Bueno y bonito

  • Madrid.- El factor estético de la comida es algo que se tiene en cuenta en el momento en el que la propia comida deja de ser algo problemático; aunque se haya dicho siempre que se come con la vista, y que la presentación es algo importante, lo cierto es que se trata de algo que afecta, principalmente, a sociedades bien alimentadas.

Bueno y bonito
Bueno y bonito

Madrid.- El factor estético de la comida es algo que se tiene en cuenta en el momento en el que la propia comida deja de ser algo problemático; aunque se haya dicho siempre que se come con la vista, y que la presentación es algo importante, lo cierto es que se trata de algo que afecta, principalmente, a sociedades bien alimentadas.

Sociedades como las occidentales hoy día, que no sólo quieren que su comida sea buena sino que, a poder ser, sea bonita. Ciertamente, le damos gran importancia a la estética de la comida, y eso es señal, ante todo, de que, a diferencia de nuestros antepasados, comemos con regularidad.

La cocina actual, la cocina "de autor", hace mucho hincapié en las presentaciones, en el diseño de los platos. A algunos cocineros de esa línea se les acusa, precisamente, de presentar más formas que fondos, más diseños que contenidos, como si lo que hay en el plato tuviese menos importancia que la decoración del mismo. Es, claro está, un exceso, porque volvemos a lo de antes: se come con los ojos... pero la vista no alimenta gran cosa.

De todos modos, hoy buscamos la estética en casi todo. Un caso bastante claro es el de las ensaladas: jugamos con los colores para hacerlas lo más atractivas posible, aunque para lograr esa diversidad cromática empleemos ingredientes que nuestros abuelos jamás habrían juzgado útiles para una ensalada, como es el caso de tantas frutas que aportan sabores y texturas, pero, sobre todo, colores a las ensaladas. Nos gusta más una ensalada multicolor, aunque sea la básica de lechuga, tomate y cebolla, que una en la que el tono sea solamente verde.

Y hemos llevado la preocupación por la estética a cosas que, en principio, no están tan a la vista. Es el caso de algunas conservas. Salvo las que se presentan en tarros de vidrio, su contenido es invisible para el cliente hasta que abre la lata, quiero decir que mientras está en el anaquel del supermercado ese contenido, su presentación, no influye en el cliente potencial. Sin embargo, ya hay consumidores que conocen bien cada marca y saben qué casa se preocupa de la presentación interna del producto.

Son latas que, cuando uno las abre, ofrecen un auténtico espectáculo; no se han llenado de cualquier manera, no: su contenido se ha colocado con cuidado, con mimo, buscando incluso la belleza. Abre uno una latita de mejillones, o de almejas, o de sardinillas, o de anchoas, y ve todo tan bien colocado, tan bien estibado, que casi le da como pena deshacer un trabajo tan bien hecho; son latas que merecen una larga mirada una vez abiertas, antes de empezar a comerse su contenido.

Sucede que las casas que se preocupan por este asunto, por conseguir que su producto sea visualmente atractivo a base de cuidar esa parte del trabajo, son, además, las que más se preocupan también de la calidad de las materias primas que utilizan, de su elaboración... Son conservas que no sólo son buenas, sino además bonitas. Da gusto consumir esos productos.

Que, además, permiten presentar muy buenos menús. Hoy día, podemos elaborar un menú de lo más atractivo a base de conservas; incluso un menú de lujo, porque, al fin y al cabo, cosas como el caviar o el foie-gras vienen en lata, o en tarrina. No, hoy las latas ya son algo más que un sinónimo de comida rápida, de urgencia: pueden ser una solución espléndida... y la base de un auténtico festín. Ténganlas en cuenta.

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