El ajuste oculto tras el teletrabajo

Si Filomena hubiera llegado a España en tiempos prepandemia la paralización de la actividad no esencial hubiera sido prácticamente total durante toda una semana de calles intransitables. Pero las empresas han aprendido una importante lección en los últimos meses: el teletrabajo ha pasado de ser una opción a convertirse en una obligación cuando no se puede salir de casa. Básicamente, los trabajadores solo han tenido que volver a colocar su ordenador portátil en la mesa del comedor, mientras contemplaban la nieve a través de la ventana. Pero emergencias coyunturales aparte, contra todo pronóstico -y para sorpresa de muchos empresarios escépticos- el trabajo en remoto se ha erigido en una interesante oportunidad a futuro para incrementar la productividad y ahorrar costes. Se trata de un ajuste estructural silencioso, al que un sector del mundo académico prefiere referirse en términos de “trasvase de gastos”, que en cualquier caso ha provocado una tensión sin precedentes en las mesas de negociación abiertas con los representantes de los trabajadores. El tira y afloja está servido.

Las empresas han cambiado el enfoque desde el que abordaban el teletrabajo hace tan solo un año. En cuestión de meses, España ha avanzado en este campo más que en la última década y tanto la cultura del trabajo como la organización empresarial han dado un vuelco sin precedentes. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), los teletrabajadores se han triplicado con motivo de la crisis sanitaria, hasta superar los tres millones de ocupados. Y numerosos informes apuntan a que, tras el acelerón por la Covid, las cifras se mantendrán en niveles similares en los próximos meses... y años. Por ejemplo, este es el resultado de un estudio elaborado por la empresa de recursos humanos Randstad: el 62,5% de los trabajadores españoles espera que el teletrabajo se imponga y continúe siendo una herramienta habitual una vez haya terminado la pandemia; en concreto, el 36,3% de los encuestados cree que el modelo será en el futuro una combinación de trabajo presencial y teletrabajo, el 19,2% considera que solo existirá el teletrabajo, mientras que el 7% espera que el trabajo en remoto solo será opcional.

La sensación es la misma entre los empresarios. El informe “El futuro del trabajo: del modelo remoto a uno híbrido”, desarrollado por el Capgemini Research Institute, revela que en los próximos dos o tres años, alrededor de tres de cada diez organizaciones esperan que más del 70% de sus empleados trabajen de forma remota, frente a solo el 10% de antes de la Covid. ¿Y qué pasa con la productividad? A la espera de conocer datos fehacientes sobre la evolución de este indicador clave de la economía española, el mito del teletrabajador huyendo de sus responsabilidades se desmonta en una encuesta reciente del Banco Central Europeo a grandes empresas. Ante la afirmación “el aumento del teletrabajo reduce la productividad de los empleados”, un 60% de los encuestados se muestra en desacuerdo. Es más, según Capgemini, un 63% de las empresas experimentó un aumento de productividad de sus empleados durante el tercer trimestre de 2020 y casi el 70% cree que los incrementos de productividad por el trabajo a distancia se pueden mantener tras la pandemia.

Ese boom de teletrabajo se va a traducir, inevitablemente, en una necesidad menor de zonas físicas comunes, pues casi la mitad de las empresas entrevistadas en esta encuesta (en concreto, el 48%) calculan que su espacio total de oficinas deberá reducirse en, al menos, un 10%. El ajuste silencioso, por tanto, empieza precisamente por los costes inmobiliarios: el 88% ya está eliminando estos gastos en los últimos tres o cuatro meses y un 92% calcula que el ahorro se incrementará a lo largo del próximo trienio. Por otro lado, el desuso de parte de las infraestructuras logísticas se traducirá en un menor desembolso en suministros. En términos generales, las empresas estiman un ahorro de costes inmobiliarios superior al 30% en promedio con motivo del teletrabajo.

Los teletrabajadores, por otro lado, también se ahorran el coste de los desplazamientos a la oficina. Pero en muchos casos la contraprestación no compensa las condiciones en las que se realiza el trabajo desde casa, el uso de medios propios y el gasto en suministros como luz, aire acondicionado o calefacción e internet en el hogar. En teoría, desde la entrada en vigor de la nueva ley del teletrabajo, las empresas están obligadas a dotar de los medios necesarios para trabajar desde casa y a compensar a los empleados los gastos en los que incurran en el desempeño de su actividad a distancia, pero en la práctica, la compensación no se está produciendo. La presidenta de la Asociación Nacional de Laboralistas (ASNALA), Ana Gómez, explica a La Información que se ha abierto un debate “muy sensible” con la compensación de gastos del teletrabajo en la negociación colectiva, porque para las empresas está suponiendo un quebradero de cabeza determinar la cantidad de dinero que se entiende razonable.

A día de hoy, solo se ha regulado este aspecto en un convenio colectivo, el de las Cajas de Ahorros, que fija compensaciones de hasta 130 euros para comprar pantalla, teclado y ratón, si no lo provee la empresa, y hasta 55 euros mensuales para gastos generales. “Cuando los empresarios ven estas cifras se llevan las manos a la cabeza”, indica Gómez. El aluvión de consultas que están recibiendo por este asunto augura un 2021 de alta tensión en las mesas de negociación. En un momento en el que la discusión sobre la revisión salarial se ha aparcado por la crisis económica, la compensación de gastos del teletrabajo ha pasado a convertirse en un punto central de debate. Esto, con el añadido de que la nueva regulación no aplica en su totalidad a las empresas que empezaron a teletrabajar por la situación derivada de la pandemia, que son la mayoría. En esos casos, el bautizado como “teletrabajo Covid” sí obliga a los empresarios a proporcionar las herramientas de trabajo necesarias y costear su mantenimiento, pero deja el sistema de compensación de gastos a la negociación colectiva y exime de la firma de un acuerdo escrito con el teletrabajador.

El acuerdo de teletrabajo no es baladí. Desde el sindicato de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social, Ana Ercoreca advierte de algunos de los aspectos clave que deben contener estos acuerdos: deben expresarse por escrito y en ellos tiene que constar la duración del acuerdo y la opción de reversibilidad voluntaria al modo presencial, así como el sistema de compensación de gastos pactado y las condiciones generales de trabajo. “Si no se respetan estos acuerdos, las empresas podrían incurrir en infracciones graves y se enfrentan a multas de hasta 6.250 euros”, advierte Ercoreca. Los inspectores están vigilantes desde hace meses y ya han llevado a cabo numerosas actuaciones en materia de teletrabajo, especialmente por denuncias de trabajadores por exceso de jornada. Ercoreca señala, no obstante, que se están detectando “deficiencias” en los controles, especialmente en materia de protección de riesgos laborales, para verificar que los puestos cumplen con las condiciones mínimas de seguridad, por la mera inviolabilidad de los domicilios, donde los inspectores no pueden entrar.

Precisamente, la prevención de riesgos laborales es otro de los asuntos que está generando una avalancha de consultas empresariales. Ana Gómez, quien además de presidenta de ASNALA es socia del área laboral de Ceca Magán, explica que este es uno de los asuntos más espinosos, por la dificultad que supone garantizar en los domicilios unas condiciones mínimas de seguridad y de verificar que se cumplen, junto con la compensación de gastos y la reversibilidad voluntaria de los acuerdos de teletrabajo. “Son aspectos confusos, complejos de articular y que están generando mucha incertidumbre en las empresas y en los departamentos de recursos humanos, que acumulan exigencias de los trabajadores en estas áreas”, advierte. Para esta laboralista, el teletrabajo es un ejemplo claro de cómo una ley que pretende ayudar en primera instancia termina complicando la situación y haciendo que muchas empresas se echen para atrás, a excepción de las más grandes, que están más acostumbradas a estas fórmulas de trabajo y se lo pueden permitir.

Desde el Observatorio del Trabajo a Distancia (OTaD), una iniciativa empresarial y social que cuenta con el asesoramiento de los exministros de Trabajo Manuel Pimentel y Valeriano Gómez, advierten de que compensar los gastos del teletrabajo solo con complementos salariales puede generar desigualdades entre los trabajadores. La inconcreción de la normativa en este aspecto, avisan, “sumada a los efectos fiscales de algunos de estos modelos, abre la puerta a que aparezcan diferencias acusadas entre trabajadores presenciales y remotos y a que no se garanticen las condiciones básicas de seguridad y calidad de los puestos de trabajo". Para limitar estos riesgos, los expertos recomiendan tener en cuenta en la negociación colectiva aspectos como el tamaño de la empresa, el sector o la ubicación geográfica, con la idea de ayudar, sobre todo, a las pequeñas empresas, donde la representación formal de los trabajadores es menos frecuente.

Los trabajadores quieren mantener beneficios como pluses de transporte, cheques de comida o plazas de garaje, pero mientras se quedan en casa porque la situación así lo requiere, exigen la cobertura de las herramientas de trabajo por parte de las compañías y la compensación de los gastos en los que incurren, como exige la ley. Las empresas, por su parte, ajustan sus cuentas a martillazos, eliminando costes inmobiliarios y gastos en suministros e incorporando la factura derivada del teletrabajo de la plantilla a la ecuación. Un complejo juego de equilibrios que, como prevén las consultoras, vaticina un 2021 de complejas negociaciones entre las partes.