Las eléctricas se lanzan a una guerra de tarifas en pleno cisma del sector

La competencia entre las compañías, inmersas en una frenética búsqueda de ventas, parece haberse impulsado definitivamente pocos días antes de que el Gobierno de Sánchez anunciase su intervención fáctica.

Hace tan solo diez años, darse un paseo por los departamentos comerciales de las empresas eléctricas de este país suponía realizar un viaje a un espacio similar al desierto. Frente a las ingentes plantillas de ingenieros y administrativos, brillaban por su ausencia la de los comerciales. La razón era clara: no hacían falta.

La falta de competencia en un mercado apenas liberalizado impedía el desarrollo de políticas comerciales agresivas, capaces de simular el baile de clientes y ofertas de otros sectores, como el de la telefonía o el de la automoción. Sin embargo, todo cambió radicalmente en el momento que España, obligada en parte por Bruselas, decidió sembrar la semilla de la libre competencia en el mercado eléctrico.

Desde ese momento, de una manera lenta pero continua, el mercado ha visto la aparición de centenares de comercializadoras. Junto a ellas proliferaron las ofertas de energía con diferentes condiciones y tipologías que han ido surgiendo en anuncios de radio, prensa y televisión. En muchos casos, especialmente en 2017 y 2018, los cambios de comercializadora se multiplicaron exponencialmente, algo que llevó a la CNMC a informar sobre los procedimientos a realizar en caso de que esta práctica se hubiera realizado sin el consentimiento del cliente, antes llamado ingenuamente usuario. Sin embargo, la normal competencia entre empresas para lanzarse a la búsqueda de las ventas parece haberse impulsado definitivamente pocos días antes del anuncio de intervención fáctica del Gobierno sobre el sector eléctrico.

Naturgy: “Olvídate del pool”

El 8 de septiembre, Naturgy, a través de su consejero delegado, Francisco Reynés, anunciaba una tarifa en el mercado libre sobre la base de un precio de la energía de 60 euros durante dos años. La oferta es válida para todos sus clientes actuales que así lo deseen, así como a los clientes de otras compañías que quieran realizar esta portabilidad. Su objetivo es que “durante los próximos 24 meses paguen dentro de su factura el coste de la energía al mismo nivel del precio del pool que tenían antes de la escalada, es decir, 60€/MWh”, como señalaba el directivo catalán.

Era la respuesta de la empresa a unos precios que ascendían por esa fecha a 140 euros. Ese esfuerzo suponía una reducción de más de la mitad de su precio por aquel entonces para evitar que el coste en el mercado mayorista repercutiera, como lo estaba haciendo, sobre el bolsillo del consumidor. Sin duda, el anuncio de Reynés retumbó dentro de las sedes de sus principales competidoras. Endesa e Iberdrola respondían, casi al unísono, con sendas ofertas tan agresivas que nunca antes el marketing eléctrico había tenido que responder en tan breve espacio de tiempo a una auténtica guerra comercial en busca del cliente perdido.

Iberdrola: “Plan Estable”

El 10 de septiembre, dos días después, Iberdrola contratacaba con una oferta personalizada para cada cliente con el fin de evitar la volatilidad de precios. Al igual que Naturgy, el público objetivo de su iniciativa comercial son los clientes en mercado libre y regulado, a los que garantiza la estabilidad en precios durante cinco años. En el caso de los de Sánchez Galán, su punto fuerte se basa en la traslación del gasto en el tiempo. Al ofertar un precio “estable”, que no fijo, pueden trasladar el coste elevado de la energía en el tiempo, en un lustro, por lo que el aplanamiento de la curva de precios tiene mucho más recorrido, aunque “lastra” durante más tiempo su amortización.

Endesa: “Tarifa Única”

Endesa fue la última del triunvirato en sumarse a la contienda comercial. El 13 de septiembre, cinco días después del anuncio sorpresa de Naturgy, aprovechaba la situación para tratar de ganar más clientes a su cartera ofreciendo su “tarifa única”. Su apuesta fija del precio del MW/h en 58 euros, dos euros más baratos que Naturgy, durante el mismo periodo ofertado: dos años. En el caso de Endesa, su oferta coincide con otra lanzada en noviembre del año pasado a la que sumaba la posibilidad de suministrar energía de origen 100% renovable, algo que técnicamente no es posible certificar.

La respuesta de las eléctricas suponía un aldabonazo para el ejecutivo que, por aquel entonces, vivía ensimismado en una reforma fiscal dirigida a abaratar el recibo de la luz sin necesidad de intervenir en el mercado, pero fue precisamente el lanzamiento de las ofertas comerciales el que motivó una respuesta por parte del otro actor comercial: el Consejo de Ministros.

El gobierno: “Gas a 20 euros”

Sin dejar lugar a dudas, el Ministerio de Transición Ecológica dio un puñetazo encima de la mesa situando fácticamente el precio del MW/h en 20 euros para el gas para las grandes generadoras del país, algo que tira por tierra gran parte de los esfuerzos comerciales de las eléctricas. De facto, cualquier consumidor encontrará un precio más reducido en el mercado regulado. A partir de esta cantidad, y con la rebaja fiscal anunciada por el ejecutivo, acudir al mercado libre no tendrá ningún sentido práctico, por lo que la competencia quedará limitada, ahondando en el eterno problema de la comercialización de la energía en España, que no es la existencia de un oligopolio sino la falta de competencia entre los actores principales del mercado.

Un cisma eléctrico anunciado

Al igual que en el pasado los departamentos comerciales tenían sus plantillas reducidas, la actuación de las eléctricas solía estar presidida por la unanimidad y la acción común. Así ocurría cuando primero Unesa y después, durante un breve espacio de tiempo, Aelec ejercían como portavoz y ‘lobby’ de las principales empresas eléctricas del país. Sin embargo, tras la ruptura interna que se produjo tras la retirada de Naturgy de la asociación en enero, las cosas dentro de la patronal no han vuelto a ser las mismas.

La causa del cisma encuentra su origen en el desencuentro vivido en el seno de la organización, cuando Aelec apoyó sin ningún tipo de miramientos el anteproyecto de ley del Gobierno para la creación del Fondo Nacional de Sostenibilidad del Sistema Eléctrico (FNSSE), que pretendía repartir los costes de las energías renovables entre todos los sectores energéticos. Se ponía así punto y final a más de 80 años de historia de una organización que, desde 1944, venía poniendo voz única a los intereses de las grandes empresas distribuidoras de energía en España. En la asociación la salida de Naturgy provocó la ruptura del quinteto formado por Endesa, la propia Naturgy, Iberdrola, Viesgo y EDP: los dueños de la generación eléctrica en el país. Desde entonces y como si fuera un tsunami, la actividad y representación de Aelec ha caído en picado y con ella la unidad de acción de las empresas del sector.

Quitando momentos puntuales, el negocio de las renovables y la pérdida de peso de la generación convencional ha provocado que cada empresa libre su propia batalla tanto contra el mercado como “contra” el legislador. A excepción de Endesa, la preponderancia del negocio en el exterior ha pesado notablemente en empresas como Naturgy e Iberdrola, que encuentran en España el fondo perdido de sus cuentas de resultados como consecuencia de la incertidumbre regulatoria.

Las antiguas reuniones a las que acudían los máximos representantes de las eléctricas, junto a Unesa, a la sede de Cuzco, han quedado en el cajón del olvido. Ahora, todas esperan por separado una llamada de la vicepresidenta tercera para poder acudir a una reunión en la que exponer sus alegaciones. El pretexto es la decisión unilateral, por parte del gobierno, de recortar los beneficios de las eléctricas en el sector nuclear y de intervenir fácticamente en el mercado del gas. La táctica de “topar” el gas se ha convertido en un arma de doble filo. Por un lado, puede revertir el cisma eléctrico en una unión de conveniencia de empresas que se posicionan claramente en contra de una reforma que ataca directamente no ya sus beneficios, sino sus ingresos y, por lo tanto, que deben dar explicaciones a los fondos que forman parte de sus consejos de administración. Por otro lado, puede suponer la escenificación definitiva de que las eléctricas ya hacen cada una la guerra por su parte.

En medio de esta vorágine eléctrica no son pocas las empresas que pueden aprovechar esta situación parar crear un frente común. Se trata de las antiguas petroleras, hoy reconvertidas en energéticas, que buscan socios para plantearse la creación de una nueva asociación que recoja de una manera más amplia que Aelec los intereses de un sector en profunda y continua transformación. La excusa perfecta es precisamente el FNSSE, que discrimina a las empresas eléctricas con respecto a las petroleras y gasistas en favor de las de generación exclusivamente eléctrica. El fondo plantea asumir los costes asociados al régimen retributivo de las renovables que suman un total de 7.000 millones al año y al que aportan las comercializadoras, grandes y pequeñas, que pueblan el panorama eléctrico español.

El gran Cisma de Occidente provocó la creación de dos papados, uno en Avignon y otro en Roma, y provocó la toma de posición por uno u otro de las diferentes monarquías europeas. Como hace 700 años, las posiciones de ambos frentes aparecen contrapuestas. Fueron necesarias cuatro décadas y dos concilios para que la Iglesia volviera a unirse. En el último de ellos, el de Constanza, se asumió la necesidad de reformar una institución inamovible y obsoleta. 2021 puede suponer la ruptura definitiva entre dos modelos de entender la energía, el eléctrico y el gasístico, o bien la lucha por la reunificación de intereses: la energía. Como en 1378 vuelve a existir una dicotomía de difícil resolución: dos frentes y una sola energía.