"Aquí buscamos la paz y la tranquilidad y apostamos por una economía totalmente circular”

La castellonense Ana Rizo se fue a vivir a Gistaín, huyendo de la crisis económica. En este rincón del Pirineo aragonés, rodeada de naturaleza y armonía, ha encontrado la felicidad plena.

Pocas veces una noche de insomnio y una mentirijilla piadosa han hecho más afortunada y dichosa a una familia. Esta es la primera idea que se pasa por la cabeza al escuchar el relato de la castellonense Ana Rizo quien, a sus 38 años (ahora tiene 45), salió de su Vila-real natal con destino a Gistaín, huyendo de una crisis económica que estaba haciendo mella en su economía doméstica, en su familia y en su estado de ánimo.

Gistaín es un municipio oscense, asentado en una de las cotas más elevadas y septentrionales de la comarca del Sobrarbe, y es aquí donde Ana asegura sentirse “la mujer más afortunada del mundo, la más dichosa”.

Una historia de amor que arranca en 2017, en plena crisis del ladrillo, en un frío mes de febrero, en el que, agotada e insomne, empezó a navegar en la red buscando ofertas de trabajo y lugares donde poder buscar una alternativa de futuro para ella, su marido y sus hijas: Raquel, que tenía 11 años; Paula, de 6; y Emma, de año y medio. En un portal especializado en el mundo rural, vio un anuncio en el que solicitaban un oficial de construcción en un pueblo del Pirineo, con un requisito imprescindible: tener hijos en edad escolar.

"Fue un sábado 15 de febrero y al llegar me enamoré del pueblo nada más cruzar la curva que da acceso a este maravilloso rincón del Pirineo"

Abel, el marido de Ana, se dedicaba a este gremio y llevaba ya un tiempo en paro, algo que estaba repercutiendo negativamente en toda la familia. La joven se hizo pasar por su esposo y envió un correo solicitando información. “A raíz de esa primera toma de contacto, el constructor me pidió hablar con él para concretar los detalles. Entonces tuve que contarle a mi marido todo. Al principio, él se mostró reacio porque, aunque quería cambiar de vida, no le apetecía nada hacerlo en un pueblo perdido del Pirineo, y menos en pleno invierno”, recuerda.

Ana Rizo con su marido y sus hijas en una excursión por los alrededores de Gistaín.
Ana Rizo con su marido y sus hijas en una excursión por los alrededores de Gistaín.
A.R

El constructor les invitó a visitar la localidad antes de aceptar el trabajo, porque tenía experiencias de gente que luego se había echado atrás, y un par de días después decidieron aceptar la invitación. “Fue un sábado 15 de febrero y al llegar me enamoré del pueblo nada más cruzar la curva que da acceso a este maravilloso rincón del Pirineo, el más verde, el que tiene una magia especial porque su paisaje es prácticamente virgen. Primero te enganchan sus alrededores, pero luego te engancha la gente, su manera de ser contigo”, señala.

El 10 de marzo de ese mismo año, Ana y su familia, cargaron toda su historia en una furgoneta, con la ilusión de emprender una nueva vida, junto a sus tres perros y dos chinchillas. “Ese invierno nuestros vecinos hicieron todo lo posible porque no nos faltara de nada y nos ayudaron a hacer frente a la supervivencia pura”, apunta Ana, quien recuerda que en Gistaín se siguen haciendo muchas cosas como se hacían antes, como por ejemplo la conserva de embutidos o la elaboración del jabón.

"Ese invierno nuestros vecinos hicieron todo para no nos faltara de nada y nos ayudaron a hacer frente a la supervivencia pura"

“Lo mejor de todo es que nos enseñaron a hacerlo sin pedir nada a cambio, para que nos adaptáramos pronto al pueblo”, explica Ana, quien insiste en que al principio les sorprendía que la gente fuera tan amable con ellos porque “es algo a lo que no estás acostumbrado en la ciudad”, afirma mientras presume de poder vivir en uno de los diez pueblos que, según Greenpeace, más contribuye a la conservación de la biodiversidad y menos gases de efecto invernadero emite. “Mucha gente tenemos nuestro huerto o un corral con animales y hacemos nuestras propias conservas. Son pequeños grandes detalles que contribuyen a la conservación de la biodiversidad y a frenar los efectos negativos en el medioambiente”, matiza Ana, quien recuerda que en este valle se vive de la ganadería y del turismo, pero no se hace de forma masificada. “Aquí buscamos la paz y la tranquilidad y apostamos por una economía totalmente circular. Funcionamos con cadenas de favores: yo te hago esto y tú me ayudas con la leña… Es un estilo de vida que potencia la solidaridad con los vecinos”.

Ana y Abel, rodeados de naturaleza en Gistaín.
Ana y Abel, rodeados de naturaleza en Gistaín.
A.Rizo

UN GRAN CAMBIO DE VIDA

Una forma de vida que es importante conocer antes de tomar la decisión de dar una vuelta de 180º a tu existencia. Por este motivo, Ana recalca que antes de tomar la decisión de vivir en un pueblo hay que saber qué te vas a encontrar. “En Gistaín el invierno es duro. Hay días en los que es imposible caminar por el hielo. Además, tienes que coger el coche para casi todo: estudiar en el instituto, comprar, ir al médico o hacer extraescolares. Pero no lo cambiaría por nada del mundo, ni yo ni mis hijas que, ahora, cuando bajan a Vila-real están deseando volver al pueblo y sentir el aire fresco en el rostro y el olor de la hierba recién cortada”, indica.

"En Gistaín el invierno es duro, hay días que es imposible caminar por le hielo, pero no lo cambiaría por nada del mundo"

En este sentido, Ana insiste en que hacen falta más apoyos por parte de las instituciones públicas y las empresas privadas si quieren que la gente venga a pueblos como Gistaín. Es importante compatibilizar la vida en el pueblo con el trabajo diario y, por eso, es clave proporcionar trabajo a la gente, a través de cooperativas o pequeñas empresas que sean lo más respetuosas posible con el medioambiente que nos rodea”, afirma, mientras recuerda que su marido sigue en la construcción y ella realiza tareas en un obrador de embutidos y en una casa rural.

Ana también considera que es necesario poner en práctica políticas reales de vivienda, “porque en el pueblo no se vende nada y lo que se vende es a precios desorbitados”. Pero estos obstáculos no nublan la felicidad de esta mujer dinámica y emprendedora, actual concejal de Cultura y Fiestas del Ayuntamiento de Gistaín, quien desde el primer momento ha participado en el día a día del pueblo. “Cuando llegas a un sitio hay que adaptarse a sus costumbres y tradiciones para sentirse parte de él. A fecha de hoy le doy gracias a la vida por esa noche de insomnio, porque he ganado en todo, con mi pareja, conmigo misma y en calidad de vida. Estamos muchísimo mejor que antes porque vivir aquí es todo un privilegio. Tengo lo que necesito para ser feliz, lo demás es secundario”.

Ana y sus hijas posan hace un tiempo con los trajes regionales de la zona donde viven.
Ana y sus hijas posan hace un tiempo con los trajes regionales de la zona donde viven.
A.R.

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