20.00 horas de este miércoles, de las 2.000 sillas de terraza que hay en la plaza mayor de Madrid apenas estarían cubiertas unas 40. El ‘relaxing cup of café con leche in the Plaza Mayor’ es cada vez más relaxing y menos cup. Por ahora, solo sobreviven aquellos establecimientos que desde hace décadas estaban enfocados al nacional. Al vecino. Bares como el ‘Santos’ o el ‘Refra’, junto a la Plaza Mayor; el café Fígaro de la calle Amnistía, el recién inaugurado ‘El Butti’, de la plaza de Santiago; Los Galayos, la cervecería Plaza Mayor o La Plaza o, incluso, en otro sector ajeno al hostelero, la más que centenaria farmacia de ‘La Reina Madre’ o la librería Méndez, a pocos pasos del kilómetro cero. 

Pero la calle Postas, una de las entradas a la plaza desde la Puerta del Sol, ya no huele a calamares fritos. Las freidoras de estos míticos locales están apagadas y no crepitan desde marzo. El Ayuntamiento madrileño está llevando a cabo una campaña llamada #VuelvealCentro, pero, los paraguas de los ‘free tours’ cada vez se mueven menos. "Antes tenía desde la mañana grupos de 20 o 30 turistas. Ahora, con suerte, un par de grupos al día de 5 o 6 personas y siempre españoles", confiesa Judith, guía turística del centro de la capital. 

En Barcelona, en las Ramblas, también se ajustan a los nuevos clientes y, por ejemplo, en el Café de L´Ópera, la cerveza en la terraza cuesta 2,5 euros. Antes una jarra de litro podía suponer 8, 9 o 10 euros. "El cliente ha cambiado y los precios tienen que ser acordes a ellos", dice un camarero. Muchos bares advierten ahora de que la paella es congelada, y en hostales del centro se encuentra habitación para el mes de agosto por 50-60 euros la noche con desayuno, cuando hasta hace unos pocos meses era imposible hacerlo por menos de 140-150 euros. 

En el centro de Madrid, en el Madrid de los Austrias, apenas hay un centro de salud, viejo y destartalado, en la calle Segovia, claramente insuficiente para las necesidades del barrio. Hace días una vecina de la zona ejemplificaba que en un radio de 20 minutos andando desde la plaza de Ópera solo había tres pescaderías, las del mercado de los Mostenses, de La Cebada y la de El Corte Inglés, pero centenares de bares y cafeterías. "Es el sino de hacer durante años una política enfocada únicamente al turismo, que se olvidó del vecino".

El mariachi se arranca, en una Puerta del Sol de Madrid vacía, con un corrido: ‘Caballo Prieto Azabache’. No hay nadie escuchando. El sombrero charro está vacío de monedas, como las cuentas de comerciantes, hosteleros y hoteleros. Sin turismo no hay paraíso. El pequeño Adrián sigue a lo suyo, con su patinete, ajeno a las trompetas y guitarrones del mariachi. "¿Hasta cuando podrá seguir jugando aquí mi hijo?", se pregunta José. “Y quien dice jugando, dice viviendo. No lo sé, creo que por poco tiempo. En cuanto haya una vacuna esto volverá a ser como antes. Un parque temático del turismo low cost. Es lo fácil. Lo difícil es reinventarse".

Mostrar comentarios