Así se hace un avión de papel para que vuele más rápido y más lejos

Conseguir que un avión de papel se mantenga en el aire un tiempo considerable resulta una empresa harto difícil. No digamos ya si tratamos que vuelen al menos 30 metros.

Un avión de papel se mantiene en el aire por las mismas razones que lo hace una gran aeronave de cientos de toneladas. Se combinan varios elementos físicos: el empuje, la sustentación, la resistencia del aire y obviamente la fuerza de la gravedad.

En un avión convencional, el empuje es llevado a cabo por las hélices o las turbinas. En el caso de los aviones de papel, quien hace de "turbina" es el propio brazo del lanzador. La resistencia del aire hará el resto para frenar el avioncito en cuanto pierda la fuerza.

Dado que un avión real tiene compensados el empuje y la resistencia frente al peso y la sustentación, consigue avanzar en línea recta. Por el contrario, el avión de papel no puede equilibrar estos elementos debido a su debilidad estructural, razón por la que su vuelo es poco previsible.

Para hacer un avión que vuele una distancia capaz de asombrar a los amigos hay que fabricarlo suficientemente robusto como para resistir los embates más ligeros del viento. Si lo queremos rápido, conviene que las alas no sean muy grandes.

Dicho lo cual, existen lanzadores de avioncitos profesionales que consiguen vuelos increíbles. Hace 30 años el ciudadano de EEUU Tony Fletch consiguió lanzar un avión a 58,82 metros. En 1998, el británico Ken Blackburn logró que su avión flotase en el aire 27,6 segundos.

Este mismo fin de semana, en un concurso organizado por Red Bull, el Búlgaro Veselin Ivanov lanzó su pequeño avión de papel a 53,22 metros de distancia.