Diez años de ‘retraso político’ en las Fuerzas Armadas españolas

Ucrania ha demostrado la necesidad de modernización de la Armada y los ejércitos de Tierra y Aire, que pagan aún las inversiones de hace una década en un ámbito en el que quedarse quieto es ir para atrás.

España prepara una cumbre de la OTAN para final de mes que va a servir como escaparate internacional de la fuerza de la alianza en pleno conflicto bélico con Rusia y, al mismo tiempo, como refrendo del compromiso de nuestro país en colaborar al máximo con la alianza para que sirva de contrapeso mundial en situaciones como la que se ha generado en Ucrania. El tanto que el Gobierno de Pedro Sánchez se quiere apuntar con un evento de tanta trascendencia contrasta con los problemas que arrastran las Fuerzas Armadas españolas desde hace más de una década, con las inversiones reducidas o congeladas y sin opciones para llevar a cabo un buen planeamiento de la defensa que sea capaz, tanto de tener al día la dotación material de la Armada y los ejércitos de tierra y aire -incluida la formación de los militares-, como de plantear y buscar financiación para su modernización futura y los retos que plantean a largo plazo los últimos avances tecnológicos en ese campo.

Moncloa ya cuenta con abandonar la línea presupuestaria moderada de los últimos años y plantea un crecimiento del gasto en defensa que deberá, como mínimo, duplicar los actuales 10.152 millones de euros en los próximo ocho años, para llegar a 2030 con un 2% del PIB en esa cuenta y poder estar al nivel de los socios más comprometidos con la Alianza Atlántica. Hasta que eso ocurra y se superen todos los prejuicios políticos y sociales que en España se generan cada vez que se habla de gastar más en armamento, la clave está en saber cómo son nuestras fuerzas armadas ahora, cuando los líderes de los principales países del mundo occidental estén reunidos en Madrid. ¿Estamos más cerca de la potencia de nuestros vecinos franceses, que siempre han apostado fuerte por este tipo de inversiones, o cada vez nos come más terreno el vecino marroquí del sur, ávido de reforzar su dotación armamentística?

Los analistas de defensa y seguridad coinciden en que los tres ejércitos españoles tienen un buen nivel de dotación, por más que la inversión y la planificación de cara al futuro se haya ralentizado de forma clara. Antonio Fonfría, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Complutense y experto en Política de Seguridad y Defensa advierte cómo la inversión en defensa en España con respecto al PIB ha estado históricamente por debajo de los países de la OTAN, lo que le ha colocado a nuestro país de forma habitual en el penúltimo lugar, mientras que países en desarrollo, como Marruecos, llevan muchos años dedicando un presupuesto “más que importante, no solo en armamento convencional; también en armas potentes y sistemas de misiles”.

En esa misma línea, el propio think tank del Ministerio de Defensa, el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) publicaba en octubre del año pasado un análisis del profesor Guillem Colom Piella sobre “la pesada mochila” que arrastra España para llegar a los objetivos que se ha planteado en las Entorno Operativo 2035 (EO2035) y que marcan la dotación deseada de unas fuerzas armadas modernas, tanto en armamento básico como en la guerra digital, el big data y la inteligencia artificial. Pero mientras se ponen las miras en ese mundo idílico, las cuentas públicas demuestran que España está pagando desde el año 2017 cerca de 9.000 millones pendientes del planeamiento que se hizo entre 1997 y 2008, que pretendía establecer un modelo de fueras armadas con el horizonte en 2015. Tres años más tarde se inició un nuevo ciclo inversor hay que esperar a 2020 para que la Directiva de Política de Defensa (DPD) ordene el Objetivo de Capacidades Militares (OCM) para el periodo 2020-2026. Ese periplo lleva a un gap de casi diez años entre un planeamiento y otro que genera un riesgo grande de estar pagando unas dotaciones que nacen ya obsoletas por culpa de un “retraso político” en la toma de decisiones para invertir en proyectos cuya financiación se dilata durante décadas.

El propio profesor Colom advierte ahora que la gran paradoja es que la parte militar si sabe lo que necesita y ha hecho bien el planeamiento de defensa a largo plazo, con todas las dificultades que conlleva, pero la decisión de invertir es política y, no solo en España, sino en toda Europa, las diversas crisis y los condicionantes sociales e industriales han frenado las inversiones en sostenimiento y modernización de las FAS. "Se recorta primero en lo que no se ve o no tiene efectos más que a medio plazo, y ahora la guerra de Ucrania ha demostrado lo que muchos venimos diciendo hace tiempo, que la inversión en tecnología y modernización de las Fuerzas Armadas es básica", asegura.  

Fuentes empresariales del sector del armamento advierten que este envejecimiento de nuestro material bélico nos aleja del nivel tecnológico de otros países de nuestro entorno como Francia o Italia, pero también de otros que por peso y tamaño deberían estar por detrás en cuanto a inversión y capacidades, como son Países Bajos o Polonia. “Si miramos al flanco sur, la creciente adquisición de medios por parte de Marruecos debería ponernos en alerta -aseguran-, porque la tradicional brecha tecnológica que mantenían las respectivas fuerzas armadas se va acortando, así como la preparación y el adiestramiento, ya que cada vez es más habitual ver a las fuerzas marroquíes en ejercicios occidentales de primer nivel”.

Esta falta de planificación no es óbice para que España cuente con un sector industrial fuerte y competitivo, movido sobre todo por la exportación y el I+D+i de algunas empresas punteras en el diseño de sistemas de seguimiento y armamento digitalizado, entre otras áreas. El carro de combate 8x8 es un ejemplo claro, pero en estos años y a partir de 2018 se han lanzado programas importantes de inversión con más de 15.000 millones a pagar en un plazo de catorce años (2032) para modernizar las fragatas F-110, la dotación de helicópteros, el desarrollo del submarino S-80, el mantenimiento y la renovación de cazas, la compra de aviones de vigilancia costera y hasta una dotación de drones, cuya utilidad se ha demostrado clave en conflictos como el de Ucrania. En ese proceso es importante tener en cuenta los acuerdos alcanzados entre el Gobierno y empresas como Airbus. “Hay una industria de defensa bien desarrollada -aseguran fuentes de una empresa tecnológica del sector-, solamente se necesita la inversión o, más concretamente la voluntad, para que se pongan los medios disponibles en la industria nacional al alcance de nuestras Fuerzas Armadas”. En ese sentido, el profesor Guillem Colom recuerda que la entrada en la OTAN fue el gran impulso para la modernización de las FAS y España está a la altura de los mejores en las misiones exteriores, "pero hay que continuar invirtiendo, porque si te quedas quieto, vas para atrás". 

Pero más allá de esas actuaciones o programas concretos, que responden a una estrategia de mantenimiento más que de modernización o ampliación de la capacidad de la Armada y los ejércitos de tierra y aire, el futuro lo marca la EO2035 que, sin ser un documento sobre planeamiento de capacidades concretas, marca el paso a la inversión futura que el Gobierno pretende ahora ampliar y plantea el tremendo cambio que hay que hacer en las ideas, las personas y las herramientas para poder estar a la altura de los mejores en esa fecha. El profesor Antonio Fonfría se hace eco de muchas de las necesidades planteadas en ese documento, con la advertencia de que “España ha dejado de lado la inversión en el ámbito espacial, ciberseguridad e inteligencia, claves en los conflictos actuales”. A su entender, “la apuesta por la inteligencia hace necesarios desarrollos de algoritmos, fuentes abiertas y software con el objetivo de agilizar la toma de decisiones y su eficacia, algo que requiere una inversión importante en talento y formación, que genere nuevas capacidades, un hito que no se alcanza en unos meses y que requiere una estrategia de, al menos, veinte años”.

La última de las 262 recomendaciones que hace el entorno operativo es categórica en ese sentido y nos da idea de lo lejos que estamos: “El futuro es desafiante y hay que elegir ya el camino para recorrerlo. El cambio es inevitable; podemos elegir conducirlo, o ser víctimas de él. Nuestros principales socios y aliados ya han iniciado ese camino sin retorno”.