'Winter is coming': un invierno negro para la economía tras el verano 

Los malos presagios se apoderan de las previsiones económicas y pillan desprevenidos a los analistas, que no esperaban un freno tan fuerte en la actividad tras la alegría del turismo.

En octubre de 1992 cerró la Expo92 de Sevilla con cifras récords: 15,5 millones de visitantes. La Expo estuvo abierta durante seis meses. Se invirtieron unos 800 millones de euros (en pesetas fueron unos 132.000 millones) y aunque cerró con pérdidas de 200 millones de euros, la imagen de Sevilla y España dio la vuelta al mundo. Entremedias, se celebraron los Juegos Olímpicos de Barcelona, que fueron considerados entre los mejores organizados hasta la fecha. España además consiguió más medallas que en toda su historia: 13 de oro, 7 de plata y 2 de bronce. Aquel verano del 92 se inauguró la primera línea del AVE, Madrid-Sevilla. El país vivía una eufórica recuperación económica.

De repente, a partir de octubre, todo se hundió. El Estado se quedó sin combustible para invertir en más obras públicas. España estaba endeudada hasta el techo. En el tercer trimestre de 1992, la economía se contrajo. Luego, el país vivió una de las peores sequías de su historia. La inversión inmobiliaria se paralizó y los precios de las viviendas se estancaron y, sobre todo, se desplomaron en las costas. En nueve meses entre 1992 y 1993, el gobierno devaluó la peseta tres veces; un 5%, un 6% y un 8%. El desempleo pasó del 16,9% en 1991 al 20,3% de la población activa en 1992. Seguiría escalando hasta el 24,1% de la población activa en 1994, el más alto de la democracia hasta entonces. Fue un invierno económico que duró varios años.

Treinta años después, España está viviendo un verano parecido. Las reservas de los hoteles están rebosantes en la costa andaluza, y en las islas. Hoteles llenos significa precios elevados. Hay tanto dinero que el concejal de Turismo del Ayuntamiento de Barcelona, el socialista Xavier Marcé, pedido a los hoteles que suban los precios para apostar por visitantes “de calidad”. “A mí me gustaría que subieran los precios… deben tender a subir precios para competir en calidad, por lo que ofrecemos, lo que somos, no porque venga más gente a quien le dé todo igual”, dijo en una rueda de prensa.

Parece como si en los telediarios hubieran anunciado el fin del mundo porque todo el mundo quiere viajar. Los expertos dicen que “es el primer año en libertad” después de la pandemia (ya no hay que llevar mascarillas), y que “había mucho ahorro acumulado”. Eso explica algunas paradojas como el lleno en los hoteles, y que siga habiendo tanto desplazamiento de coches a pesar de que el precio de la gasolina y del gasoil es el más caro de la historia.

Más aún: está aumentando la venta de coches. Según la asociación de fabricantes (Anfac), concesionarios (Faconauto) y de vendedores (Ganvam), se ha vendido en mayo más a particulares (un 4,3%), y a flotas de empresas (un 3,3% más). Ha sido el mejor mes del año.

La pregunta es si España, como en 1992, está viviendo un verano de alegría que dará paso a un invierno de hielo económico, y como decían en la serie “Juego de Tronos”, “winter is coming” (se acerca el invierno). “Lo de ‘winter is coming’ ya ha venido”, dice Miguel C. un gestor de banca privada en Madrid. Las inversiones se están moderando y todos los índices se están desinflando. La Comisión Europea recortó el PIB de España de 5,6% al 4% el PIB para este 2022, y el año que viene caerá del 4,4% al 3,4%. Son unas previsiones que nada tienen que ven con el retroceso fatídico de 1992, pero hay un actor que puede trastocar todas esas previsiones a peor: la guerra en Ucrania. “La verdad es que no lo previmos”, confiesa el gestor.

Ese conflicto europeo se ha convertido en la primera ficha del dominó de la crisis. A mediados de diciembre del año pasado, cuando los carros de combate ya estaban haciendo maniobras en las fronteras de Rusia con Ucrania, el barril de crudo Brent estaba a 70 dólares. Esta semana ha estado por encima de los 110 dólares. El precio de la gasolina y el diésel ha subido más de un 30% desde enero.

El gas, debido a la guerra, también ha subido. Y el gas es uno de los componentes más importantes de la generación de electricidad porque no siempre sopla el viento, por la noche no hay energía solar, y a veces los pantanos están medio secos. En estos días el precio del gas está cuatro veces más alto que hace un año, y ha llegado a estar ocho veces más caro.

Esas subidas han impactado en todos los sectores de la economía: a muchos pescadores no les compensa salir a faenar; los criadores de pollos están al límite de sus márgenes; en muchas zonas agrícolas se ha unido la subida de precios a la sequía como en Extremadura o La Rioja. Los piensos, los fertilizantes, los abonos, la materia prima, el combustible que pagan ganaderos y agricultores… todo ha subido. “Las familias se van a encontrar en septiembre con que la inflación se ha comido sus ahorros”, afirma el gestor. Además, todas las facturas serán más elevadas: agua, luz, teléfono, calefacción, cesta de la compra…

¿Pueden ir las cosas peor? En la cumbre de la OTAN de Madrid se repitió que la guerra en Ucrania va a durar más de lo previsto, si es que alguien hizo previsiones sensatas alguna vez. El secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg insistió en que había que estar preparados para una “larga guerra de desgaste” en Ucrania.

El gobierno alemán ya ha avisado a sus ciudadanos de que se preparen para un invierno duro, y que traten de ahorrar tomando duchas más cortas. El ministro de Economía, el 'verde' Robert Habeck, ha avisado que si Rusia sigue cortando el gas, se acercará un invierno de restricciones y, entonces “habrá que tomar decisiones difíciles”. Algunas fábricas, tendrán que cerrar y, según el ministro, para algunos sectores “será una catástrofe”.

Uno de los indicadores sobre la economía en los próximos meses es la percepción de los directores de marketing. Para el segundo semestre, las expectativas son pesimistas según el Índice de Expectativas de los Directores de Marketing (IEDM), creado por la Asociación de Marketing de España (AMKT) y la consultora GfK. Los dos factores que influirán más para el segundo semestre serán la inflación y la subida de tipos.

Este mes de julio el Banco Central Europeo subirá los tipos de interés hasta 0,25%. En septiembre procederá a otra subida. Ha bastado el simple anuncio de la subida para que el tipo de interés que pivota bajo las hipotecas, el euríbor, pasara de ser negativo a positivo: escalando hasta el 0,852% en junio lo que supone el mayor repunte de su historia en tasa mensual. Los cálculos indican que una hipoteca variable (que suele sumar un diferencial al euríbor) con cuotas de 500 euros al mes puede pasar a 600 euros cuando se revise el contrato.

De modo que después del verano de 2022, España puede encontrarse con un panorama parecido al de, exactamente, el verano de 1992. Contracción económica, más paro, más costes de la hipoteca, más inflación, encarecimiento de luz, agua, teléfono y gasolina… Además, el Estado tiene una deuda elevada, la más elevada de su historia, con 1,4 billones de euros o el 118% del PIB, “con la desventaja de que no puede devaluar la moneda porque forma parte del euro”, afirma el gestor. Es el “winter is coming” de “Juego de Tronos” presagiando meses de oscuridad y de supervivencia.

Pero como no hay previsión inmune a los cambios mundiales, todo podría darse la vuelta de un día para otro si la guerra termina antes de lo previsto. En sus declaraciones sobre la guerra larga que nos esperaba, Stoltenberg añadió “hasta que se sienten a negociar”. Los mensajes nada subliminales que ha estado enviando la OTAN a Ucrania en los últimos meses han sugerido que Volodimir Zelenzsky, el presidente de Ucrania, tendría que resolver este conflicto pronto porque la OTAN le envía armas, pero él nos envía inflación.

En las primeras semanas parecía que Ucrania ganaba la guerra y que sus corajudas tropas iban a llegar a las puertas de Moscú. A medida que pasaba el tiempo, la percepción ha ido cambiando. Rusia ha ido ganando terreno y ya tiene controlada la quinta parte de Ucrania, a pesar de los envíos de armas por parte de la OTAN.

En mayo un editorial escrito por los redactores más conspicuos de “The New York Times” decía que “no es lo mejor para Estados Unidos sumergirse en una guerra total con Rusia”, y hablaba de una “paz negociada” que supusiera que Ucrania tomase “algunas decisiones difíciles”. Traducido al lenguaje de la calle eso quería decir que Biden debía de presionar a Ucrania para que se sentara a negociar con Rusia, y que perdiera parte de su territorio: el Donbás. Al final, el editorial periodístico afirmaba: “La inflación es un problema mucho mayor para los votantes estadounidenses que Ucrania”.

“Si se anuncia el fin de la guerra”, afirma el gestor de banca privada, “también nos pillará desprevenidos. Pero ese día habrá euforia y las bolsas subirán mucho”.