Enoturismo para todos los públicos en Burdeos

  • La meca del vino en Burdeos, Beaune, abre sus puertas al común de los mortales. Si hasta hace nada la cata de vinos aquí estaba reservada únicamente a los bolsillos con más que monedas contantes y sonantes, ahora cualquiera puede acceder a los viñedos de Beaune y disfrutar de las bondades de uno de los brebajes alcohólicos con más renombre del mundo.
Cathy Huyghe | GlobalPost

(Beaune, Francia). Cuando uno se despierta en Estambul, lo más probable es que lo primero que oiga es la llamada al rezo. Cuando uno se despierta en Roma, escucha las campanas. Cuando se amanece en Beaune (Francia), se escucha el ruido de los corchos al abrir botellas de vino.

"Si va a la plaza Carnot, en el medio del pueblo, a las nueve de la mañana, verá probablemente a tanta gente bebiendo un vaso de vino como tomando una taza de café", asegura Michael Apstein, un crítico de vinos de Boston que lleva varias décadas viajando a Beaune.

El vino forma parte de la vida de Beaune, en el centro de la región vinícola de Burdeos. Es un lugar de peregrinaje de los amantes del vino. Pero recientemente el sector enológico local se ha empezado a abrir a un tipo de visitante más informal, a aquellos a quienes les interese quizás más el ritmo y la cultura vinícola que los caldos en sí. Burdeos se está sumando (finalmente, dirían algunos) al "enoturismo".

La ciudad de Nuits-Saint-Georges, por ejemplo, a 10 minutos en tren desde Beaune, participa en la feria bianual de Gran Jour, donde se pueden ver y degustar toda la variedad de grandes vinos de Burdeos, como los Chablis, Gevrey-Chambertin y Chassigny. Las catas están en su mayor parte abiertas tan solo a profesionales del sector y a la prensa, pero ciudades como Nuits-Saint-Georges organizan a su alrededor un fin de semana entero de actividades abiertas al gran público, algunas relacionadas con el vino y otras no.

Este año Nuits-Saint-Georges ha programado un medio maratón a través de viñedos como el de Clos de Vougeot, donde hará paradas técnicas con degustación de vinos para los participantes; una exhibición de automóviles antiguos; una fiesta del chocolate con una docena de maestros maridando sus creaciones con vinos de la zona, un concurso canino, un concierto y un mercado callejero.

La apertura de salas de cata son otro indicador de que Borgoña se está abriendo al turismo enológico. Aunque sean ya algo habitual en otras regiones vinícolas, en Borgoña (excepto en grandes empresas como Jadot o Bouchard) son algo que empieza a hacerse ahora.

"En el valle de Napa tienen casi un planteamiento a lo Hollywood", afirma Stephen Pope, gerente de Lower Falls Wine Co., de EEUU, que lleva visitando Beaune por motivos profesionales más de 12 años. "En Napa, pagar para acudir a una sala de cata es parte del negocio. Hay que pagar por entrar. En Borgoña, catar vino es más algo corriente".

Manja Lytzhoft, asistente de marketing y comunicación de la oficina de turismo de Beaune, dice que aunque algunas grandes empresas (como Patriarche y Bouchard Aine) hace mucho tiempo que tienen bodegas abiertas al público, los pequeños viñedos han empezado hace muy poco a ser más abiertos y a acoger a los turistas o aficionados al vino. "Esa es la idea. Queríamos que fuese más fácil para los turistas acercarse y probar vinos", asegura.

Otras iniciativas adoptadas para abrir Borgoña al turismo, explica Lytzhoft, incluyen la creación de una ruta del vino, clases de cata y empresas privadas que ofrecen visitas guiadas a las bodegas.Lo que convierte a Borgoña en un fenómeno cultural tan fluido y cotidiano es, en parte, su sistema de venta de vinos.

En Burdeos, en comparación, el vino se trata como una materia prima: en las catas "en primeur" de cada año, cuando se prueban y juzgan los vinos inacabados de la última cosecha según su potencial, el vino se convierte en un producto de especulación, al igual que se compran y venden acciones en los mercados. Las historias del vino en Burdeos son totalmente numéricas; datos, cifras, altos y bajos.

En Borgoña, en cambio, las historias sobre el vino tratan sobre textura y relaciones. El sistema de ventas es de persona a persona, a menudo a la puerta de un garaje o en bodegas de muy baja producción. Las ventas en Borgoña son una cuestión de escala: cuanta menos producción, más se invita a la interacción personal, lo que ofrece un ambiente mucho más acogedor a los visitantes que desconocen el mundo del vino.

"Dudo que veamos algún día señalas de salas de cata en las propiedades de Borgoña. Pero se están abriendo más al tema", dice Pope.

Aunque el vino de Borgoña tiene una buena reputación y precios elevados, nunca ha habido tanto vino de alta calidad de la zona y a precios relativamente asequibles. "No todo el borgoña es Gran Cru", explica Pope. "Hay muchísimas calidades, y además hay vinos de Macon por menos de 20 dólares".

Unos precios más razonables junto con una actitud más amigable hacia el enoturismo están marcando un cambio significativo en la región. Pero no son estas las únicas diferencias. Otro cambio significativo, según viejos conocedores de la zona, es que ahora los suelos en los lugares de cata ya no están cubiertos de serrín.

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