Una vuelta al cole
¿con fecha de
caducidad?

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Como quién estudia un examen la noche de antes, las CCAA han tratado de retrasar lo inevitable. El temido ‘curso Covid-19’ ya está aquí. El perfume a desinfectante llena las aulas y la mascarilla es el nuevo uniforme. Docentes, pediatras, sociólogos, padres… la incertidumbre reina, pero la conclusión es unánime. Los niños españoles no pueden permitirse más semanas en blanco. La realidad es que la apertura de colegios pende de un hilo. Entre vítores de alivio por la vuelta a clase, la advertencia de los expertos resuena como un eco incómodo: el virus entrará en los colegios sin hacer ruido. España no puede garantizar que, en cuestión de días, afloren nuevos brotes a pie de pizarra. Todo está a punto para la vuelta a clase, pero no hay garantías. Si la pandemia aprieta en las escuelas habrá que tomar medidas… ¿Y entonces qué?

La última palabra sobre el cierre masivo de colegios la tienen las CCAA. Según el Gobierno, se tomará por consenso. La pregunta ya no es quién sino cuándo. “Tenemos poco más de diez días para rebajar la incidencia”, urge Joan A. Caylà, exjefe del servicio de Epidemiología de la agencia de Salud Pública de Barcelona y miembro de la Sociedad Española de Epidemiología, en una llamada con La Información. España sufre la tasa de contagios más elevada de toda Europa. El Washington State Department of Health (DOH) habla de ‘alta incidencia’ (y de un notable riesgo frente a la apertura de colegios) cuando, en las dos semanas previas a la vuelta a clase, un territorio llega a los 110 casos por cada 100.000 habitantes. El viernes 4 de septiembre, pistoletazo de salida del curso académico, la incidencia en España fue de 216,82 en los 14 días previos. “Solo se salva Asturias”, afirma el Caylá, que apunta a este territorio como el único que cumple con los indicadores de la OMS para la reapertura. Cada día cuenta entre la espada del virus y la pared del calendario escolar.

“Se espera que, en lugares con una incidencia de 1.000/100.000 y para un cole de 500 alumnos, entren a clase alrededor de cinco positivos desde el primer día”, valora Caylà. Si España está en el pico de la segunda ola europea, muchos de sus municipios superan con creces la media nacional. Algunos rozan una incidencia de 1.600/100.000. Que el virus no siempre deje rastro tampoco ayuda. “Los asintomáticos nos hacen prever que, en cuestión de días, aflorarán brotes en los centros que nadie podrá anticipar”. El tiempo es oro. “No todo se ha hecho bien en verano. Las cifras son demasiado altas. Es crucial reducirlas antes de que los niños lleguen a la escuela”. El riesgo de fracasar es repetir la debacle.

Si algo nos ha enseñado la pandemia es que llegar tarde es no llegar. Gema contesta a la llamada de este diario a pocos días del regreso. Tiene en sus manos el timón del Arcipreste de Hita, el colegio del municipio segoviano de El Espinar. Suena cansada. La directora ha sobrevivido al verano más corto de su carrera –“He tenido diez días de vacaciones”-, con el futuro de los 630 niños de la escuela sobre sus hombros. “Empezamos a planificar en junio. Partimos de una hoja en blanco para evitar una catástrofe como la de primavera”. El próximo miércoles, el colegio abrirá sus puertas. No quiere ponerse en lo peor: “Vamos a esforzarnos porque no pase”. Hay demasiado en juego.

“Aún no se conoce bien el efecto en los niños del primer parón asociado al confinamiento”, admite Roi Piñeiro, secretario de la Sociedad Española de Infectología Pediátrica, “Lo que está claro es que no todos los alumnos pudieron seguir las clases de la misma manera. Esto ya supone una brecha educativa en toda regla”. El especialista admite que la evidencia disponible en niños es anecdótica, pero indica que, por sí solo, ese aislamiento prolongado “podría haber afectado a la salud mental de los más jóvenes y causar estrés”. Cada septiembre, los profesores invierten días en aplacar los efectos de un verano sin rutina. Este año, los días serán meses.

“No vamos a empeñarnos en llegar al tema 10, esa no es la prioridad”, explica Gema. Los pequeños son esponjas. “Viven y sufren aunque no lo identifiquen”. Padres que han perdido el trabajo, adultos que viven la pandemia de forma neurótica, el trance la marcha de un ser querido antes de tiempo… Demasiados meses de angustia en un puñado de metros cuadrados. El colegio es un punto de reequilibrio social, una labor que “encalla cada semana que estamos lejos de los niños”. El 9 de septiembre, la dirección se enfrentará a 630 puntos de partida distintos, el primer envite para sus planes. Mientras, el teléfono de Gema sigue sonando. “El protocolo está ahí por si ocurre lo peor, pero no podemos llegar a eso. Hay padres que no tienen con quién dejar a sus hijos … no podemos tensar más la cuerda de las familias”.

“No hay garantías de una vuelta segura. No queremos elegir entre educación y salud. Por eso convocamos una huelga de familias para no llevar a nuestros hijos desde principio de curso y hasta que se cumplan las medidas para evitar contagios en los centros”.

No solo hay dudas sobre la conciliación. Los padres españoles mantienen la guardia alta. Este año, han forrado los libros sin perder de vista el telediario. Las familias de todo el país exigen garantías. La Federación de Asociaciones de Familias de la Educación Pública de Almería (FAPACE) ha dado un paso más. “No hay garantías de una vuelta segura. No queremos elegir entre educación y salud. Por eso convocamos una huelga de familias para no llevar a nuestros hijos desde principio de curso y hasta que se cumplan las medidas para evitar contagios en los centros”. Las familias no son las únicas que amenazan con un parón: los tambores de huelga resuenan también entre los docentes.

La segunda ola rompió los pronósticos. Los positivos diarios ya rondan los 3.000 y no hay consenso sobre cuando mandar a los menores de vuelta a casa. “Es probable que todos los menores se infecten durante el curso”. Las palabras de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ponían sobre la mesa una realidad incómoda, a pocos días del ‘curso Covid-19’. Como ese único niño que sacó los colores al emperador sin traje. En mayo, tras la Conferencia Sectorial, el Ministerio de Educación ya contempló esta posibilidad. Entonces se definieron tres escenarios. El primero, una vuelta al colegio totalmente presencial sin distancias. El segundo, un regreso con restricciones que incluyese actividad a distancia. El último, la vuelta al confinamiento y a la educación 100% online. Cada región actuó en consecuencia.

El virus no ha dado tregua y septiembre ha llegado sin que ninguna región se plantee un inicio de curso sin clases presenciales. Muchas CCAA han elaborado planes para las tres situaciones, pero no hay instrucciones sobre cuándo pasar de uno a otro. España tampoco fue capaz de llegar a un acuerdo vinculante sobre la ratio de alumnos por aula antes del comienzo de las clases. Los ambiciosos quince que planteó hace meses el Ministerio de Educación se convirtieron en veinte en cuestión de semanas. La guía que elaboró la cartera de Isabel Celaá nunca ha pasado de mera sugerencia. La ley no ha cambiado. Sobre el papel, las ratios seguirán siendo las mismas: más de 20 en Infantil y Primaria, y más de 30 en Secundaria. Según centros y sindicatos consultados por este medio, los responsables de las CCAA se han mostrado más colaborativos que otros cursos al apalabrar docentes para desdoblar aulas.

Por el momento, el único amago de unidad que ha logrado el Gobierno en la gestión de la vuelta al cole es la inyección de los famosos 2.000 millones del ‘Fondo Covid-19’. Todas las CCAA han recibido su parte, con Andalucía (383,8 millones), Cataluña (337,4 millones), Madrid (291,69 millones) y la Comunidad Valenciana (214,18 millones) como las grandes beneficiarias. Septiembre ha llegado y aún quedan dudas sobre en qué invertirá cada territorio un balón de oxígeno que Hacienda liberó esta misma semana. De anunciar la contratación de 11.000 docentes en el caso de Madrid, a la insistencia de País Vasco de que no necesitan refuerzos.

España tampoco fue capaz de firmar un acuerdo vinculante sobre cuántos alumnos convivirían en cada aula. Los quince niños que planteó Celaá subieron a veinte en cuestión de días. La guía del Ministerio nunca ha pasado de mera sugerencia. Sin cambios en la ley de Educación, las ratios del curso Covid serán las de siempre: más de 20 alumnos por clase hasta Primaria y más de 30 hasta Bachillerato. Según centros y sindicatos consultados por La Información, los responsables de las autoridades se muestran ahora más proclives a mandar docentes para desdoblar aulas. La amenaza es común, pero cada CCAA sigue empuñando su batuta. El futuro es incierto. Las autonomías sacan pecho por sus protocolos, pero ni estas ni el Gobierno se ‘mojan’ sobre cuánto tendría que avanzar al virus en las escuelas para activar el plan B.