El peor año para las empresas tras el tsunami de la Covid

El virus ha asestado un golpe sin precedentes a las empresas -grandes y pequeñas- y a los autónomos, que esperan el maná de los fondos UE y el mantenimiento del escudo social del Gobierno para superar la crisis

Todas las predicciones que se hacen sobre la evolución económica y el impacto que va a tener la crisis de la Covid sobre las empresas dan por perdido el primer semestre del año para poder atisbar algún indicio sólido de recuperación de la actividad. El escenario de devastación que se presenta tras el tsunami del coronavirus es el de un largo periodo en el que la vacunación va a convivir con la enfermedad, siempre pendientes de que haya más olas de contagios que frenen en seco el consumo y la economía por falta de confianza, algo que va a ser especialmente grave para miles de pymes y autónomos que dependen del día a día de sus ingresos para sobrevivir. Si hacemos caso a las estimaciones del Banco de España, más del 10% de las pymes (unas 250.000) pueden desaparecer en ese escenario de devastación, caída de ingresos y paro, la mayor parte de ellas relacionadas con el ocio, el turismo y la hostelería.

Ya nadie duda de que la economía depende en gran medida de los datos de contagios e incidencia que se publican cada día y que apunta a una tercera ola a medidas del primer mes del año que puede obligar a más restricciones del movimiento y la actividad económica. La segunda oleada que se vivió en el último trimestre anterior echó por tierra las expectativas de miles de empresas y autónomos que veían con optimismo los datos de la desescalada veraniega. Los del primer trimestre de este año van a cerrar el círculo de doce meses de pandemia y parón económico para muchas empresas que sobreviven gracias al escudo económico del Gobierno, a base de ERTE, aplazamiento de impuestos y líneas de crédito, pero será difícil que aguanten más su quiebra técnica.

Una encuesta reciente de la Cámara de España demostraba que algo más de la mitad de las empresas del país cree que uno de los principales problemas a los que se enfrenta este año, además de los costes laborales, es la amortización de la deuda acumulada por los pagos de la crisis, muy por delante de cuestiones como el coste de la energía, la interrupción del suministro o la financiación. Incluso las consecuencias que el Brexit puede tener para sus negocios -por más que Reino Unido sea el principal inversor y socio comercial español de Europa- apenas preocupaban a final de año a un 4% de las pymes. Desde Hacienda admitían hace apenas un mes del retraso en el 40% de los pagos de impuestos que se tenían que haber hecho a partir del 20 de septiembre, sin cargas de demora, una situación que lejos de corregirse, se ha convertido en la clave de supervivencia de muchos pequeños negocios, junto con los ERTE.

El primero en lanzar la voz de alarma de la debacle empresarial que se puede generar en 2021 fue el Banco de España, al advertir que entre el 6% y el 10% del tejido empresarial español era ya inviable a finales del año pasado, con un agujero en impagos que puede ser de 45.000 millones de euros y cerca de 650.000 puestos de trabajo en el aire. A pesar del espejismo de la recuperación en verano, la morosidad y el empleo eran la principal causa de preocupación de las empresas en la mayor parte de los barómetros que se publicaron entonces, algo que la virulencia de la segunda ola de contagios en otoño y la amenaza de lo que nos traerá ahora el invierno (tras los excesos de las navidades) van a convertir en realidad las peores previsiones en este semestre.

Los sectores más azotados son todos los relacionados con el turismo y los transportes. España recibía 80 millones de turistas extranjeros cada año, que se han esfumado de un plumazo. Líneas aéreas, transportes terrestres, hoteles, bares, restaurantes y toda la actividad indirecta que esa actividad genera (un 12% del PIB español) es lo que centra el varapalo empresarial ahora. El Gobierno anunció un plan para el turismo y la hostelería por valor de 4.500 millones sobre el papel, pero sin ayudas directas que puedan solventar la situación de quienes no tienen ingresos ya. Solo hay que dar una vuelta por el centro de muchas grandes ciudades para comprobar que la mitad de los bares y restaurantes están cerrados y, según las estimaciones del propio sector, una tercera parte de los 300.000 que hay en España están abocados al cierre más pronto que tarde.

El maná de las ayudas europeas servirá para revivir a muchas pequeñas empresas, pero muy condicionadas por cuestiones de cambio medioambiental, digitalización y actividades muy relacionadas con los nuevos hábitos de consumo que el tsunami del coronavirus ha impuesto de repente. El comercio electrónico se duplica y la venta a retail en el comercio de proximidad se queda en la mitad, tanto para los grandes grupos de distribución -que tienen músculo financiero para adaptar sus estructuras a las necesidades 'in house' del nuevo consumidor- como para los pequeños comerciantes, que no tienen tanta capacidad. La patronal del sector advierte de que el 15% de las tiendas ya echaron la persiana el año pasado y pueden llegar a ser la cuarta parte en breve si esto no mejora.

Las previsiones que se manejan advierten siempre de que hay sectores como la logística, las farmacéuticas, la alimentación y gran parte de los servicios profesionales que aguantan bien el tirón; otros como la construcción y la vivienda se mantendrán sin grandes caídas de precios. Incluso la encuesta de la Cámara de España advierte de que la cuarta parte de las pymes confía en la exportación para salir de la crisis cuanto antes. Pero todos los ojos están puestos en el mantenimiento del escudo social del Gobierno, porque sin hostelería, restauración, comercio y turismo, la economía española se desmorona. Tampoco ayuda la crisis de la automoción y los grandes ajustes de empleo que puede provocar el cambio de modelo energético en ciernes. Los datos sobre el frenazo económico del último trimestre del año y la Encuesta de Población Activa de finales de este mes irán marcando el paso de la confianza económica, el empleo y el ánimo de muchas empresas para seguir adelante.