El Nuevo Molino, arte gastronómico en la cocina y en la sala

  • Reservan el protagonismo al propio escenario en el que se desarrolla la comida, a la propia carta y al resultado final que se muestra en el plato.
Plato que puedes degustar en el Nuevo Molino.
Plato que puedes degustar en el Nuevo Molino.
Plato que puedes degustar en el Nuevo Molino.
Plato que puedes degustar en el Nuevo Molino.

Cantabria hunde sus raíces en la historia como un pueblo enfrentado a los romanos hasta el sacrificio, mientras que en la época más esplendorosa de la España de los siglos XV a XVII, era el principal puerto de Castilla. En aquella época el molino era fuente de riqueza y el corazón necesario para sustentar cualquier población. En 1970 cuando aún faltaba un lustro para que llegará la democracia, El Molino se convirtió en restaurante y desde entonces con la única excepción del año 2004, y su conversión en el Nuevo Molino, ha sido uno de los mejores restaurantes de todo Cantabria.

Hasta su cierre en 2004 perteneció a Victor Merino y su grupo de empresas, probablemente el primer grupo de restaurantes de nivel en toda España. En aquella época contaban con la Sardina de Plata, ubicado al borde de la segunda playa en Santander, El Cabo Mayor de Madrid, el de Sotogrande y el más exótico, el primer restaurante español que abrió en Japón, concretamente en la ciudad de Osaka. A todos ellos se unía El Molino, en la localidad de Puente arce; hasta que un accidente de coche segó la vida de Victor y a medio plazo la existencia de uno de los grupos de restauración más importantes de aquella época.

En los años noventa cuando visitábamos El Molino, era uno de los mayores lujos gastronómicos de los que se podía disfrutar en Cantabria. Fue el primer restaurante que descubrimos con cocina abierta, una novedad asombrosa y que suponía todo un ejercicio de transparencia y de compromiso con el cliente, una demostración honesta del trabajo impecable que se hacía en la cocina. Pero si hacia dentro El Molino era todo un ejemplo, el despliegue de arte que exhibía el comedor era casi un museo.

Hoy una colección de arte imponente que aún hoy, en otra medida, mantiene la obra de artistas cántabros. Trabajos muy interesantes de artistas locales, siguen contribuyendo a que la sala del comedor mantenga esa atmósfera de encanto y lujo contenido que se completa con las vigas de madera, la colección de puertas del siglo XVII y unas enormes cristaleras por las que se cuela el jardín y dejan aparecer las hortensias en todo su esplendor.

A diferencia de la mayor parte de los grandes restaurantes en los que el protagonismo recae sobre el cocinero, en todos los restaurantes del grupo, los propietarios de El Serbal y El Nuevo Molino; reservan el protagonismo al propio escenario en el que se desarrolla la comida y sobre todo a la propia carta y al resultado final que se muestra en el plato. Un acto de generosidad impropio de este tiempo en el que los cocineros son estrellas en sí mismos y en tantos casos, son el anzuelo para captar clientes. A El Nuevo Molino quien acude a cenar, lo hace por su cocina.

La carta de El Nuevo Molino se diseña y varía con el cambio de estación, se trabaja y conceptualizan los platos, en función del producto que la naturaleza aporta a la cocina cada temporada y que se emplea en elaborar recetas tradicionales, actualizadas, que resuelven en platos tan brillantes como bien construidos, de presentaciones muy estéticas y sabores bien trabajados que se mantienen en la boca y en la memoria por tiempo. Esa es la principal razón de ser de un restaurante y aquí logran la misión con creces.

Las omnipresentes rabas de calamar tan típicas de Santander, aquí se acompañan con espuma de ali oli, un plato que siempre aparece en cualquier mesa santanderina y que aquí se fríen en un punto perfecto de rebozado suave y crujiente a la vez y que se adornan en la boca con un ali oli de tinta de calamar. El arroz cremoso de rabo y alcachofas con coco, reúne tonos tropicales que combinan bien con la potencia del guiso. Los pescados ni aparecen en la carta para no ver limitada su frescura y calidad y así solo adquirir lo mejor que se pueda encontrar en la lonja cada día.

De las carnes destacar un original plato de pollo alimentado de forma natural, de ahí su apodo (picasuelos) que sirven en cuatro preparaciones: sopa, gyoza, pechuga y muslo. En todo caso, el menú degustación es la mejor opción. El Tradición con sus escasos 4 pasos (si comparamos con otros similares en restaurantes del mismo estilo), pero formidables y suficientes que incluyen: entrante, pescado, carne y postre y que sigue la tradición del menú largo y estrecho que ya hacía Víctor Merino en tiempos. La bodega ocupa también un lugar destacado en su propuesta con una extensa e interesantísima propuesta de champanes, además de tintos y blancos.

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