Egosurfing: la vida en la era de Internet

  • Egosurfing es algo que casi todos hacemos casi todos los días buscando nuestro nombre y apellido en Internet, pero también es una novela que define perfectamente las relaciones interpersonales en la era de Facebook.
Alessia Cisternino

Lo hacemos prácticamente casi todos y casi todos los días. Ponemos nuestro nombre y apellido en Internet y esperamos a que salga…¿qué? ¿Algo que todavía no sabemos sobre nuestra propia vida? Por muy absurdo que pueda sonar se trata exactamente de esto. La palabra "egosurfing" define una práctica bastante difundida en la era de Internet e impensable sin Internet que consiste en "buscarse" a uno mismo en la Web. Por muy poco famosos que seamos, algo saldrá, estamos todos en la red.

Nuestra autoestima es directamente proporcional a la cantidad de amigos que tenemos agregados en el Facebook o de e-mail que tenemos en la bandeja de entrada de nuestro ordenador cada mañana – es lo que normalmente hacemos mientras estamos tomando el café o recién llegados al trabajo (aunque nuestros jefes no deberían saberlo).

El egosurfing funciona también al revés: alimentando la autoestima virtual de los demás. ¿Cómo? Cotilleando sus noticias más recientes en las mismas redes sociales en las se refleja nuestro ego, dejando un comentario al post que acaban de colgar en su blog o solicitando su amistad.

Si lo habéis entendido todo de los primeros tres párrafos, aunque no compartáis en absoluto su contenido, entonces estáis listos para disfrutar de una de las novelas más interesantes del actual panorama editorial: Egosurfing, de la escritora mallorquina Llucía Ramis. Una buena novela, publicada por la editorial Destino, que habla de temas universales como el amor, la pasión, la soledad, el miedo y la muerte pero en un contexto que lo cambia todo: Internet.

Rut es una periodista sin escrúpulos capaz de montar un reportaje para un programa televisivo olvidándose de contrastar la información. Teo es el involuntario protagonista de este reportaje ya que es víctima de una bolsa de basura que cae desde la primera planta de un piso de Barcelona donde vivía y donde ya no vive desde hace 10 años la protagonista de esta novela, a la que, por cierto, no se le da ningún nombre.

No se trata de una elección casual, el anonimato es una de las consecuencias del egosurfing, aunque no tenga sentido ya que lo que buscamos a través de esta práctica es nuestra identidad y no otra. Solemos escoger un nickname y no necesariamente para que no nos reconozcan, dejamos comentarios que son más atrevidos y valientes cuanto más anónimos. La protagonista de la novela se dedica además a dos trabajos anónimos: uno es escribir libros sobre la felicidad que otros firmarán y otro es transcribir en el ordenador los cuadernos de un político retirado y buscar cada día en Internet las noticias (pocas) que salen sobre él.

Teo también tiene un Fotolog donde sube las fotos que le envían desde todo el mundo y en las que aparece por casualidad o porque asoma la cabeza con la intención de quedarse en el álbum de familia de una familia a la que no pertenece e incluso le envían fotos en las que no aparece porque no es él.

Teo se enamora de la protagonista (cuya webcam se enciende de vez en cuando sin ningún motivo aparente y la observa -o la observan- durante un rato). Teo comunica con ella a través de mail, intenta llamarla pero ella no contesta. En cambio, Rut acaba convirtiéndose en una buena amiga y será la primera persona en enviar una solicitud de amistad a la anónima protagonista cuando por fin decida abrirse un Facebook. Porque no hay amistad que sea de verdad que no sea a la vez virtual. ¿O no?

Y luego está Frida que se muere de vergüenza en un programa de la tele para parejas y Kate que lo hace delante de las cámaras del Gran Hermano; Robert que quiere repetir el éxito de Columbine o quizás doblarlo, depende de cuantos verán su mensaje en YouTube cuando todos hayan muerto; Boris que quiere ser famoso en la tele y Andrea que querría que su madre que se ha casado dos veces y una de ellas con un torero, no lo fuera tanto.

Sentimientos que arrancan con dificultad en la vida real y que en la web se simplifican como de milagro, personas que buscan el éxito y no por dinero sino sólo porque creen que para existir hace falta aparecer, sexo que deja de ser algo único e irrepetible para multiplicarse en la red como en un juego de espejos: un click, dos click, un millón de click.

Internet lo cambia todo y puede con todo: incluso con la muerte. Como cuando Pau, el antiguo novio de la protagonista, solicita su amistad en Facebook. Tras haberse muerto. Todo esto es Egosurfing. Todo esto y una novela bien construida, divertida y a la vez sin piedad, fresca, genial y cercana. Tan cercana que podría estar hablando de nosotros.

Mostrar comentarios